VISTO / OÍDO

Morir mejor que matar

A ese negro le han perdonado la vida durante treinta días. A esa madre de alquiler que va a tener gemelos, sus contratantes le exigen que aborte de uno. Son noticias de la nueva moral. De nuestro mundo. El asesino que iba a ser asesinado tenía diecisiete años cuando mató ¡al padre de un juez! El plazo insoportable se lo dan por si se llega a tener en cuenta que era menor: es una tortura tan horrible o más que las de la Inquisición.

Todo esto pasa en Estados Unidos, y por eso me preocupa más. China no es mi imperio. Yo soy un viejo súbdito imperial: de Roma, del islam, del visigodo. Apre...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

A ese negro le han perdonado la vida durante treinta días. A esa madre de alquiler que va a tener gemelos, sus contratantes le exigen que aborte de uno. Son noticias de la nueva moral. De nuestro mundo. El asesino que iba a ser asesinado tenía diecisiete años cuando mató ¡al padre de un juez! El plazo insoportable se lo dan por si se llega a tener en cuenta que era menor: es una tortura tan horrible o más que las de la Inquisición.

Todo esto pasa en Estados Unidos, y por eso me preocupa más. China no es mi imperio. Yo soy un viejo súbdito imperial: de Roma, del islam, del visigodo. Aprendí de ellos a lo largo de los muchos siglos de vida de mi sistema genético; ahora, de Estados Unidos, después de unas cortas señales bien recibidas de los franceses y de los ingleses. Estoy hablando de la cultura, de la civilización, del humanismo: no de la explotación. La cultura y la civilización de Estados Unidos nos han venido muy bien a los españoles, salvo en el punto de la explotación y de la moral de empresa.

La hemos mejorado. España está en contra de la pena de muerte: es algo muy notable en un país que tiene algunas agresiones duras, como la droga y el terrorismo, y que ve agrandarse algunas violencias. El respeto a la vida, la consideración de la condena a muerte como un asesinato legal, forma parte de un patrimonio ciudadano antiguo. Hace poco más de un cuarto de siglo se cumplieron las últimas, ante las protestas de todo el mundo: en cuanto desapareció el viejo asesino -lástima que no haya infierno-, se acabó. Las ejecuciones de ETA nos alejan cada día más. Hay un punto de autosatisfacción en esta postura: nosotros somos los que no matamos, somos los diferentes. Los que hemos aprendido algo de la civilización: los que estábamos ya frente a las crucifixiones de los romanos y de las cabezas cortadas por el alfanje del gran visir.

Es curioso que también ese odio nos venga del imperio que nos posee. En España hay una tradición muy antigua de textos contra la pena de muerte, y también muy moderna: novelas, ensayos, panfletos escritos por grandes autores. Pero lo que más impresiona son las películas y las series de televisión contra la pena de muerte: nos vienen del mismo imperio que la practica. En el fondo, yo preferiría que fuera al revés: que las leyes no dictaran penas de muerte, aunque algunas películas las defendieran.

Archivado En