El retiro americano

Juan Villalonga, de 47 años, fue desigando presidente de Telefónica en 1996 a propuesta del primer Gobierno de su amigo de la infancia, José María Aznar, y abandonó la compañía en julio de 2000, enfrentado a La Moncloa, el PP, los bancos accionistas de la operadora -BBVA y La Caixa- y a la práctica totalidad de los profesionales con los que desembarcó en la primera empresa española.

Sus primeras decisiones en Telefónica apuntaban ya una gestión convulsa. Sus cuatro años en la empresa estuvieron marcados por el desembarco de la compañía en el sector de los medios de comunicación, la ines...

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Juan Villalonga, de 47 años, fue desigando presidente de Telefónica en 1996 a propuesta del primer Gobierno de su amigo de la infancia, José María Aznar, y abandonó la compañía en julio de 2000, enfrentado a La Moncloa, el PP, los bancos accionistas de la operadora -BBVA y La Caixa- y a la práctica totalidad de los profesionales con los que desembarcó en la primera empresa española.

Sus primeras decisiones en Telefónica apuntaban ya una gestión convulsa. Sus cuatro años en la empresa estuvieron marcados por el desembarco de la compañía en el sector de los medios de comunicación, la inestabilidad en la cúpula directiva, la infidelidad con los aliados internacionales, la revalorización de la acción como principio dominante y las stock options (opciones sobre acciones). Villalonga prescindió de casi todos los veteranos de Telefónica nada más llegar y se arrojó a los brazos de McKinsey, la consultora para la que trabajó durante nueve años, con lo que se ganó la desconfianza de la plantilla -anunció 20.000 despidos durante el tramo final de la privatización que él dirigió- y del sector -llamó 'parásitos' a sus competidores y se ofreció como comprador de Retevisión-.

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Deterioro de relaciones

A finales de 1999, cuando se descubrió que había establecido un sistema de remuneración para 100 directivos elegidos que acabarían repartiéndose unos 71.000 millones de pesetas, empezó su cuenta atrás en la compañía. El asunto salpicó la campaña electoral del PP, pero ni aún así, Villalonga atendió las peticiones de Aznar para que renunciara a las opciones.

Las relaciones entre los antiguos amigos se habían deteriorado a causa de los continuos viajes de Villalonga a Miami para encontrarse con la viuda de Emilio Azcárraga, el Tigre, propietario de Televisa, mientras tramitaba su separación de Concha Tallada, íntima amiga de la esposa del presidente Aznar.

En los últimos siete meses ha guardado silencio, casi recluido, junto a su compañera sentimental y de su pequeña hija, Paulina, descansando en Los Ángeles (California) y Miami (Florida). En Madrid guarda todavía algunos amigos y ha visitado España para resolver su divorcio y una herencia problemática. De los miembros de su antiguo equipo sólo mantiene contacto con Manuel García Durán, el último presidente de Telefónica Media bajo su mando, y con José María Mas, que fue el encargado de negociar su renuncia a la presidencia de Telefónica, la indemnización y el compromiso de que el nuevo equipo no revolvería los cajones para aclarar asuntos como la compra de la productora Endemol o el alto precio pagado por Lycos.

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