Entrevista:Romano Prodi. Presidente de la Comisión Europea

"La política exterior de la UE no puede estar partida en dos"

El presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, defiende que las tareas del representante de Política Exterior, mister PESC, que ahora desempeña Javier Solana, recaigan en el futuro en esa institución y además en una sola persona. "¿Por qué Solana no puede ser el sucesor de Solana con un papel de vicepresidente de la Comisión?", se preguntaEn su primer año de mandato al frente de la Comisión Europea ha sido acusado permanentemente de lanzar escasas propuestas y de propiciar la pérdida de peso de la institución. El pasado día 2, sin embargo, Romano Prodi, de 51 años, decidió h...

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El presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, defiende que las tareas del representante de Política Exterior, mister PESC, que ahora desempeña Javier Solana, recaigan en el futuro en esa institución y además en una sola persona. "¿Por qué Solana no puede ser el sucesor de Solana con un papel de vicepresidente de la Comisión?", se preguntaEn su primer año de mandato al frente de la Comisión Europea ha sido acusado permanentemente de lanzar escasas propuestas y de propiciar la pérdida de peso de la institución. El pasado día 2, sin embargo, Romano Prodi, de 51 años, decidió hablar claro y pronunciar el que muchos consideran ya como su principal discurso desde que preside el Ejecutivo europeo. Un discurso polémico en el que ataca a los Quince por fomentar una Unión Europea basada en el poder de los Gobiernos en perjuicio del sistema comunitario que, a su juicio, encarna la Comisión Europea.Pregunta. ¿Por qué ha elegido este momento para lanzar esos mensajes?

Respuesta. Hay una regla general en política que dice que primero se habla y luego se hace la estrategia. Yo intento hacer lo contrario. Un par de veces he tenido la tentación de iniciar los grandes debates sobre el futuro de Europa. Pero no lo he hecho porque, dada la situación de debilidad que tenía la Comisión cuando llegué aquí, no hubiera sido escuchada. Podía haber hecho este discurso desde finales de julio, pero escogí septiembre para esperar al resultado del referéndum danés y no ser acusado de interferir.

P. Algún periódico ha titulado: La Comisión ha resucitado. ¿Estaba muerta?

R. La Comisión no estaba muerta, pero estaba, como se dice en términos atléticos, en un retiro para entrenarse. Hemos hecho muchas cosas en ese periodo de preparación.

P. ¿Y no cree que algunos países, sobre todo los grandes, se pueden sentir agredidos por las acusaciones de que está ganando terreno lo intergubernamental?

R. No, porque es una mera descripción de los hechos y, sobre todo, porque ése no es el equilibrio institucional sobre el que está fundada Europa. Por tanto, está claro que puede que algunos pensaran en otros diseños, pero ninguno puede contestar la base jurídica y política de mi discurso.

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P. El desequilibrio institucional empezó hace ya unos años y su culminación fue la dimisión de la anterior Comisión, de la que el Parlamento fue uno de los principales responsables. Sin embargo, usted apenas tuvo palabras de reproche para el Parlamento.

R. Me han reprochado incluso que haya buscado un acuerdo con el Parlamento. Ha sido uno de mis objetivos principales, pero no porque tuviera miedo de convertirme en una Comisión Santer dos, digámoslo así. Quise y quiero el acuerdo, porque, en el triángulo institucional europeo, el Parlamento tiene un papel importante, en cuanto que representa una de las dos fuentes de legitimación democrática de las instituciones europeas. La otra es el Consejo.

P. ¿No es contradictorio atacar lo intergubernamental, pero mantener ese mismo esquema al decidir el número de miembros de la Comisión?

R. En la Comisión actual, los comisarios no representan a los Gobiernos; representan a la Comisión. En ocasiones, comisarios de un mismo país tienen tesis distintas. La Comisión tiene un alma propia, una filosofía propia y una fuerza propia. Pero ha sido el único punto en que la Comisión ha dejado una doble posibilidad: o bien un representante por Estado miembro o bien un número inferior de representantes que roten. Está claro que nosotros, por eficacia de la Comisión, preferiríamos un número pequeño de comisarios en rotación, pero sabemos perfectamente que la rotación debe ser idéntica para todos. Si no, nunca sería aceptada.

P. En su discurso predomina el no: no a la Europa intergubernamental, no a la política exterior en manos de mister PESC. La única propuesta en positivo es que la Comisión sea la voz del euro.

R. No es verdad. Hablo de la reforma institucional, de las cooperaciones reforzadas, de la extensión del voto por mayoría cualificada, de limitar el veto...

P. Ésas son las propuestas que ya están encima de la mesa para la reforma, no son nuevas.

R. Cierto, pero... hay una serie de propuestas concretísimas.

P. Pero las propuestas concretas son en sentido negativo: no a los altos representantes que puedan estar especulándose en el área monetaria y económica...

