Editorial:

Periodistas bajo amenaza

El País Vasco es hoy el único lugar de Europa en el que los periodistas están expresamente amenazados de muerte. No todos, pero sí muchos: los que escriben o dicen cosas que no gustan a ETA, y también los que, con independencia de lo que escriban o digan, trabajan en medios que niegan a ETA el derecho a matar a la gente. Ése es el motivo de que en junio pasado, en Hong Kong, el 54º Congreso de la Asociación Mundial de Periódicos -que agrupa a 1.800 medios- acordara celebrar en el País Vasco un foro sobre la amenaza del terrorismo contra los medios informativos. Los 260 participantes en este fo...

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El País Vasco es hoy el único lugar de Europa en el que los periodistas están expresamente amenazados de muerte. No todos, pero sí muchos: los que escriben o dicen cosas que no gustan a ETA, y también los que, con independencia de lo que escriban o digan, trabajan en medios que niegan a ETA el derecho a matar a la gente. Ése es el motivo de que en junio pasado, en Hong Kong, el 54º Congreso de la Asociación Mundial de Periódicos -que agrupa a 1.800 medios- acordara celebrar en el País Vasco un foro sobre la amenaza del terrorismo contra los medios informativos. Los 260 participantes en este foro, reunido ayer en Bilbao, suscribieron un manifiesto en el que se proclama que no puede haber democracia sin libertad de expresión e información, y que, de acuerdo con ese principio, los periodistas tienen derecho a realizar su trabajo sin riesgo de ser amenazados, acosados o atacados.

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En Euskadi no existe ese derecho en la práctica. Desde la ruptura de la tregua ha habido cinco atentados contra trabajadores de los medios, con el resultado de dos muertos y un herido grave. La justificación teórica de la negación de ese derecho es que los periodistas que no secundan a ETA 'forman parte del poder español y tienen como objetivo dar protección a los dos Estados que nos oprimen', según el número de febrero pasado del boletín de los terroristas, Zutabe.

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Esa misma publicación sostiene que 'mientras no vean [los periodistas] en peligro su cómoda situación y su vida, no hay que esperar que cambien de actitud', por lo que eventuales atentados contra ellos no deberían considerarse 'un ataque a la libertad de expresión, sino un ataque a los enemigos de Euskal Herria'. Otros pensadores completan la parte teórica sosteniendo que en lugar de ser notarios del conflicto, ayudando a hacerlo comprensible, muchos periodistas se han convertido en parte del mismo al tomar partido contra los que los matan (a ellos, a los concejales no nacionalistas y a otras personas). Entender el conflicto significa considerar que hay alguna causa que justifica el asesinato de quienes se niegan a entenderlo como lo entiende ETA.

Hay en el País Vasco, por tanto, una teoría y una práctica de la persecución de los periodistas, y también la búsqueda de unos efectos prácticos: la autocensura de los informadores, en primer lugar. De acuerdo con el principio de atacar a uno para aterrorizar a muchos, los estrategas cuentan con que los periodistas se lo pensarán dos veces antes de decir algo que pueda ser interpretado por ETA como colaboración con 'la estrategia de guerra de España'. La amenaza no se dirige únicamente a los que escriben en los medios, sino también a las empresas como tales. El objetivo no es convencerles, sino 'cambiar su participación y su posicionamiento en el conflicto: que se pase de pedir la guerra a pedir soluciones'. Sobran motivos, por tanto, para haber elegido el País Vasco para defender la libertad de expresión y la libertad a secas, pues se trata de un territorio en el que la amenaza y a veces el asesinato se han convertido en una respuesta rutinaria a la existencia de opiniones plurales.

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