Los Nobel se hacen centenarios

Desde 1901 hasta 2000, las instituciones suecas y el Parlamento noruego han distinguido a 725 laureados

Alfred Bernhard Nobel fue un triunfador que se hizo multimillonario con sus inventos químicos relacionados con los explosivos. El principal fue la dinamita. Cuando redactó su testamento, le entró mala conciencia por las consecuencias de su descubrimiento. Era soltero y, al no tener hijos, decidió que su fortuna se dedicara a premiar a quienes se distinguieran por su pacifismo, la creación literaria o la investigación. Falleció un año después, el 10 de diciembre de 1896, fecha en que se celebra la ceremonia de entrega desde los años veinte. Hasta 2000 incluido, ha habido 725 personas e instituc...

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Alfred Bernhard Nobel fue un triunfador que se hizo multimillonario con sus inventos químicos relacionados con los explosivos. El principal fue la dinamita. Cuando redactó su testamento, le entró mala conciencia por las consecuencias de su descubrimiento. Era soltero y, al no tener hijos, decidió que su fortuna se dedicara a premiar a quienes se distinguieran por su pacifismo, la creación literaria o la investigación. Falleció un año después, el 10 de diciembre de 1896, fecha en que se celebra la ceremonia de entrega desde los años veinte. Hasta 2000 incluido, ha habido 725 personas e instituciones laureadas.

El dinero procede de dividendos, intereses y, desde el año 2000, de las ganancias en la Bolsa

Los galardones de este año deberían de haber sido los que hicieran la edición 101, pero durante la Gran Guerra y parte de la segunda no se concedieron. En otras ocasiones se declararon desiertos o se amortizaron para engrosar los fondos financieros. En 1901, cada premio llevaba aparejada la cantidad de 150.000 coronas suecas, equivalentes entonces a 6,8 millones de hoy. Debido a las crisis económicas del siglo XX, el montante de los premios en términos reales fue disminuyendo y no alcanzó el nivel fundacional hasta 1991. Actualmente se paga por cada premio algo más de un millón de euros más la medalla con la efigie del prócer sueco.

El capital de la Fundación asciende a unos 400 millones de euros. Nobel había establecido que los galardones se financiaran con los dividendos de las acciones en que se había invertido el capital y con intereses. Desde 2000 se puede recurrir a Bolsa.

Los premios consiguieron una gran popularidad desde el primer momento. No obstante, algunos de ellos han sido muy discutidos, sobre todo los de la paz; así el de 1994 a Simon Peres, Yaser Arafat e Isaac Rabin y el de 1973, también compartido por el estadounidense Henry Kissinger, entonces secretario de Estado, y Le Duc Tho, de Vietnam del Norte, por sus negociaciones en pro de la paz en el sureste asiático. Le Duc Tho renunció a la distinción para denunciar que Estados Unidos había violado los acuerdos alcanzados en París. El otro que también se negó al reconocimiento fue el francés Jean Paul Sartre, Nobel de Literatura en 1964, que lo rechazó porque no quería convertirse en una 'institución'). Hitler obligó a rechazarlo a cuatro científicos alemanes, enojado por la concesión del de la Paz a Carl von Ossietzky en 1935.

El premio de la Paz lo concede el Storting (Parlamento noruego) por expreso deseo del fundador. No se conocen los motivos, pero se atribuye a que fue esa cámara la primera en apoyar al movimiento pacifista mundial, a la admiración de Alfred por el patriota noruego y activista político Bjørnstjerne Bjørnson (luego premiado en 1903 con el de Literatura) y al interés en repartir la concesión entre los dos países, que hasta 1905 fueron uno solo, aunque cada uno poseía su propio Parlamento.

En el mundo de la ciencia, los premios han sido un motor de primera magnitud en el progreso de los descubrimientos que han incidido en el bienestar del género humano. Uno de los laureados más ampliamente conocidos es Alexander Fleming, descubridor de la penicilina que acabó con la tuberculosis, aunque la suerte le ayudó en sus trabajos. Algún premiado había cometido errores de bulto, como le ocurrió al químico norteamericano Linus Pauling. En 1952 informó que la molécula del DNA formaba una triple hélice (era doble); desliz que corrigieron unos meses después Francis Crick y James Watson, galardonados por ello en 1962. Pauling se resarció luego en dos ocasiones, la primera en 1954 con el Nobel de Química y la otra en 1962 con el de la Paz por su postura en contra de las pruebas nucleares.

Hay más casos de dobletes. El primero, fue el de Marie Curie, Física en 1903 y Química en 1911. El primero lo obtuvo compartido con su marido Pierre. La hija de ambos, Irène, y su esposo Fréderic Joliot consiguieron el de Química en 1935. Se han dado más casos de matrimonios, de padre e hijo y hasta de suegro y yerno.

Sin duda, la personalidad que se ha hecho más popular por haber alcanzado la distinción ha sido Albert Einstein (premio de Física en 1922), quien formuló la teoría de la relatividad mientras trabajaba en una oficina de patentes.

Un mismo premio podía ser compartido por más de tres personas hasta 1968, algo que, sin embargo, nunca ocurrió. Con posterioridad a aquel año está expresamente prohibido que se reparta (laurel y dinero) entre un número superior a tres. También podía concederse de forma póstuma, como sucedió con Erik Axel Karfeldt (Literatura, 1931), y Dag Hammarskjøld (Paz, 1961, secretario general de la ONU, fallecido en accidente de aviación). Desde 1974 esta posibilidad se ha excluido, pero sí puede otorgarse a una persona que muera tras haber sido elegido, lo que ocurrió en 1996 con William Vickrey (Economía).

Extrañamente, Nobel no instituyó un premio para las Matemáticas. Este olvido se palió en 1969 con el Nobel de Economía.

La primera ceremonia de entrega de premios en la Antigua Real Academia de Estocolmo (1901), presidida por el rey Oscar II.

De Echegaray a Cela

En el mundo de habla hispana los premiados se circunscriben fundamentalmente al ámbito de la literatura, diez en total. El primero fue concedido a José Echegaray en 1904. La Academia sueca consideró la candidatura de Benito Pérez Galdós, que había creado un universo de personajes y situaciones comparables a los de Dickens, Balzac o Tolstoi. (Con el escritor ruso, que murió en 1910, se cometió el mismo olvido, al igual que con Pío Baroja). Pero la ultraderecha española puso el grito en el cielo y sugirió a Marcelino Menéndez Pelayo. El resultado salomónico fue el de no dárselo a ninguno. Hubo que esperar a 1922, año en que lo ganó Jacinto Benavente. En 1956 fue a parar a Juan Ramón Jiménez. El siguiente fue para Vicente Aleixandre en 1977. Camilo José Cela (1989) completa, por ahora, la nómina española. Al año siguiente fue a parar al mexicano Octavio Paz, una circunstancia inusual de distinguir dos años consecutivos a la misma lengua. Otros premiados en lengua española fueron los chilenos Gabriela Mistral (1945) y Pablo Neruda (1971), el guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1967) y el colombiano Gabriel García Márquez (1982). En 1998 fue laureado el portugués con José Saramago. En el campo científico Santiago Ramón y Cajal en 1906 y en 1959 el asturiano Severo Ochoa recibieron el de Medicina.

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