R. Madre mía, ¡cómo sois los españoles! Aclaremos de una vez por todas el problema del alto representante. En primer lugar, el discurso se lo leí antes a Solana, sólo a él, para explicarle la parte que le atañía. Ese discurso no tiene ninguna posibilidad de referirse ni a mí ni a Solana, porque está claro que es una reforma esencial que va más allá de mi Comisión y de Solana. Pero debo constatar que la UE no puede tener la política exterior partida en dos: uno hace las ayudas, el otro hace la política de armamento, el otro va a tratar... ¡Esto no es política exterior! La política exterior supone unirlo todo en una sola persona. ¿Por qué Solana no puede ser el sucesor de Solana con un papel de vicepresidente de la Comisión?

P. El Financial Times, que no es un diario español, dice que a lo mejor no ha sido el momento más oportuno para poner en cuestión el cargo de mister PESC.

R. No es un diario español, pero son las mismas palabras que Javier me ha contestado. Exactamente las mismas. Pero tienen ustedes que decidirse: no se puede escribir que Prodi ha dormido demasiado y luego que ha hablado demasiado pronto. Todos saben que es necesaria una voz. Ha ocurrido lo mismo con el problema de la energía. Partimos en Europa con políticas energéticas nacionales. Y al final se crea un mercado europeo: fusiones entre empresas, las sociedades multinacionales contribuyen a hacer un mercado único... Pero, al llegar la crisis petrolífera, cada Gobierno va por su cuenta y al final se reúnen en Luxemburgo y no se puede tomar ninguna decisión porque no hay una autoridad que pueda tomarla.

P. ¿Es coherente reclamar las funciones de mister PESC y en cambio no reclamar que la política exterior, que en un 80% es intergubernamental, pase a ser una política comunitaria?

R. Simplemente digo que hay una fragmentación de funciones en la política exterior, que la hace ineficaz. Hoy, las relaciones exteriores se dividen en dos funciones fundamentales: la diplomática -que corresponde a Solana- y el comercio, la ayuda y todas las otras, que están en manos de Patten. Hasta ahora trabajan bien. Lo he dicho dos veces con énfasis en el discurso. Le damos las gracias a Javier Solana por el trabajo que está haciendo. Aunque a veces con dificultades, Patten y Solana caminan de acuerdo. Pero eso es una debilidad estructural absoluta, absoluta, absoluta. Lo que he dicho es sencillamente que el sucesor de Solana, repito, el sucesor de Solana, debe tener otras funciones para que esto pueda funcionar bien. Y el papel de síntesis sólo lo puede hacer la Comisión, porque, si no, hay una fragmentación de poderes. No hay ninguna idea de crítica ni a las personas ni a los aparatos. Digo que, con este dualismo, Europa no puede ir adelante.

P. Usted reclama también que la Comisión sea la voz del euro. ¿Por qué no se ha convertido ya en la voz del euro en estos últimos meses a partir de las competencias que ya tiene?

R. He usado todas las competencias que tengo. Pero cuando voy al Ecofin y pido un mínimo de competencias para adecuaciones técnicas fiscales inevitables para que el euro funcione, enseguida aparece el veto. Hacen falta instrumentos de política económica que permitan actuar. Una estrategia que pueda acompañar la estrategia monetaria.

P. ¿Hay que comunitarizar el Eurogrupo?

R. Eso ya se verá en las próximas discusiones.

P. En Europa se han saneado las finanzas públicas y se registra mayor crecimiento que nunca. ¿No es injusto que los mercados sigan apostando por el dólar?

R. No, no, no. Estoy orgulloso de cómo funciona el euro. En cuanto al tipo de cambio, hay que tener en cuenta algo importantísimo: todavía no tenemos el euro en la mano. Lo que no va bien es el tipo de cambio. Y eso tiene dos explicaciones: todavía no lo tenemos en la mano y el enorme flujo de dinero hacia los Estados Unidos. Pero no creo que eso pueda durar mucho. Por ejemplo, ¿cree usted de verdad que la decisión de la Reserva Federal americana de preocuparse, junto a la autoridad monetaria europea, de la política monetaria europea es sólo caridad cristiana?

P. No.

R. ¡Pues ahí está! Hay que estar atentos. El gran movimiento especulativo que ha llevado al euro a una situación de debilidad está preocupando a la autoridad americana tanto como a la europea. El tipo de cambio del euro no me hace feliz, pero no lo veo como algo estructural. Lo veo como algo debido a las circunstancias, como algo que a todos interesa corregir.

P. ¿Qué futuro tiene la Carta de Derechos Fundamentales? ¿Quedará integrada en el tratado? ¿Ve usted necesario hacer una Constitución europea?

R. La Carta de Derechos Fundamentales tiene ya un valor por sí misma. Nadie pensaba que fuera posible. Su incorporación en un tratado que estará dividido en dos partes será extraordinariamente importante y positiva. La Constitución es un problema más de futuro. Espero que la Carta, en la que todos se reconocen y que espero que sea promulgada de manera solemne, sea ya un factor de identidad fuerte en el futuro de Europa.

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