Entrevista:ADRIANA VARELA | Cantante | LA ENTREVISTA DEL VERANO

'El tango es deseo, y el deseo es lo que nos salva'

Fue la mujer de un tenista malo, tiene dos hijos adolescentes, adora Buenos Aires y canta con una voz mezcla de hombre solitario y de mujer cazallera que se mete en las vísceras.

Dice que no le gusta adjetivar el tango, que ya sufre bastante cantándolo. Y el caso es que Adriana Varela llegó tarde al lamento del Río de la Plata, pero lo hizo suyo de tal forma que ahora ya son dos partes de un mismo elemento.

Ha revitalizado el tango desde la pasión y la emoción, convirtiéndolo en un modo de expresar sentimientos que ya no se llevan. Gran comunicadora, Varela va por libre, y corre ...

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Fue la mujer de un tenista malo, tiene dos hijos adolescentes, adora Buenos Aires y canta con una voz mezcla de hombre solitario y de mujer cazallera que se mete en las vísceras.

Dice que no le gusta adjetivar el tango, que ya sufre bastante cantándolo. Y el caso es que Adriana Varela llegó tarde al lamento del Río de la Plata, pero lo hizo suyo de tal forma que ahora ya son dos partes de un mismo elemento.

Ha revitalizado el tango desde la pasión y la emoción, convirtiéndolo en un modo de expresar sentimientos que ya no se llevan. Gran comunicadora, Varela va por libre, y corre su carrera con calma y alejada de las multinacionales.

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Tiene su propio sello discográfico, graba lo que le da la gana, hace la promoción que quiere y sigue admirando a sus maestros, entre los que mezcla a Troilo, Cortázar, Serrat, García Márquez, Silvio Rodríguez...

Hija de la clase media argentina, mujer poética y aparentemente muy sincera, Varela tiene la dureza y el temple justos para sonar verdadera y auténtica, diferente a los demás. Su último disco, Más tango, está ya en las tiendas para demostrar que el tango sigue vivo en este mundo gélido.

Decían que era la mina de Menem, pero vende más discos con De la Rúa, pese a la crisis. Aquí la trajo Manuel Vázquez Montalbán con un artículo titulado 'Tango cocaína'. Ella advierte que no toma drogas ni tragos, y se conserva tan bien que nadie podría asegurar con certeza qué edad tiene. Pero a las diosas la edad no se les pregunta y Adriana Varela es la actual diosa del tango. Ha triunfado este verano en París, Madrid y Barcelona, y en octubre vendrá al Festival de Otoño.

Pregunta. ¿Le gustan las entrevistas?

Respuesta. Depende. A veces son una catarsis y otras una estupidez. Procuro elegirlas.

P. La que le hizo Vázquez Montalbán era espléndida.

R. Manolo es un capo, un tipo muy inteligente y el culpable de que me conozcan en Europa desde un lugar intimista. Esa entrevista generó un boca a boca que me convirtió casi en una artista de culto y produjo mucho misterio y mucha curiosidad.

P. ¿En Argentina sigue siendo misteriosa?

R. Me ven más, más seguido, pero de una forma no deliberada siempre he sido muy cuidadosa con mi vida privada. Lo mío sólo tiene que ver con cantar, con mis ganas de cantar lo que me gusta, y prefiero no saber nada de las cosas aburridas y superficiales de la fama.

P. Lo que sí ha tenido son buenos padrinos: Sabina y Serrat.

R. ¡Unos padrinos de la hostia!, como dicen aquí.

P. ¿Se puede interpretar el tango o hay que vivirlo?

R. Es difícil contestar a eso. Yo desde luego no he vivido los tangos que canto, no soy un chico de arrabal ni soy pobre. Soy de clase media y nunca la he pasado mal salvo cuando me separé y me fui a vivir con mis dos hijos. Desde pequeña me gustaba la poesía cantada, pero no hay que sufrirlo todo. Si sufriera todo lo que canto estaría destruida. Lo estoy, pero no tanto. Sólo trato de creerme en el escenario lo que escriben los poetas. Luego bajas y te refrescas. Debajo del escenario soy una mujer normal.

