Editorial:

Afianzar Macedonia

La presencia en Macedonia del secretario de Estado Colin Powell, en la misma semana en que la Unión Europea y la minúscula ex república yugoslava han firmado un acuerdo político-económico, es un signo alentador para el país balcánico, todavía al borde del precipicio, y para el conjunto de la región. Los acontecimientos muestran tozudamente la fragilidad de los escenarios de la antigua Yugoslavia donde se desató la insania etnicista desencadenada por personajes como Slobodan Milosevic, Franjo Tudjman o sus secuaces. Sucede todavía en Bosnia -cinco años y cinco mil millones de dólares después-, ...

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La presencia en Macedonia del secretario de Estado Colin Powell, en la misma semana en que la Unión Europea y la minúscula ex república yugoslava han firmado un acuerdo político-económico, es un signo alentador para el país balcánico, todavía al borde del precipicio, y para el conjunto de la región. Los acontecimientos muestran tozudamente la fragilidad de los escenarios de la antigua Yugoslavia donde se desató la insania etnicista desencadenada por personajes como Slobodan Milosevic, Franjo Tudjman o sus secuaces. Sucede todavía en Bosnia -cinco años y cinco mil millones de dólares después-, sucede en Kosovo y sucede en Macedonia, rescatada hace tan sólo semanas de una guerra en ciernes, pero expuesta todavía a su desintegración si no se acomoda dignamente a los albaneses, que forman casi el 30% de la población.

El pacto con Skopje prevé la ayuda de los Quince y una promesa de considerar la candidatura macedonia a la UE una vez que se hayan puesto en práctica reformas básicas para liquidar la postergación actual de los albaneses, ciudadanos de segunda. Los agravios históricos a esta minoría han sido el banderín de enganche de la insurgencia alimentada desde el fronterizo Kosovo, que ha colocado a Macedonia al borde de un enfrentamiento armado. El conflicto político sigue abierto, y sobre el Gobierno de Skopje pende la amenaza de retirada del partido moderado albanés que le apoya. La UE y Washington presionan para que se negocie antes de que sea demasiado tarde.

La escarmentada actitud europea ante Macedonia poco ha tenido que ver esta vez con la parálisis y pugnas internas que hicieron posibles las atroces carnicerías de la antigua Yugoslavia. La UE ha actuado ahora con rapidez y con una sola voz. También en Estados Unidos la realidad balcánica, por lo que de consustancial tiene para la estabilidad europea, parece imponerse a las amenazas iniciales del presidente Bush de retirarse unilateralmente de este flanco clave.

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La Casa Blanca ha permanecido diplomáticamente en la cuneta durante la reciente escalada de los insurgentes albaneses en Macedonia y el sur de Serbia. Eso hace más relevante la presencia de Powell en Skopje -primera visita a los Balcanes de un peso pesado de la nueva Administración- y su declaración previa de que EE UU se mantendrá junto con sus aliados en los potenciales polvorines de la región. Su rotundo mensaje ayer apoyando una Macedonia unida sugiere que, tras las experiencias de Bosnia y Kosovo, Washington comienza a valorar las ventajas de implicarse en determinados conflictos antes de que acaben exigiendo una intervención masiva.

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