Reportaje:

Madrid crece sobre su historia

El director del Patrimonio Europeo reclama el papel de los centros históricos como factor de unión social

Madrid crece a costa de su patrimonio. Eso es, al menos, lo que piensa José María Ballester Fontes. Este madrileño de 61 años ocupa la posición más alta en el área del Patrimonio Cultural de Europa. Doctor en Derecho, desde hace décadas pertenece al Consejo de Europa, cuya Dirección General de Cultura, Patrimonio Cultural y Natural regenta.

Casado y padre de cuatro hijos, ha pasado dos décadas viviendo en Estrasburgo, en el corazón de Europa, pero conoce Madrid a la perfección. Vecino de la calle de la Princesa, en el barrio de Argüelles, estudió en los Sagrados Corazones de Martín de l...

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Madrid crece a costa de su patrimonio. Eso es, al menos, lo que piensa José María Ballester Fontes. Este madrileño de 61 años ocupa la posición más alta en el área del Patrimonio Cultural de Europa. Doctor en Derecho, desde hace décadas pertenece al Consejo de Europa, cuya Dirección General de Cultura, Patrimonio Cultural y Natural regenta.

Casado y padre de cuatro hijos, ha pasado dos décadas viviendo en Estrasburgo, en el corazón de Europa, pero conoce Madrid a la perfección. Vecino de la calle de la Princesa, en el barrio de Argüelles, estudió en los Sagrados Corazones de Martín de los Heros.

Recuerda Ballester Fontes que el Consejo de Europa nació en 1949 para promover la unión entre países europeos que aceptan los patrones democráticos y que de él forman parte 43 Estados, así como 48 partes contratantes. 'Pero la sustancia fundente de Europa fue promover la participación de la ciudadanía europea en las grandes decisiones', subraya.

Cuando contempla el patrimonio cultural madrileño, José María Ballester se muestra en extremo respetuoso con las autoridades urbanísticas.

Pero puntualiza: 'En Europa se suelen aplicar dos modelos de tratamiento urbanístico respecto a los centros históricos. Por una parte, lo que denomino conservación museal, que consiste en mantener todo el recinto histórico conservado al completo; esta fórmula suele acarrear un ahuecamiento de vida ciudadana, que acaba convirtiéndola en un cadáver perfectamente embalsamado. El segundo modelo', continúa, 'es el de la ciudad que crece y vive su modernización como destrucción de su patrimonio cultural'.

¿De cuál de los dos modelos se halla más cerca Madrid? A juicio de José María Ballester, 'claramente, del segundo'. ¿Cómo combatir esta tendencia?

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'Hay una tercera vía que se preconiza desde el Consejo de Europa', dice. 'Consiste en plantear el urbanismo de los centros históricos en su dimensión social. Ello se logra mediante el establecimiento de relaciones entre el contenido y el continente urbanos, esto es, entre la población y el centro histórico en sí'.

Y subraya: 'A lo largo de la historia, los centros históricos han sido factores de cohesión social, donde convivían todas las categorías sociales. Hoy, se da una pérdida de la urbanidad como arte de vivir juntos en una ciudad. Frente al urbanismo integrador de aquellos centros históricos, sufrimos un urbanismo de exclusión, donde todo se agrupa por categorías sociológicas y el que carece de ella es marginado. El antídoto es la convivencia'.

Fachada iluminada de la Casa de la Panadería, en la plaza Mayor.CLAUDIO ÁLVAREZ

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