"Dejé incluso de beber agua porque creí que engordaba"

Vanessa tiene 19 años y mucho tiempo perdido, el que le ha restado la anorexia. La enfermedad la castiga desde que cumplió los 15 y aún recibe atención psiquiátrica contra ese mal obsesivo. Este es su relato:"Hace cuatro años yo era una chica rellenita y no me importaba. Pesaba 57 kilos y medía 1,62. Comía normalmente, incluso chucherías. Entonces, pasé al instituto. Allí había chicos mayores y me gustaba que me miraran. Un día, en el recreo, me estaba comiendo un bocadillo y un amigo me dijo que a ver si adelgazaba. Ya no le considero mi amigo".

"Al principio no di importancia al comen...

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Vanessa tiene 19 años y mucho tiempo perdido, el que le ha restado la anorexia. La enfermedad la castiga desde que cumplió los 15 y aún recibe atención psiquiátrica contra ese mal obsesivo. Este es su relato:"Hace cuatro años yo era una chica rellenita y no me importaba. Pesaba 57 kilos y medía 1,62. Comía normalmente, incluso chucherías. Entonces, pasé al instituto. Allí había chicos mayores y me gustaba que me miraran. Un día, en el recreo, me estaba comiendo un bocadillo y un amigo me dijo que a ver si adelgazaba. Ya no le considero mi amigo".

"Al principio no di importancia al comentario, pero luego le pedí a mi madre que me pusiera a dieta", recuerda. "Ella me dijo que sí, pero que sólo durante una semana. Era un régimen de los de filete a la plancha y sin control médico. Pero no me quedé ahí. Luego dejé de desayunar. En lugar de bocadillo, en el recreo me comía una manzana".

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La joven continúa su relato: "Al cabo de tres meses, prácticamente dejé de comer. Lo hice sin que se dieran cuenta en casa. En la mesa fingía, masticaba muchas veces el mismo trozo. Me vestía con pantalones anchos y de bolsillos y, en cuanto podía, escondía en ellos la comida. Solía utilizar bolsas, para que no manchara. Luego la tiraba. Todavía no me explico cómo lo hacía, pero lograba que mi familia no se enterara de nada pese a estar en la mesa. Dejé incluso de beber agua porque creí que engordaba".

"Yo sabía que me pasaba algo, no tenía fuerzas para nada y todo me daba lo mismo", dice Vanessa. "Estaba obsesionada con la comida, sólo pensaba en eso. Pasaba un hambre horrible, pero tampoco quería comer. Si lo hacía, me saciaba rápidamente. No era capaz ni de terminar un yogur. Siempre tenía frío. Me mareaba. Mi madre me llevó al médico. Me recetaron un montón de pastillas que me tenían atontada y tuve que repetir curso. Llegué a perder 15 kilos y, cuanto más delgada estaba, más gorda me veía". Vanessa asegura que "la anorexia es una enfermedad horrible, insoportable".

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