Reportaje:

La Casa de la Montaña

Los últimos vecinos abandonan el barrio de la Primavera, levantado en Poble Sec sobre tierras de desmonte

Casa de la Montaña, final Conde del Asalto s/n. Ésta era la antigua dirección del último de los edificios de viviendas del barrio de la Primavera de Montjuïc. La casa rosa, como también se la conoce, fue levantada hacia 1940, en pleno apogeo de la autoconstrucción de barracas, entre el paseo de la Exposició y el de Montjuïc, en una zona formada por la acumulación de toneladas de tierra procedentes de las excavaciones de la Exposición Universal de 1929. La primavera próxima será derruida.

'Contaban que el constructor de esta casa casi se arruina porque no encontraba los fundamento...

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Casa de la Montaña, final Conde del Asalto s/n. Ésta era la antigua dirección del último de los edificios de viviendas del barrio de la Primavera de Montjuïc. La casa rosa, como también se la conoce, fue levantada hacia 1940, en pleno apogeo de la autoconstrucción de barracas, entre el paseo de la Exposició y el de Montjuïc, en una zona formada por la acumulación de toneladas de tierra procedentes de las excavaciones de la Exposición Universal de 1929. La primavera próxima será derruida.

'Contaban que el constructor de esta casa casi se arruina porque no encontraba los fundamentos del solar', explica Marco Rossi, uno de los últimos propietarios de uno de los pisos de la Casa de la Montaña. Rossi, guitarra del popular conjunto barcelonés Los Mustang, conserva lo que fue el domicilio familiar, donde nació en 1942. Su casa, una bonita planta baja con un frondoso jardín, fue el lugar de ensayo del grupo musical, algo que todavía recuerdan algunos vecinos. 'Todos, menos Santi, el cantante, éramos del barrio. Y no molestábamos. Siempre fuimos más Beatles que Rollings...', recuerda Rossi, que vivió en la casa hasta 1975.

El guitarra de Los Mustang fue a vivir a ese lado del Poble Sec porque su padre era un jefe de la central eléctrica del Paralelo. La casa de la montaña y otro bloque próximo, que se derrumbó, eran los únicos edificios sólidos en un mar de barracas y casas de autoconstrucción. 'Como el terreno era de desmonte, cuando llovía era una auténtica torrentera. En algún temporal las piedras llegaron a arrollar las barracas con la gente que estaba dentro', recuerda. Era una época en la que se construía sin orden ni concierto. Incluso sin respetar la propiedad. 'Hubo un constructor que recogió dinero de 40 familias para construirles una casa, y luego sólo construyó 20. Hubo muchos engaños', relata Encarna, una vecina que vive en el barrio desde 1956.

La desaparición del barrio dará paso al parque de la Primavera y culminará el proceso de recuperación de ese lado de la montaña, que se vio apeado de la operación olímpica. En julio de 1992, mientras millones de personas contemplaban por televisión la espléndida panorámica de la ciudad que se ve desde las piscinas Picornell, a menos de cien metros se paseaban caballos y gallinas.

Hace algo más de dos semanas las excavadoras derribarron 12 casitas. En los corrales que antes albergaban gallinas dormían en los últimos tiempos grupos de mendigos. Ahora ya sólo quedan en pie la Casa de la Montaña, donde todavía viven tres de las 20 familias que la habitaban, y otras dos casas de planta baja. El proceso de expropiación se inició hace algo más de dos años y en este tiempo se han ido más de treinta familias..

Todos los que vivían han sido realojados en dos bloques de viviendas construidos prácticamente al lado, en el paseo de la Exposició, en pisos de protección que no podrán cambiar de manos en 20 años y por los que pagan una cuota mensual de unas 43.000 pesetas. De todas formas, falta por llegar a un acuerdo con cinco propietarios de pisos de la Casa de la Montaña que ya no vivían en el inmueble. El caso de Marco Rossi es uno de ellos: 'Ya entiendo que no me corresponde uno de los pisos, pero no estoy de acuerdo en que me paguen sólo cinco millones de pesetas', dice. Su casa es parte de su memoria profesional y vital, y de hecho está repleta de fotos de la época de esplendor del grupo.

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Los realojados parecen satisfechos: la Casa de la Montaña tenía grietas por los cuatro costados y en los pisos nuevos todo es sol y tienen hasta placas solares para calentar el agua. Con todo, Encarna cree que cuando se vaya no podrá evitar la nostalgia.

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