DEFENSA

La cuarta parte de las tropas en Ceuta y Melilla son ya de origen marroquí

El sistema de reclutamiento propicia la concentración de soldados musulmanes en las dos plazas

La cuarta parte de los soldados españoles destinados en Ceuta y Melilla son ya de origen marroquí y este porcentaje tiende a aumentar. En su mayoría, se trata de hijos de marroquíes que, directamente o por medio de sus padres, han accedido a la nacionalidad española en los últimos 15 años, cuando lo ha hecho masivamente la población musulmana de las dos ciudades. Como españoles, tienen derecho a ingresar en filas, pero a los mandos militares les preocupa que se concentren en las plazas que reivindica Marruecos, lo que es consecuencia de la forma en que se ha profesionalizado el Ejército.
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La cuarta parte de los soldados españoles destinados en Ceuta y Melilla son ya de origen marroquí y este porcentaje tiende a aumentar. En su mayoría, se trata de hijos de marroquíes que, directamente o por medio de sus padres, han accedido a la nacionalidad española en los últimos 15 años, cuando lo ha hecho masivamente la población musulmana de las dos ciudades. Como españoles, tienen derecho a ingresar en filas, pero a los mandos militares les preocupa que se concentren en las plazas que reivindica Marruecos, lo que es consecuencia de la forma en que se ha profesionalizado el Ejército.

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El número de soldados de origen marroquí y religión musulmana en las guarniciones españolas de Ceuta y Melilla ha crecido continuamente en los últimos años y lo seguirá haciendo en el futuro. Su crecimiento es paralelo al de la propia comunidad musulmana de las dos ciudades, que a medio plazo será mayoritaria, ya que su índice de natalidad es muy superior al de la población de origen peninsular, a lo que hay que sumar el efecto de la inmigración.

En la actualidad, según altos responsables del Ministerio de Defensa, este colectivo representa la cuarta parte de los alrededor de 4.500 efectivos de tropa desplegados en las dos ciudades.

Su peso en las Fuerzas Armadas debería ser mayor al que representan en el conjunto de la población, ya que los ejércitos se nutren en los sectores juveniles de nivel económico medio-bajo, entre los que la población musulmana es abrumadoramente mayoritaria. Si su crecimiento no ha sido más rápido es porque Defensa, alegando su deficiente formación cultural, les suspende en las pruebas de acceso con mucha mayor frecuencia que a los aspirantes de origen peninsular.

Estos jóvenes tienen la nacionalidad española y, en consecuencia, nadie puede negarles o limitarles su acceso al Ejército. El problema es que se concentran en las dos guarniciones más sensibles, en vez de diluirse en el conjunto de las Fuerzas Armadas.

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La inquietud de los mandos militares se deriva del hecho de que dichos soldados mantienen lazos culturales y familiares muy estrechos con Marruecos, país que reivindica la soberanía de las dos ciudades. En su gran mayoría se declaran de religión musulmana, aunque no se aprecian signos de religiosidad extrema, y el rey de Marruecos une a su condición de jefe de Estado la de líder religioso. Además, la nacionalidad marroquí es irrenunciable por lo que, salvo los españoles de nacimiento, Rabat los sigue considerando súbditos suyos.

La concentración de estos soldados en las guarniciones norteafricanas es consecuencia de la forma en que se han profesionalizado las Fuerzas Armadas. Debido a la falta de candidatos y para estimular vocaciones, Defensa ha territorializado cada vez más las plazas a concurso, de forma que un joven no se enrola en el Ejército en general, sino en un determinado puesto de un acuartelamiento concreto, normalmente el más próximo a su domicilio.

En Ceuta y Melilla la situación se agrava por la existencia de un complemento de 38.000 pesetas mensuales para los soldados allí destinados. Se trata de estimular el alistamiento en guarniciones excesivamente abultadas para la población local, que por sí sola no podría mantenerlas..

Pero la contradicción radica en que la prima no sólo se paga a los soldados que se trasladan desde la Península a Ceuta y Melilla, sino también a los que, residiendo en las dos ciudades, se quedan allí. De esta forma, se desincentiva a los soldados que, siendo naturales de las dos plazas, quisieran trasladarse a la Península. De hacerlo, perderían hasta el 30% de su sueldo.

Sólo a partir del quinto año de contrato, dichos soldados recibirían una ayuda para el alquiler de vivienda si fueran destinados a la Península. Pero dicha ayuda, que oscila entre las 10.000 y las 29.000 pesetas, en el caso de las ciudades más caras de España, no compensa en el mejor de los casos la pérdida del complemento que cobran en Ceuta y Melilla.

Los mandos militares intentan evitar la concentración de soldados de origen marroquí en determinadas unidades, pero es casi imposible evitarlo con porcentajes del 25%. Además, muchos de ellos, precisamente por su menor nivel cultural, acaban integrando los pelotones de fusiles.

El Ministerio de Defensa ha aparcado por ahora su idea de alistar a inmigrantes, aunque ha dejado claro que se limitaría a los naturales de países sudamericanos, por su afinidad cultural. Esta prevención implícita hacia los inmigrantes de cultura musulmana contrasta con el hecho de que, en la práctica, ya hay un abultado contingente de tropas de origen marroquí precisamente en las dos guarniciones que el Ejército considera más sensibles.

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