VISTO / OÍDO

Soberanía

No necesitaba advertir el ministro de Exteriores que el acuerdo con Estados Unidos no afecta a la soberanía de España: no la hay. Pocos países civilizados la tienen, y los jefes de Estado y de Gobierno, de una manera abstracta. Somos globales. Incluso la antiglobalización se va a mostrar globalizadora, en Belo Horizonte, donde los manifestantes de antaño van a decidir que la globalización es buena si se expulsa de ella a los capitalistas. Esto se llamó internacionalismo, y hubo una Internacional: el mundo está lleno de tumbas y las calles de pobres que lo intentaron. Perdieron ya.

Españ...

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No necesitaba advertir el ministro de Exteriores que el acuerdo con Estados Unidos no afecta a la soberanía de España: no la hay. Pocos países civilizados la tienen, y los jefes de Estado y de Gobierno, de una manera abstracta. Somos globales. Incluso la antiglobalización se va a mostrar globalizadora, en Belo Horizonte, donde los manifestantes de antaño van a decidir que la globalización es buena si se expulsa de ella a los capitalistas. Esto se llamó internacionalismo, y hubo una Internacional: el mundo está lleno de tumbas y las calles de pobres que lo intentaron. Perdieron ya.

España comenzó a perder su soberanía a partir de la I Guerra Mundial: la última en la que fuimos neutrales. En la segunda no lo fuimos. Fuimos 'no beligerantes', que es otra forma oficial de abordar una guerra: se está con un bando, pero sin combatir.

Aparte de que mandamos una división a la guerra, después de que el Eje mandase aquí a las suyas y acabaran con la soberanía española. Y el propio Franco cambió de dirigentes, recibió aquí a Eisenhower, entregó un montón de bases que no han cesado de servir a Estados Unidos y que han sido utilizadas en sus guerras coloniales (incluso para bombardear la casa de Gaddafi en Libia, donde mataron a su ahijada), que finalmente también son las nuestras: mandamos una porcioncilla de combatientes y hasta 12 de ellos desfilaron por la Quinta Avenida bajo el confeti de los vencedores. Ya estábamos en la OTAN, y en la Europa económica y en la moneda única; y ahora damos nuevo vigor a dos bases americanas, o sea, 'de uso conjunto': por las cuales tenemos un submarino atómico en apuros en Gibraltar. Al mismo tiempo convertimos el territorio en partes, que cada vez son más centrífugas: no hay soberanía: y no sé si la Constitución o una situación implícita impide llamar 'soberano' al Rey: no lo es.

Ni nadie. No lo es ninguna otra nación de este grupo: y las que se declararon independientes están peor. Su soberanía es sobre la nada. No sé si hay otra opción, si esto es inevitable, si es lo mejor. Es.

Conviene no usar en vano la palabra soberanía, a menos que se convierta en lo que son ya otras: democracia, libertad. Leo ayer en Abc al ilustre jurista Manuel Jiménez de Parga, que propone 'la deslegalización de cualquiera que pretenda destruir nuestra democracia'. No pretendo destruir la democracia de Jiménez de Parga, sino la mía, la del régimen en que yo vivo, y algunos millones de españoles, que querrían que fuera la original, y no la virtual.

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