Columna

Impasible el ademán

Según la EPA, durante el último trimestre del año pasado descendió el número de ocupados en España. Se destruyó empleo neto, lo que no sucedía desde 1994. Si queremos saber cómo ha empezado este año el mercado de trabajo, veremos que enero ha registrado el mayor aumento de paro desde 1987. Desde hace 13 años, incluida la recesión de los noventa, no se había registrado un aumento de tal entidad. Suena fuerte, preocupante, pero las autoridades no pestañean. El último dato de crecimiento trimestral del PIB suministrado por Eurostat mostraba que el PIB español estaba creciendo a una tasa anualizad...

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Según la EPA, durante el último trimestre del año pasado descendió el número de ocupados en España. Se destruyó empleo neto, lo que no sucedía desde 1994. Si queremos saber cómo ha empezado este año el mercado de trabajo, veremos que enero ha registrado el mayor aumento de paro desde 1987. Desde hace 13 años, incluida la recesión de los noventa, no se había registrado un aumento de tal entidad. Suena fuerte, preocupante, pero las autoridades no pestañean. El último dato de crecimiento trimestral del PIB suministrado por Eurostat mostraba que el PIB español estaba creciendo a una tasa anualizada del 2,4%, por debajo del 2,8% de crecimiento de la zona euro. Pero aquí los gobernantes permanecen imperturbables viendo cómo España crece por debajo de nuestros socios del euro.

Esta actitud impasible ante el deterioro de la producción y del empleo no va a impedir que la gente se dé cuenta de lo que está pasando: cuando, como ha sucedido en los últimos años en España, se descuida la inflación hasta el extremo de situarla al doble de la europea, ese aumento de los precios acaba comiéndose las rentas salariales, los menores salarios hacen que el consumo se resienta y la desaceleración de la demanda termina perjudicando la producción y el empleo. Esto es lo que está pasando, aunque se mire para otro lado.

Las explicaciones basadas en los enemigos exterior e interior -la desaceleración de la economía mundial y la inmoderación salarial- no sirven para explicar los problemas actuales de la economía española. Todo el mundo sabe que el año 2000 ha sido el mejor de la economía mundial en 20 años y justamente en ese año hemos empezado a crecer por debajo de los países de la zona euro. La desaceleración del crecimiento mundial que se va a producir en el 2001 no puede explicar problemas que son anteriores y propios, aunque, ciertamente, puede agravarlos. Aquí podría suceder como con la inflación: España aumentó su diferencial de inflación antes de que el petróleo subiera de precio, pero su subida fue utilizada para ocultar nuestro problema. En cuanto a la segunda explicación, la que intenta echar la culpa a los salarios de los actuales problemas en el mercado de trabajo, no pasa de ser un sarcasmo, pues los salarios no sólo no aumentaron, sino que se redujeron en términos reales durante el año pasado.

En este contexto de franca desaceleración sorprende que, tal como reveló el martes el INE, la inflación subyacente haya continuado su ascenso en enero de este año. La tasa anual del IPC total bajó tres décimas hasta el 3,7%, pero ello se debe, casi exclusivamente, a la caída de los carburantes. De esta caída se han beneficiado los consumidores con retraso, pues en Europa se produjo el mes pasado. Si comparamos nuestra inflación con la de nuestros socios, se nos ha acabado también el consuelo de que los hay peores. El índice armonizado de Irlanda, cuya inflación superaba siempre a la de España en varios puntos, ha bajado ya al 3,9% mientras España está en el 3,8%. Seguimos lejos de los mejores países, pero cada vez estamos más cerca de los peores. Estamos ya a una distancia de una décima del último de la cola.

Hacen bien nuestras autoridades en pedir ayuda a los sindicatos para resolver los problemas que crearon al dejar dispararse la inflación, y harán bien los sindicatos en hacerlas caso. Pero no basta. Los resultados de la economía española no pueden depender exclusivamente de que los sindicatos sigan aceptando pérdidas de salarios reales o de que Greenspan siga acertando y la economía mundial se recupere. Aquí también quedan algunos deberes. Las privatizaciones se han parado desde que se formó el nuevo Gobierno. De competencia se sigue hablando mucho, pero se sigue haciendo lo contrario de lo que se dice. El Gobierno aprueba un Plan Hidrológico y se olvida de implantar antes un mercado del agua. Se retrasan las nuevas licencias de UMTS. Se sigue predicando el déficit cero mientras, debajo de la mesa, se utiliza la financiación extrapresupuestaria para muchos y diversos gastos, como tan bien ha explicado el profesor Barea. El mercado de trabajo sigue sin flexibilizarse desde 1994. Son sólo algunos ejemplos.

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