Editorial:

Imposible Sáhara

En el Sáhara había unos 75.000 habitantes cuando Marruecos se anexionó la antigua colonia española, y tiene actualmente 250.000. Aunque muchos de ellos sean colonos marroquíes instalados en los últimos 25 años, el carácter nómada de gran parte de la población que lo habitaba antes de la anexión, y la ausencia de fronteras históricas o étnicas claras, hace utópico establecer un criterio sobre el censo que pueda ser aceptado a la vez por los independentistas saharauis y por Marruecos. De ahí la dificultad objetiva de dar cumplimiento a la resolución de Naciones Unidas sobre la celebración de un ...

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En el Sáhara había unos 75.000 habitantes cuando Marruecos se anexionó la antigua colonia española, y tiene actualmente 250.000. Aunque muchos de ellos sean colonos marroquíes instalados en los últimos 25 años, el carácter nómada de gran parte de la población que lo habitaba antes de la anexión, y la ausencia de fronteras históricas o étnicas claras, hace utópico establecer un criterio sobre el censo que pueda ser aceptado a la vez por los independentistas saharauis y por Marruecos. De ahí la dificultad objetiva de dar cumplimiento a la resolución de Naciones Unidas sobre la celebración de un referéndum de autodeterminación, y de ahí también la búsqueda, desde hace años, de una fórmula negociada entre las partes que sería lo que se sometería a referéndum.

El enviado especial de Naciones Unidas, James Baker, que lleva años buscando esa fórmula, ha conseguido que el secretario general de la ONU asuma una propuesta-marco que supone aceptar la soberanía de Marruecos a cambio de la concesión a la antigua colonia española de una amplia autonomía política. Lo que sugiere el plan, que ha de recibir aún el apoyo del Consejo de Seguridad, es que los votantes del censo de 1975 actualizado, que es el reconocido por la ONU, elegirían un consejo ejecutivo, y todos los residentes en el Sáhara, incluidos los colonos marroquíes, designarían un consejo legislativo que cuatro años después elegiría un nuevo Ejecutivo. Éste es el que negociaría con Rabat el referéndum sobre el estatuto final del territorio. Se trata de una solución más favorable a Marruecos, cuyas posiciones ha apoyado tradicionalmente Washington. Pero no deja de ser realista.

El paso, para Marruecos, no es gratuito, pues puede provocar la demanda de autonomía en las regiones del reino. Argelia y el Frente Polisario, como era de esperar, lo han rechazado, insistiendo en volver al plan antiguo, aunque su margen de maniobra en un mundo que ha dejado atrás la guerra fría se ha estrechado. El referéndum ha estado mal planteado desde el principio, ya que no se proponía sancionar un acuerdo previo, sino zanjar en el acto un contencioso en el que ambas partes tenían argumentos poderosos. Mientras se discute el nuevo plan, la fuerza de la ONU desplegada en la zona se renovará. La suerte de los refugiados saharauis agrupados en campos diversos no debe olvidarse, pues el grifo de las ayudas internacionales se está cerrando, con el riesgo de que se genere en unos meses una situación trágica.

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