Columna

Matar la esperanza

No sé si será cierto que fue la policía la responsable de los violentos incidentes sucedidos tras la gran manifestación contra la globalización celebrada en Barcelona el pasado domingo. Desde luego, motivos más que suficientes hay para pensar que así fue. Como es sabido, varios dirigentes políticos y parlamentarios de diversos partidos atestiguan que algunos de los que se liaron a mamporros contra cabinas y escaparates salieron de las furgonetas policiales 'ataviados' con vestimentas que normalmente portan sectores juveniles aficionados al cóctel molotov, incluidos los imprescindibles p...

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No sé si será cierto que fue la policía la responsable de los violentos incidentes sucedidos tras la gran manifestación contra la globalización celebrada en Barcelona el pasado domingo. Desde luego, motivos más que suficientes hay para pensar que así fue. Como es sabido, varios dirigentes políticos y parlamentarios de diversos partidos atestiguan que algunos de los que se liaron a mamporros contra cabinas y escaparates salieron de las furgonetas policiales 'ataviados' con vestimentas que normalmente portan sectores juveniles aficionados al cóctel molotov, incluidos los imprescindibles pasamontañas.

Por otra parte, no es la primera vez que las policías de diversos países -en ocasiones incluso lo han hecho de forma coordinada- deciden romper un movimiento de contestación al sistema a base de infiltrarse en el mismo intentando desprestigiarlo a los ojos de la opinión pública. Porque ése y no otro es el nudo gordiano de la cuestión: la batalla de la opinión pública.

'Mucha gente percibe la globalización como incertidumbre, y se siente más desprotegida'

Si algo ha caracterizado a las diversas actividades y manifestaciones llevadas a cabo por ese mosaico de grupos, colectivos y personas que componen el movimiento contra la globalización neoliberal ha sido precisamente el importante grado de simpatía logrado entre amplios sectores de la población.

Una simpatía que no es el resultado de la adhesión a un discurso o a un planteamiento más o menos acabado. En realidad, una de las características del mencionado movimiento es su gran heterogeneidad y su dificultad para articular un discurso unificado. Por el contrario, las simpatías despertadas por los manifestantes antiglobalización tienen que ver en lo fundamental con que los mismos han sabido conectar con las preocupaciones de mucha gente en muchas partes del planeta. Gente que percibe la globalización como incertidumbre y que se siente más desprotegida que nunca en el nuevo escenario que se ha abierto durante las últimas dos décadas.

Vivimos un tiempo en el que se nos dice que cada cual debe sacarse solito las castañas del fuego. Que las redes de solidaridad tejidas durante décadas en busca de un mayor bienestar colectivo no pueden mantenerse sin mermar la competitividad de la economía (?). Que es preciso liberalizar y flexibilizar los mercados para aumentar la competencia. Que la globalización es la gran oportunidad en la que prosperar y hacernos ricos.

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El personal observa aturdido el despido de miles de trabajadores flexibilizados ante la simple expectativa de menores beneficios -que no de pérdidas- por parte de algunas empresas; la campaña organizada por el sector financiero para captar nuevos clientes para fondos privados de pensiones bajo la amenaza de quiebra del sistema público; la privatización acelerada de servicios esenciales; las crisis alimentarias originadas por un modelo agrícola concebido según los intereses de las grandes transnacionales del sector; o al presidente de los EE UU diciendo que no piensa firmar el protocolo de Kioto.

La inseguridad personal, laboral, familiar, alimentaria, medioambiental, etc., la sufren de muy distinta manera las personas de unas u otras partes del mundo, pero muchas tienen en común la sensación de estar montadas en un tren cuyo destino es incierto.

El movimiento contra la globalización ha ganado algunas batallas sin otras armas que hacer visibles los puntos débiles del discurso neoliberal. Para seguir creciendo y madurando debe, sin duda, dotarse de mayor coherencia y capacidad pare elaborar un discurso alternativo.

Pero parece que algunos han descubierto la manera de impedirlo. Y ésta no es otra que dotar de algunos puntos débiles al movimiento antiglobalización, de manera que comience a perder las simpatías logradas hasta el momento. Para ello qué mejor que hacerlo aparecer como un movimiento violento que genera inseguridad. Convertir el asunto en un problema de orden público, infiltrándose en él para generar violencia gratuita.

Quebrar la ilusión y matar la esperanza antes de que crezca demasiado. El movimiento contra la globalización neoliberal debería ser consciente del asunto y obrar en consecuencia. Antes de que sea demasiado tarde.

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