Reportaje:

Una pinacoteca para Euskadi

El Bellas Artes de Vitoria abre mañana con una cuidada selección de la Escuela Vasca

Han sido cerca de dos años los que ha pasado el Museo de Bellas Artes con sus puertas cerradas al público. Pero su interior ha mantenido durante este tiempo la tensión de quien tiene que ofrecer algo nuevo con la mitad de sus posibilidades. Técnicos, restauradores, arquitectos y otros trabajadores vinculados al Palacio de Augustí han dado la vuelta a la pinacoteca, que ofrecerá desde mañana un nuevo acceso lateral, una ordenación más racional de las obras y un conjunto de actividades, ahora sí, características de un museo contemporáneo.

La tarea no era fácil. De la obra que se ofrecía a...

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Han sido cerca de dos años los que ha pasado el Museo de Bellas Artes con sus puertas cerradas al público. Pero su interior ha mantenido durante este tiempo la tensión de quien tiene que ofrecer algo nuevo con la mitad de sus posibilidades. Técnicos, restauradores, arquitectos y otros trabajadores vinculados al Palacio de Augustí han dado la vuelta a la pinacoteca, que ofrecerá desde mañana un nuevo acceso lateral, una ordenación más racional de las obras y un conjunto de actividades, ahora sí, características de un museo contemporáneo.

La tarea no era fácil. De la obra que se ofrecía a comienzos de 1999, los fondos anteriores al siglo XVIII se exhiben ahora en el Museo de Arte Sacro y las obras que se pueden encuadrar bajo la denominación de contemporáneas están almacenadas para su integración en el Artium. Es decir, el Museo de Bellas Artes de Álava ha visto reducida su colección a la pintura vasca que se realiza alrededor del tránsito del siglo XIX al XX, y a una selección de pintura española del XVIII y el XIX.

A cambio de estas cesiones para crear otras pinacotecas (iniciativa que tiene sus precedentes en el traspaso de sus secciones de Armería y Arqueología, en los años setenta), el Bellas Artes de Álava cuenta con un nuevo edificio, el de acceso. Diseñado por el arquitecto José Luis Catón, este pabellón de jardín de corte minimalista contrasta agradablemente con el neobarroco del Palacio de Augustí. Y, además, permite a los minusválidos disfrutar de unas obras hasta ahora vetadas para este colectivo. Por último, el edificio de entrada alberga la tienda, con la que el museo se incorpora al marketing habitual en este tipo de centros.

Ya en la primera sala, aquella que hasta ahora albergaba los fondos de la Fundación Amárica, en la ampliación trasera del palacio, le toca el turno a las exposiciones temporales. De momento, se exhibirán las adquisiciones del museo en los últimos tiempos y un interesante recorrido didáctico por los géneros en la pintura. En el paseo se pueden encontrar algunas joyas como La infancia de un rey, de Regoyos, o curiosidades como el retrato que Uranga realizó a Fernández de Viana mientras éste modelaba el busto del propio Uranga, que se exhibe a su lado.

Después de pasar por bodegones, paisajes y retratos, el visitante se interna en un cuidado recorrido por las principales aportaciones vascas a la pintura entre 1850 y 1950. Para comenzar, ahí está la selección de cuadros de Ignacio Díaz de Olano, figura clave de la pintura alavesa de la primera mitad del XX. Sus recreaciones de momentos característicos de la vida cotidiana de su tiempo (La vuelta de la romería del calvario o El restaurante) se presentan con cuidados retratos en los que se desprende su calidad técnica.

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Retratos de escritores

El recorrido pasa después por creadores de la talla de Zubiaurre, los hermanos Arrúe o Elías Salaverría, quien destaca con su Procesión del Corpus en Lezo (1910), cedida por el Museo del Prado. El museo cuenta también con un zuloaga de extraordinaria calidad y una selección de Juan de Echevarría, con sus retratos de escritores: Unamuno, Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez y Ramiro de Maeztu.

La muestra del trabajo de la denominada Escuela Vasca se completa con otros pintores que apostaron por el exotismo y así lo indican los títulos de sus obras: Harén, de Iturrino; El cofre rojo, de Ortiz Echagüe, o Mongoles, de Gustavo de Maeztu.

En este itinerario se llega por fin al propio Palacio de Augustí. Aquí se ofrecen los escasos ejemplos de arte español del XVIII con que cuenta la pinacoteca y una buena muestra de los fondos del XIX. Entre los primeros, hay que citar por su atractivo histórico, la recreación, como si fuera un cómic, de la defensa de Filipinas que llevó a cabo Simón de Anda. La leyenda explicativa de las distintas escenas repara en todos los detalles. Es más, concluye: 'Los de encarnado son los ingleses; los demás, españoles'.

Estos ámbitos se han aprovechado para crear espacios de descanso o salas específicas, como el Gabinete de Papel, salita donde se ofrece obra en este soporte, además de alguna sorpresa como la revista vanguardista Cinco, editada en Vitoria en 1934.

Dos operarios ultiman la colocación de las obras del Bellas Artes.PRADIP J. PHANSE

Amárica en condiciones

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