Columna

¡Vista al Sur!

La presión sociopolítica que se está acumulando en los países del norte de África puede acabar provocando una reacción en cadena. Europa no hace nada; mira para otro lado, quizá avergonzada por sus pasadas acciones u omisiones. Argelia, Marruecos y Túnez tienen en común que el establishment no quiere abrir la mano, porque tendría que ceder poder y riqueza. Pero éste representa el pasado, en unas sociedades cuyas dos terceras partes son jóvenes, hartos y sin esperanzas. En Argelia, el precio y los ingresos del petróleo han aumentado, a la vez que la miseria.

Aunque las hayan prota...

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La presión sociopolítica que se está acumulando en los países del norte de África puede acabar provocando una reacción en cadena. Europa no hace nada; mira para otro lado, quizá avergonzada por sus pasadas acciones u omisiones. Argelia, Marruecos y Túnez tienen en común que el establishment no quiere abrir la mano, porque tendría que ceder poder y riqueza. Pero éste representa el pasado, en unas sociedades cuyas dos terceras partes son jóvenes, hartos y sin esperanzas. En Argelia, el precio y los ingresos del petróleo han aumentado, a la vez que la miseria.

Aunque las hayan protagonizado principalmente los bereberes (presentes en toda la zona, incluida Ceuta), las manifestaciones en la Cabilia han sido el preludio de una protesta que se ha extendido hasta Argel. El Gobierno ha prohibido las manifestaciones, pero para el 5 de julio, Día de la Independencia, se prepara la mayor. La escritora argelina Salima Ghezali lo ha descrito bien al señalar que 'Argelia se asemeja a un navío cargado de nitroglicerina'. Mas no dice contra qué chocará, pero si choca, puede reventar todo el Magreb. En cada país hay razones suficientes para el descontento popular. El régimen, que dio un golpe de Estado cuando los islamistas iban a ganar en 1991, ha fracasado. Tanto, que el presidente Buteflika, cuya elección despertó ciertas esperanzas, se ha mostrado dispuesto a marcharse antes de que los militares le den un golpe de Estado, aunque quizá éstos prefieran utilizarlo como marioneta. Mientras, el enfrentamiento civil prosigue, con terrorismo y una guerra sucia sobre la cual las revelaciones de militares que participaron en ella se están multiplicando.

En Marruecos, el aperturismo e intento de modernización se ha quedado tan varado como el joven rey Mohamed VI. Atrapado entre las tendencias conservadoras y las modernizadoras de la propia sociedad marroquí, y por su facilidad para evadirse de los problemas, el llamado rey de los pobres parece verse superado por el mazjén, el establishment. Le ha dado más poder a los militares, y no ha hecho nada por los pobres, alimentando con su inacción el caldo de cultivo para un radicalismo islamista convertido, como en su día en Argelia, en sustituto de un inexistente Estado del bienestar.

En Mauritania, el coronel Ould Taya prosigue su política de acoso a la oposición con detenciones y juicios sumarios. El líder del Frente Patriótico, Mohamed Lamin Chbih, candidato en las últimas elecciones y antiguo ministro, ha sido condenado hace unos días, y en octubre pasado quedó suspendido el principal partido de la oposición, la Unión de Fuerzas Democráticas / Era Nueva (UFD / EN), liderado por Ahmed Uld Dada. Pero, de nuevo, la UE y el Gobierno español hacen caso omiso de la defensa de los derechos humanos, quizá porque, ante el significativo fracaso de las negociaciones pesqueras con Marruecos, quieran garantizarse unos caladeros, dado que el actual acuerdo pesquero con Mauritania caduca a finales de este mes. Y, encima, estos tres países se tienen que poner de acuerdo sobre un nuevo plan de Baker para el Sáhara de difícil ejecución, pues propone una autonomía como parte de Marruecos, una salida quizá inevitable, pero que no será fácil de aceptar ni para el Frente Polisario ni para Argel.

Europa no debe ignorar lo que está pasando en su Sur, de donde llegan gentes y combustibles. Tres frases sobre Argelia en el comunicado final del Consejo Europeo de Gotemburgo no bastan. Es necesario actuar para desactivar el explosivo social. La UE, siguiendo a una Francia que nunca ha dejado de estar ahí, se equivocó al apoyar el golpe de 1991 en Argelia y las farsas siguientes hasta llegar a la de Buteflika. Es hora de pensar que estas sociedades necesitan encontrar su propia vía, no la nuestra, hacia la modernidad y las libertades. No sin dificultades, Irán está demostrando que el fundamentalismo islámico político es algo más que una gripe, pero que no es irreversible; que, no sin dificultades, se puede salir de él, y en el camino, mejorar el país. No todos son talibán.

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