Tribuna:

Efectos ideológicos

¿Gore o Bush? Lo que los estadounidenses decidan mañana en su elección local tendrá también repercusiones ideológicas globales. Ninguno de los dos principales candidatos tiene un perfil ideológico excesivamente marcado, pero su elección sí puede tenerlo de cara a la configuración del debate político en los próximos años, y no sólo porque haya sido el primer país importante en el que el debate central haya girado sobre qué hacer con el superávit estatal. Baste comparar la ecuación que supone tener en la Casa Blanca a Gore; en el Palazzo Chigi a Francesco Rutelli, que viene del radica...

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¿Gore o Bush? Lo que los estadounidenses decidan mañana en su elección local tendrá también repercusiones ideológicas globales. Ninguno de los dos principales candidatos tiene un perfil ideológico excesivamente marcado, pero su elección sí puede tenerlo de cara a la configuración del debate político en los próximos años, y no sólo porque haya sido el primer país importante en el que el debate central haya girado sobre qué hacer con el superávit estatal. Baste comparar la ecuación que supone tener en la Casa Blanca a Gore; en el Palazzo Chigi a Francesco Rutelli, que viene del radicalismo y el ecologismo; en el Elíseo a Jospin, y en Downing Street a, pieza básica en este engranaje, Blair, frente a una conjunción de Bush, Berlusconi, Chirac reelegido, y William Hague en Londres, suponiendo que Schröder, el más seguro en su puesto, siga. Pero, dado el debilitamiento de varios de los actuales Gobiernos de centroizquierda, el segundo escenario no es nada improbable. Todo puede cambiar en menos de dos años.Tras el influjo de la pareja Reagan-Thatcher en el neoliberalismo de la derecha, Clinton ha sido el presidente de EE UU que desde Roosevelt más ha marcado la agenda ideológica internacional, esta vez en la izquierda moderada, con unos presupuestos de una Tercera Vía que puede haber perdido su nombre pero no su contenido, y que lleva a casar el liberalismo bien entendido como un conjunto de valores, con la idea de justicia social. Es bajo Clinton que se ha tejido esa red de dirigentes progresistas como un atisbo de respuesta a los problemas de la globalización, superada la guerra fría. En una situación en la que EE UU es la potencia preponderante, supone la lógica participación del mundo del Partido Demócrata estadounidense en los debates ideológicos de la izquierda en este cambio de siglos. Es sabido que Aznar ha querido entrar en este club, pero es un coto en el que sólo se admite a la centroizquierda.

Es difícil calibrar si la coincidencia de progresistas en el poder en Estados Unidos y en Europa, con todas sus diferencias, responde a una razón común, a la búsqueda de respuestas parecidas, aunque locales, a problemas cada vez más globales. Cuando deje la Casa Blanca, Clinton puede aspirar a seguir encabezando y agitando estos debates, y algunos promueven un papel para él en este ámbito. Claro que si, como señalan algunos observadores, gana Gore, el interlocutor será el nuevo presidente, pues los otros dirigentes europeos e internacionales querrán tratar con el nuevo inquilino de la Casa Blanca antes que con cualquier otro. Si pierde su actual vicepresidente, Clinton puede desempeñar este papel, incluso reforzado por Hillary, si ésta entra en el Senado y se convierte en líder de los demócratas para las siguientes presidenciales. Si gana Bush, este proyecto progresista internacional, paralelo aunque diferente al de la Internacional Socialista, podría perder peso e interés. No es descartable que Bush intentara copiar el modelo de debate ideológico en red de Clinton, para su propios intereses y preferencias, se agrupen o no bajo el llamado capitalismo compasivo.

¿Cómo quedaría Aznar, hasta el 2004, en estas ecuaciones geo-ideológicas? Ya se ha dicho en otras ocasiones: ante la preponderancia del centroizquierda en los ejecutivos de los Estados de la UE, el presidente del Gobierno español goza de un plus, al verle los demás como el referente del centroderecha, con, además, algunos vínculos especiales con Blair, y su buena relación con Berlusconi, que le debe favores políticos. Ante la posibilidad de que Bush, Berlusconi y otros de ese campo lleguen al poder, Aznar no sería ya el único referente de esa familia, pero quizá sí seguiría siendo central (y sus ambiciones pos-Moncloa se pueden ver favorecidas). No serán muchos los que quieran tratar demasiado estrechamente con un Berlusconi en alianza con los pos-fascistas y con una preocupante acumulación de poder televisivo, privado y público, una situación insólita, que sólo se dio una vez antes; con él. ¿Bush o Gore?

aortega@elpais.es

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