Editorial:

Temor difuso

Noviembre ha sido un mes dramático para las bolsas mundiales. La de Madrid ha perdido el 8,81%, el Ibex ha caído el 11%, la Bolsa de Nueva York está perdiendo durante el mes el 6% y el Nasdaq, el índice que recoge los valores tecnológicos, simplemente se ha desplomado: el 25% en los 30 días del mes y el 50% desde marzo. Los mercados están recogiendo el temor difuso a un empeoramiento de la economía mundial, inquietud confirmada de vez en cuando por algunos datos, como es el caso del descenso del crecimiento económico de EE UU en el tercer trimestre del año al 2,4%, desde las tasas superiores a...

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Noviembre ha sido un mes dramático para las bolsas mundiales. La de Madrid ha perdido el 8,81%, el Ibex ha caído el 11%, la Bolsa de Nueva York está perdiendo durante el mes el 6% y el Nasdaq, el índice que recoge los valores tecnológicos, simplemente se ha desplomado: el 25% en los 30 días del mes y el 50% desde marzo. Los mercados están recogiendo el temor difuso a un empeoramiento de la economía mundial, inquietud confirmada de vez en cuando por algunos datos, como es el caso del descenso del crecimiento económico de EE UU en el tercer trimestre del año al 2,4%, desde las tasas superiores al 5,5% que se habían registrado en la primera parte del año.La caída persistente de las bolsas refleja el convencimiento de los inversores de que las condiciones económicas durante el año 2001 irán probablemente a peor. Están, pues, descontando un cambio de tendencia. Pero éste no es el único factor. La espera en las elecciones estadounidenses no ha contribuido a tranquilizar los ánimos. Además, los malos resultados de las mejores empresas estadounidenses -los blue chips, cuya evolución influye poderosamente en el estado de ánimo de los mercados-, como Intel, Xerox o Compaq, han alentado el clima de pesimismo latente.

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Estamos viviendo, pues, un periodo de incertidumbre bursátil al que es muy difícil encontrar causas objetivas. Es verdad que el precio del petróleo está en el origen de esta especie de zozobra financiera universal; pero no es menos cierto que la economía global dispone de más y mejores recursos para encajar el choque petrolero. Lo más seguro es que las bolsas, después de más de un lustro de subidas imparables de las cotizaciones en EEUU, estén reflejando una situación más compleja, correspondiente a un cambio de ciclo de la economía, mezclado con la aparición de dudas sobre algunos de los pilares empresariales sobre los que se asentaba la parte más débil de la nueva economía, como es el caso de los portales de Internet.

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Con bastante probabilidad, no hay riesgo de crash. Siempre y cuando los inversores y ahorradores mantengan su actitud actual, que es la de asimilar con serenidad el impacto de unos cambios económicos que serán sin duda más profundos de lo que ahora puede medirse con precisión.

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