Editorial:

La ocasión de Blair

La arrolladora segunda victoria de Tony Blair acerca más al Reino Unido a Europa. No habiendo osado lanzarse a estas aguas tras su triunfo en 1997, Blair tiene ahora una oportunidad única para convocar y ganar el referéndum sobre la integración en el euro, algo que los mercados han entendido inmediatamente al perder valor la libra y acercarse así a la moneda única europea. Muerto en las urnas el thatcherismo y su rechazo a Bruselas, Blair puede normalizar su país, hacia dentro y hacia afuera.

Blair puede estar satisfecho. Por vez primera un laborista repite mandato de forma conse...

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La arrolladora segunda victoria de Tony Blair acerca más al Reino Unido a Europa. No habiendo osado lanzarse a estas aguas tras su triunfo en 1997, Blair tiene ahora una oportunidad única para convocar y ganar el referéndum sobre la integración en el euro, algo que los mercados han entendido inmediatamente al perder valor la libra y acercarse así a la moneda única europea. Muerto en las urnas el thatcherismo y su rechazo a Bruselas, Blair puede normalizar su país, hacia dentro y hacia afuera.

Blair puede estar satisfecho. Por vez primera un laborista repite mandato de forma consecutiva, con una comodísima y segura mayoría, pese a los seis escaños perdidos respecto a la anterior legislatura. Ha destrozado a su adversario conservador, William Hague, que ha presentado su dimisión. Los tories, que en los dos últimos comicios han sufrido sus peores derrotas en siglo y medio, habrán de elegir bien a su próximo líder, centrar y modernizar su mensaje y dejar atrás el calamitoso thatcherismo, que tanto daño le ha hecho. El Nuevo Laborismo de Blair ha ocupado el centro político. Los Liberales y Demócratas, capitaneados por Charles Kennedy, han obtenido un buen resultado, tras desbordar por la izquierda a los laboristas con un programa de más impuestos y más gasto público. El único nubarrón ha surgido en Irlanda del Norte, donde han crecido los extremos, el Partido Unionista de Paisley y el Sinn Fein, lo que puede dificultar el proceso de paz.

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La victoria de Blair ha quedado algo desdibujada por la abstención, la mayor desde 1918 al superar un 40%, reflejo de una preocupante apatía política, de la desastrosa imagen de Hague y de un cierto distanciamiento del Nuevo Laborismo de las preocupaciones cotidianas de los ciudadanos. Pero la estrategia de Blair ha triunfado al manejar con destreza el tiempo político y adelantar las elecciones en casi un año, arropado en los buenos resultados económicos, y con un discurso más centrado en los servicios públicos básicos: transportes, educación, sanidad, que en buena medida desguazó Margaret Thatcher y que el propio Blair no ha recompuesto en su primer mandato. Hague basó su campaña en la oposición a Europa y se ha estrellado.

El primer mandato de Blair se centró en importantes reformas políticas: autonomías para Escocia y Gales, elección de un concejo municipal en Londres y la práctica abolición de los escaños hereditarios en la Cámara de los Lores. El segundo va a incidir en la mejora de los servicios públicos y en Europa. No es seguro que consiga remover las reticencias de la opinión británica hacia el euro, pero esta vez puede intentarlo.

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