Los pequeños son bellos

La fusión de Phillips Petroleum y Conoco da lugar a la sexta petrolera mundial

James Mulva, el presidente de Phillips Petroleum, ya está entre los grandes de la energía de todo el mundo. Sin la personalidad explosiva que se atribuye a los magnates del petróleo, sin la característica formación de ingeniero o geólogo que pide el ramo, pero con el rigor que corresponde a un antiguo oficial de la Marina, Mulva -llegado en 1973, con 28 años, al departamento de finanzas de la historiada petrolera de Oklahoma, un departamento del que tradicionalmente no han salido los líderes de estas compañías- coronó hace una semana la expansión ambicionada desde que asumió la máxima responsa...

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James Mulva, el presidente de Phillips Petroleum, ya está entre los grandes de la energía de todo el mundo. Sin la personalidad explosiva que se atribuye a los magnates del petróleo, sin la característica formación de ingeniero o geólogo que pide el ramo, pero con el rigor que corresponde a un antiguo oficial de la Marina, Mulva -llegado en 1973, con 28 años, al departamento de finanzas de la historiada petrolera de Oklahoma, un departamento del que tradicionalmente no han salido los líderes de estas compañías- coronó hace una semana la expansión ambicionada desde que asumió la máxima responsabilidad de la firma en 1999. Ahora, a los 55 años, trasladará oficina y máxima responsabilidad ejecutiva desde la pequeña Bartlesville a la tejana Houston, gracias al acuerdo de fusión con Conoco, otra petrolera de tamaño medio allí radicada.

Las dos empresas, que constituían un atractivo bocado para las grandes, han decidido aliarse para competir en la liga de las mayores

La idea dominante en el sector de la energía es que cuanto más grande, mejor. Y más en tiempos de precios bajos, que hacen imperativos recortes de gastos y economías de escala, y convierten en apetecibles bocados a la firmas medianas. En los últimos años, el sector ha ido de concentración en concentración. En Estados Unidos la veda se levantó en 1998: Exxon absorbió Mobil en una operación de 80.000 millones de dólares, y BP se hizo con Amoco por 48.000 millones, antes de que Chevron se uniera con Texaco por 36.000 millones de dólares. Ahora, dos medianas que constituían un atractivo bocado para otras grandes han decidido aliarse para competir en la liga de los mayores, siguiendo la estrategia de Mulva de crecer para sobrevivir. El año pasado, Phillips se hizo con las explotaciones de Arco en Alaska, de las que tenía que desprenderse la petrolera al ser adquirida por BP, y más que dobló de un plumazo sus reservas. Luego adquirió Tosco, una gran refinera independiente, y el domingo pasado anunció su fusión con Conoco.

Recorte de empleo

La operación ha sido presentada como unión de iguales, aunque con indicios de que Phillips marca la pauta: sus accionistas contarán con el 56,6% de la sociedad conjunta, cuyo valor bursátil es de 35.000 millones de dólares, junto a unas deudas de 18.600 millones. ConocoPhillips espera ahorrar 750 millones de dólares al año al unificar explotaciones y recortar una plantilla que ahora es de 58.500 personas en todo el mundo.

La nueva petrolera todavía queda lejos del gigante Exxon Mobil, con reservas de 8.700 millones de barriles y una producción de 1,7 millones al día, frente a los 21.500 y 2,6, respectivamente, de la número uno. Su clasificación como primera en distribución nacional, con unas 17.500 estaciones de servicio, es temporal, porque Royal Ducth/ Shell pronto añadirá varios miles de gasolineras al hacerse con unos restos de Texaco, y porque es probable que la recién llegada tenga que soltar lastre en zonas con exceso de concentración.

La fusión deberá contar con el visto bueno de las autoridades antimonopolio, trámite que se considera de riesgo muy menor en vista de que el tamaño de ConocoPhillips no es abusivo y de que los precios de crudo pasan por los momentos bajos de los dos últimos años, y con marcada tendencia a la baja. Hay quienes aventuran que los 20 dólares que ahora se pagan por barril podrían llegar a ser la mitad en cuestión de meses.

Por si acaso, Archie Dunham, el presidente de Conoco, que pasará a encabezar el consejo de la nueva sociedad hasta su jubilación en 2004, ha esgrimido el argumento de que el 70% de las reservas de gas y petróleo de ConocoPhillips está en zonas seguras (Estados Unidos, Canadá y mar del Norte). 'Eso es bueno para EE UU', ha dicho. 'Bueno para la seguridad energética'.

Es un argumento fácil que suena bien en oídos que en estas fechas escuchan mucho lamento por la dependencia energética estadounidense de países como Arabia Saudí, su principal proveedor exterior, pero los analistas no se dejan impresionar.

Además de esa presencia en el norte de América y de Europa, la nueva sociedad tiene bandera en Asia (de Indonesia y Vietnam al Caspio y Arabia Saudí), Venezuela y golfo de México. El interés por las zonas complicadas del mundo es un activo que aporta Conoco, que nunca se ha arredrado donde otros flaqueaban y abandonaban. Conoco ha sido punta de lanza de la lucha contra la ley que impone sanciones a Irán y Libia. En el país norteafricano estuvo operando durante casi medio siglo hasta que la Administración de Ronald Reagan le obligó a levantar el campo hace 15 años. Con Irán tenía un acuerdo para explotar gas hasta que la Casa Blanca de Bill Clinton lo prohibió en 1995.

En Wall Street ha extrañado que la operación de intercambio accionarial se cerrara sin ninguna prima de valoración por Conoco, y los mercados juegan con la idea de que salte a escena algún pretendiente. La cotización de Conoco subió al anunciarse el acuerdo, cuando lo lógico es que hubiese bajado, y en ello ven los analistas síntomas de especulación, de que los inversores esperan que alguien ofrezca más que Phillips. Dunham descarta la ruptura. 'Nos hemos casado y vamos a tener muchos niños', dice. Para disuadir del divorcio, la feliz pareja ha pactado que quien rompa el acuerdo deberá pagar a la parte ofendida 550 millones de dólares.

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