Cartas al director

Sanidad pública

Como jefe de servicio en el hospital universitanio Príncipe de Asturias, de Alcalá de Henares, que ha sido reconocido este año por una consultora externa, igual que hace dos por el propio Insalud, como uno de los mejores en su categoría, quisiera decirle que eso nos va a servir para muy poco. Y nos va a servir para poco (o nada) porque la gran enfermedad del Insalud (¿o de toda la sanidad pública?) es que no es capaz de distinguir entre quienes se esfuerzan y quienes no lo hacen. Con esa incapacidad para distinguir entre unos y otros estamos consiguiendo que nuestros mejores profesionales vaya...

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Como jefe de servicio en el hospital universitanio Príncipe de Asturias, de Alcalá de Henares, que ha sido reconocido este año por una consultora externa, igual que hace dos por el propio Insalud, como uno de los mejores en su categoría, quisiera decirle que eso nos va a servir para muy poco. Y nos va a servir para poco (o nada) porque la gran enfermedad del Insalud (¿o de toda la sanidad pública?) es que no es capaz de distinguir entre quienes se esfuerzan y quienes no lo hacen. Con esa incapacidad para distinguir entre unos y otros estamos consiguiendo que nuestros mejores profesionales vayan perdiendo interés personal o abandono intelectual.Sobre la sanidad pública se necesita un gran debate social y político sin cinismo y sin prejuicios. Los problemas están identificados desde hace mucho, pero ningún gobierno ha querido tomar medidas que pudieran parecer impopulares. El paso del tiempo no ha hecho sino aumentar el embrollo. La sociedad pide una sanidad pública mejor, pero no quiere saber cuánto cuesta y casi nadie reconoce que con los medios disponibles la sanidad que tiene es muy buena. Los sindicatos se debaten entre la igualdad de todos los trabajadores y la defensa del Sistema Público de Salud, cayendo en algunas contradicciones insalvables. Y entre los médicos hay de todo, pero abundan, afortunadamente, los que quieren hacer bien su trabajo y que eso tenga una repercusión personal y de progreso profesional.

Muchos asistimos perplejos al hecho de que, por un lado, el acceso a nuestra profesión se ha modernizado radicalmente, dando oportunidades a los mejor preparados, debiendo superar ahora los jóvenes estudiantes una fuerte selectividad, seis años de formación universitaria, un durísimo examen-oposición, cuatro o cinco años de especialidad y probablemente un examen de salida; y por otro lado, nos encontramos con que puede dar lo mismo preocuparse más o menos de los enfermos, utilizar mejor o peor los recursos, atender o no a nuestra formación continuada, hacer o no investigación, y así sucesivamente.

Es urgente que haya un debate político, social y profesional que aporte medidas que sirvan para reconocer y estimular el esfuerzo de los profesionales que trabajan para conseguir una medicina pública de excelencia.- Ignacio Cobeta. Madrid.

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