EL FUTURO DE EUROPA

Francia activa un mecanismo excepcional para desatascar la cumbre de Niza

ENVIADOS ESPECIALESLos líderes europeos, lo mismo católicos que protestantes, tuvieron que pasar ayer por el confesionario. Jacques Chirac, presidente de Francia, país que preside este semestre la UE, puso en marcha un mecanismo excepcional para desatascar la cumbre de Niza. Uno detrás de otro, Chirac recibió a los jefes de Estado o de Gobierno para escuchar sus posiciones y conocer en qué puntos está dispuesto a ceder cada uno. De esa confesión saldrá hoy el catálogo de penitencias que debería cumplir cada uno para propiciar un acuerdo unánime.

"Todos deben hacer un esfuerzo", insistió...

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ENVIADOS ESPECIALESLos líderes europeos, lo mismo católicos que protestantes, tuvieron que pasar ayer por el confesionario. Jacques Chirac, presidente de Francia, país que preside este semestre la UE, puso en marcha un mecanismo excepcional para desatascar la cumbre de Niza. Uno detrás de otro, Chirac recibió a los jefes de Estado o de Gobierno para escuchar sus posiciones y conocer en qué puntos está dispuesto a ceder cada uno. De esa confesión saldrá hoy el catálogo de penitencias que debería cumplir cada uno para propiciar un acuerdo unánime.

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"Todos deben hacer un esfuerzo", insistió Chirac al anunciar el sistema de consultas bis a bis, sólo utilizado en contadísimas ocasiones en un Consejo Europeo. "Son temas muy sensibles para las opiniones públicas y para los diferentes poderes", y por eso "cada país, sin excepciones, tiene que aceptar dar un paso para llegar a un acuerdo".El mecanismo, que en la jerga de la UE se conoce como el del confesionario, fue explicado a primera hora de la tarde por el jefe del Gobierno francés, Lionel Jospin. "Se trata", reconoció, "de poner a prueba a cada país" ante posibles compromisos. "Cuando veamos cómo reaccionan a nuestras propuestas, presentaremos nuestra alternativa". Suecia, próxima presidencia semestral de la UE, abrió el turno: 15 minutos de confesión. Le siguieron Bélgica, España, Dinamarca, Reino Unido... y así hasta Portugal, último país que ha presidido antes de Francia. Cada líder europeo, acompañado de un asesor (normalmente el ministro de Exteriores) se confesó con Chirac y Jospin, mientras el ministro francés para Europa, Pierre Moscovici, tomaba notas. A la salida, pocas explicaciones. "Es que estamos bajo secreto de confesión", reía Piqué.

La iniciativa tuvo como precedente inmediato la cena del jueves en el palacio Lascaris, cuando por primera vez los líderes europeos abordaron los temas más sensibles de la cumbre: reparto de votos entre los países en el Consejo de ministros de la UE, futura composición de la Comisión y adopción de más decisiones por mayoría cualificada en lugar de por unanimidad.

"La cena fue útil", afirmó Jospin, porque hubo "un sincero y profundo intercambio de opiniones". Eso sí, añadió, "no hubo grandes movimientos". Es decir, nadie modificó sus posiciones. Según fuentes que han conocido el desarrollo del encuentro, Chirac y el canciller alemán, Gerhard Schröder, protagonizaron la velada. El líder alemán no evocó en esta ocasión la II Guerra Mundial, pero sí insistió en que Alemania y Francia deben seguir manteniendo el mismo número de votos para mantener el equilibrio en la UE. Schröder, en cambio, hizo hincapié en que la UE debe construirse mirando al futuro, "y no al pasado".

Pese a todo, el clima de la cena "fue bueno", como coincidieron en asegurar fuentes diversas, incluidas francesas y alemanas. Quizá porque todos coinciden en que debe alcanzarse un acuerdo hoy o mañana. Al mediodía de ayer, una vez que la cumbre dejó zanjados los otros temas de la agenda no relacionados con la reforma institucional, el secretario general del Consejo, Javier Solana, llegó a decir que había "un principio de acuerdo".

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Las apuestas otorgan muchas posibilidades de triunfo a los países pequeños en el contencioso sobre el tamaño de la Comisión. Diferentes delegaciones coinciden en asegurar que parece casi imposible poner freno ahora a la aspiración de varios países (sobre todo Austria, Irlanda y Portugal y, en menor medida, Suecia) de seguir teniendo al menos un comisario por país y que los grandes deberán conformarse con fijar una nueva cita, dentro de unos años, para volver a discutir al cuestión.

También parece calar la exigencia de los pequeños de que, si una decisión no tiene el aval de una mayoría de países, la decisión quede pendiente de aprobación. Y la guerra sigue abierta en un asunto clave para España: cuántos países (tres como quiere Madrid o cuatro como exigen los pequeños) deberán ser necesarios para poder bloquear un acuerdo.

El contencioso franco-alemán sigue sin despejarse. Aunque Francia gana enteros, no falta quien cree que Alemania no se conformará con el paquete de reformas a discutir en el año 2004 y que exigirá también romper la paridad de votos.

Menos conflictos parecen asomar en la cuestión de las cooperaciones reforzadas, el sistema que permitirá avanzar más en la integración a quienes más quieren hacerlo. Se dibuja un acuerdo nítido para flexibilizar el mecanismo tanto en política exterior como en algunos capítulos de la defensa. Al menos en lo que afecta a la colaboración en la industria militar.

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