Elecciones en el País Vasco

A pie de urna

Si los incidentes de carácter fascistoide provocados por los nacionalistas radicales en diversos colegios contra los principales candidatos del PP y del PSOE mostraron ayer por televisión las deterioradas condiciones de la democracia en el País Vasco, la polarización extrema de una campaña electoral de duración desmesurada (desde las mociones de censura presentadas el pasado septiembre por socialistas y populares hasta la disolución del Parlamento) no sólo explica la elevada participación registrada en esta convocatoria sino que también permite interpretar las líneas generales de los resultado...

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Si los incidentes de carácter fascistoide provocados por los nacionalistas radicales en diversos colegios contra los principales candidatos del PP y del PSOE mostraron ayer por televisión las deterioradas condiciones de la democracia en el País Vasco, la polarización extrema de una campaña electoral de duración desmesurada (desde las mociones de censura presentadas el pasado septiembre por socialistas y populares hasta la disolución del Parlamento) no sólo explica la elevada participación registrada en esta convocatoria sino que también permite interpretar las líneas generales de los resultados provisionales, pendiente aún la asignación definitiva del escaño que bailó entre PNV/EA y PSOE durante los escrutinios provisionales. La decepción de los partidos constitucionalistas, que esperaban un espectacular vuelco de las preferencias ciudadanas capaz de propiciar una alternancia en el Gobierno, marcha en paralelo con la satisfacción de la coalición PNV/EA, beneficiada sin duda por el corrimiento en su favor de una significativa parte del electorado nacionalista radical.

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En cualquier caso, se confirma la permanencia de la línea divisoria que separa dentro del mapa electoral vasco a nacionalistas y no nacionalistas, una fractura política, cultural, ideológica y emocional de larga data y hondo calado; sin embargo, el trasvase de votos desde EH hacia la coalición PNV/EA no logra impedir un ligero retroceso global del bloque nacionalista, que alcanzó en la convocatoria de 1998 un total de 41 escaños. Mucho mayor es la distancia abierta entre el voto democrático (sea o no nacionalista) y el respaldo dado en las urnas a Euskal Herritarrok; aunque todavía el 10% de los ciudadanos vascos siga apoyando incomprensiblemente al brazo político de ETA, no deja de constituir una esperanzadora noticia la deserción de una parte de sus fanáticos seguidores.

La coalición PNV/EA descargó sobre las espaldas de Ibarretxe el peso principal de la campaña, acentuó la dimensión institucional del candidato como lehendakari que aspiraba a la reelección y subrayó los contenidos dialogantes, pacíficos y democráticos de sus mensajes. Fue, sin duda, una estrategia inteligente y eficaz: el nacionalismo moderado ha venido gobernando sin solución de continuidad en el País Vasco desde 1980 (la presencia en el poder de los socialistas como socios subalternos entre 1986 y 1998 fue consecuencia en buena medida de la escisión dentro del PNV, que dio nacimiento a EA). La identificación de los nacionalistas con el País Vasco no se limita a una sinécdoque ideológica de la parte con el todo, esto es, a la interesada confusión entre los ciudadanos que les votan y el conjunto de la población, sino que se extiende también a su historial político-administrativa como padres fundadores de las instituciones de autogobierno: la bandera, el himno y los lugares de la memoria creados por Sabino Arana y el PNV fueron incorporados a las estructuras creadas por el Estatuto de Guernica en 1979.

Pese a los buenos resultados obtenidos ayer por el candidato Ibarretxe, la coalición PNV/EA tendrá dificultades para formar una coalición que le permita gobernar cómodamente con mayoría desahogada. Seguramente el momento crucial de la campaña fue el solemne compromiso contraído por el actual lehendakari ante la opinión pública de no aceptar para su investidura el apoyo de EH: sin los escaños del nacionalismo radical, que ha pagado caro en las urnas su sostenido respaldo a la banda terrorista, la coalición nacionalista necesitaría contar con IU para blindar una mayoría claramente suficiente. Sin embargo, el candidato Madrazo y el coordinador Llamazares anunciaron solemnemente durante la campaña su propósito de no participar en ningún pacto de gobierno o de legislatura que no incluyese tanto a las fuerzas nacionalistas como a los partidos constitucionalistas: de cumplir IU con su palabra, Ibarretxe se vería obligado a gobernar en solitario.La suma de los escaños de populares y socialistas no sólo se halla lejos de los 38 escaños necesaria para provocar la alternancia y formar Gobierno sino que tampoco logra superar -a la espera de los resultados definitivos-la presencia parlamentaria de la coalición PNV/EA, evidente triunfadora en una convocatoria dominada por la elevada participación y la alta polarización.

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