La tragedia de Múnich 72

A las cuatro de la madrugada del 5 de septiembre de 1972, un comando integrado por ocho palestinos de Septiembre Negro, la organización más radical de Al Fatah, burló la leve seguridad que se había desplegado en la Villa Olímpica de Múnich y se dirigió al pabellón 31, en el que se encontraba alojada la delegación de Israel.

Armados con fusiles de asalto y granadas, entraron en las habitaciones y mataron a Moshe Weinberg, el entrenador de los luchadores, que intentó oponer resistencia, y al halterófilo Joseph Romano. Otro levantador de peso, Touviah Sokolowski, saltó por una ventana y fu...

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A las cuatro de la madrugada del 5 de septiembre de 1972, un comando integrado por ocho palestinos de Septiembre Negro, la organización más radical de Al Fatah, burló la leve seguridad que se había desplegado en la Villa Olímpica de Múnich y se dirigió al pabellón 31, en el que se encontraba alojada la delegación de Israel.

Armados con fusiles de asalto y granadas, entraron en las habitaciones y mataron a Moshe Weinberg, el entrenador de los luchadores, que intentó oponer resistencia, y al halterófilo Joseph Romano. Otro levantador de peso, Touviah Sokolowski, saltó por una ventana y fue uno de los dos únicos supervivientes. El resto del grupo fue tomado como rehén.

Los terroristas pidieron a cambio la liberación de 200 prisioneros palestinos. A las nueve y media de la noche del mismo día, los secuestradores y sus cautivos viajaron en tres helicópteros a un aeropuerto militar de Múnich, a 30 kilómetros, donde un avión les esperaba supuestamente para volar a una ciudad árabe elegida por ellos. Pero era una trampa que resultaría mortal para todos.

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Tiradores de élite dispararon y mataron a tres de los miembros del comando, pero no pudieron evitar la tragedia. Dos granadas explotaron y el balance fue la muerte de los nueve rehenes -cuatro atletas y cinco técnicos- más un policía y los cinco palestinos.

El estadounidense Mark Spitz fue el héroe deportivo en la piscina de aquellos Juegos Olímpicos, con sus siete medallas de oro, porque el COI -su actual presidente, Jacques Rogge, participó en ellos como regatista- decidió terminarlos. Pero siempre serán recordados por la sangre vertida.

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