P. ¿Cómo vivió los años terribles de la dictadura?

R. De una forma terrible. Era estudiante, iba a entrar en Fonobiología y Psiocoanálisis, que era otra forma de lenguaje, como el tango pero en otro escenario. Todos los estudiantes éramos sospechosos de subversión aunque no tuviéramos compromisos militantes. Yo fui delegada de clase en primero, y además escuchaba rock... Mi hermano fue más militante, pero nuestros papás nos cuidaron y acá estamos, sobrevividos y con la memoria fresquita, porque aquellas heridas no se cerrarán, y el deseo de vivir ahora tiene mucho que ver con el deseo de justicia. Mis hijos verán esa justicia.

P. ¿De verdad confía?

R. Confío, si puedo deseo y, finalmente, intento que todo linde con la utopía y el romanticismo. Ser una artista taurina, con principio de realidad y que no se traiciona. De eso es de lo único que presumo.

P. Y de publicar sus discos en su propia discográfica...

R. Nueva Direccción en la Cultura es un desafío lindo. Grabo lo que me da la gana, y por suerte vendo bastante. Parece mentira que con toda esta crisis se venda tanto tango, pero quizá tiene que ver con que es más nuestro y con que la gente resiste con lo que puede.

P. Con lo más cercano.

R. Claro. A mí me inventó la gente, yo no me prefabriqué. Nunca pensé en cantar tangos ni quise ser profesional, sólo empecé a buscarlos por elección, porque es un lujo poder expresar y comunicar cosas de carne y hueso. Y luego resultó que la gente necesita eso ahora más que nunca.

P. ¿Cómo empezó?

R. Serrat me voló la cabeza y los Beatles me ocuparon los sueños. Los dos movilizaron algo orgánico, físico, lo sensitivo y lo transgresor. Luego vinieron Silvio, Cortázar, Gabo, lo prohibido entonces... Todo es la misma corriente. Me siento parte de eso.

P. ¿De un imaginario libertario?

R. De una manera de comunicar cosas. Yo, fundamentalmente, soy público; el escenario es una anécdota, una oportunidad para seguir siendo comunicante. Y nunca dejé de ser público, me representan los artistas que elijo. Yo no me admiro. A veces me miro, pero no me admiro.

P. Pero a ratos se gustará.

R. Lo importante es creerme un texto, si no me lo creo no lo hago. Pero hay otra cosa indispensable, los defectos humanos. Las dos cosas forman el síntoma del artista, la contradicción. Sin contradicción no hay arte. Sin angustia tampoco.

P. ¿Y la pasión?

R. También. El tango es transitar las pasiones, y las pasiones tienen mucho que ver con esta vida globalizada. Estamos todos aterrados ante el riesgo, y el riesgo es muy vital porque marca el deseo. El tango es deseo, Eros puro, y el deseo es lo único que nos salva de la locura.

P. Pero no de la incertidumbre.

R. Esa es la palabra de este siglo. Todos estamos atravesando esa palabra, unos con más conciencia que otros, porque todos los que se expresan con certezas están locos.

P. ¿Es verdad que sus tangos son de izquierdas?

R. Lo que sí sé es que el tango estuvo 50 años perdido, que hubo grandes poetas y músicos que nadie cantó, y que fui yo, una loca que venía de la medicina, la atrevida que empezó a destapar la gran olla de esos tangos. No es un mérito, sólo los escucho y luego los hago, tratando de distinguir lo kitsch de lo real, lo genuino de lo mentiroso.

P. ¿Se imaginó alguna vez cantando en lunfardo?

R. El lunfardo es una cosa de barrio, una mina de transgresión que teníamos en casa sin saberlo porque la dictadura vendepatrias fue todo menos nacional y prohibió el tango cambalache en la calle y la teoría de los conjuntos en la escuela. Y claro, por eso si estabas con más de tres en la calle ya ibas preso.

P. ¿Y qué cantaba entonces?

R. Música comercial y rock. El rock nacional resistió muy bien, se metaforizó y escapó de la prohibición. Los milicos no lo entendían.

P. ¿Y el tango sí?

R. Tampoco. El tango hay que vivirlo como una expresión de solidaridad nostálgica, no como una melancolía. La melancolía es una patología, pero la nostalgia es un dolorcito en flor, y una flor de dolor siempre es bonita. El tango es ver al otro, registrar al otro, abrirse. El sistema ha logrado cerrarnos, y abrir es en este momento la revolución.

P. ¿Y que fue de la bohemia?

R. Está en el tango, que es la síntesis del pensamiento de los verdaderos bohemios, de los que no tenían shopping, de los que usaban el alcohol como un reconstituyente, como una puerta hacia la comunicación y la verdad.

Adriana Varela.MANUEL ESCALERA

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