Generación NómadaOctavi Aleixandre defiende inmuebles condenados a la destrucción

Abogado de edificios IGNACIO VIDAL-FOLCH

El verano pasado, Octavi Aleixandre organizó una protesta vecinal contra el derribo de un edificio modernista en el barrio del Raval de Barcelona, la Casa Buxeres; aquél fue su bautismo de fuego en una guerra que desde entonces no ha cesado de librar, y que ahora cuaja en un libro. Catàleg de la destrucció del patrimoni arquitectònic històrico-artístic del centre històric de Barcelona se publicará en septiembre. Se trata de una enmienda a la totalidad de las actuaciones urbanísticas del Ayuntamiento en el Raval y en los alrededores del mercado de Santa Catalina. En sus páginas afirma qu...

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El verano pasado, Octavi Aleixandre organizó una protesta vecinal contra el derribo de un edificio modernista en el barrio del Raval de Barcelona, la Casa Buxeres; aquél fue su bautismo de fuego en una guerra que desde entonces no ha cesado de librar, y que ahora cuaja en un libro. Catàleg de la destrucció del patrimoni arquitectònic històrico-artístic del centre històric de Barcelona se publicará en septiembre. Se trata de una enmienda a la totalidad de las actuaciones urbanísticas del Ayuntamiento en el Raval y en los alrededores del mercado de Santa Catalina. En sus páginas afirma que no se están haciendo bien las cosas, que se han destruido y están a punto de ser destruidos muchos edificios de valor. Que criterios e intereses políticos y económicos han privado sobre los urbanísticos en los derribos del Casc Antic.Octavi Aleixandre tiene 32 años. A los 13 o 14 le empezó a parecer que en la arquitectura de Barcelona había algo que le daba un valor añadido a la ciudad. La lectura de dos libros le ayudó a formarse una idea clara de qué era eso exactamente: Barcelona pam a pam, de Cirici Pellicer, y el primer volumen de los tres que componen Barcelona en la seva història, de Duran i Sampere. Pero a los 15 años, cuando parecía que su vida adulta se encaminaría hacia los terrenos de la arquitectura y el urbanismo, descubrió los ordenadores.

Ha estado trabajando como informático (ahora en paro), hasta que cierto día del verano pasado, paseando por el barrio, se detuvo en la esquina Hospital-Sant Jeroni y allí se le disparó un mecanismo mental. En aquella esquina se alzaba un edificio construido en 1905, de planta baja y cinco pisos, con dos escaleras independientes, con las paredes estucadas, balcones con floraciones de yeso, columnas jónicas y otros adornos y complementos, como una exhibición de todo el repertorio de recursos decorativos del modernismo. "¿Este edificio tan bonito, se lo van a cargar?", se preguntó. El edificio, Can Buxeres, ocupaba un extremo del perímetro de la que será la Rambla del Raval.

Tras informarse en la Oficina de Información Urbanística, en la plaza de las Glòries, Octavi se sintió con argumentos suficientes para enviar una instancia al Ayuntamiento sugiriendo la conveniencia de acortar la Rambla, de modo que se preservase la casa modernista. Es la "propuesta alternativa" que queda recogida en su catálogo. No obtuvo respuesta.

Octavi se alió con el único vecino que seguía viviendo en la Casa Buxeres (no estaba conforme con el piso que le proporcionaba el Ayuntamiento a cambio de salir de ella) y, encastillados en el inmueble condenado, montaron una campaña de recogida de firmas, un manifiesto, pancartas colgando de los balcones... hasta que llegaron las piquetas y la casa fue reducida a cascotes.

Como suele suceder, este revés estimuló a Octavi a empuñar la bandera de defensa de los edificios condenados del barrio. Ha proyectado un vídeo con sus tesis en el CCCB y en BTV; en mayo redactó un manifiesto que contiene muchas de las reivindicaciones del catálogo y en el que pide diálogo con el alcalde, un manifiesto firmado por una veintena de asociaciones: Taula del Raval, Òmnium Cultural, SOS Monuments (una entidad universitaria formada por profesores y alumnos y presidida por el catedrático Salvador Tarragó), Estudiants sense Fronteres Arquitectura (una ONG que se dedica a cooperar con el Tercer Mundo), Amics del Museu Clarà... Él mismo es uno de los miembros más activos de dos asociaciones: Veïns en Defensa de la Barcelona Vella y Estudiants pel Patrimoni.

Entre otros documentos, el Catàleg de la destrucció... incluye las fotos de un centenar de viejos edificios y fichas en las que se indica su nombre, situación, fecha de construcción, autor de la misma, referencias bibliográficas y una anotación sobre su actual estado. Casi siempre esa anotación se resume en la palabra derruido. Esta palabra se repite página tras página, "derruido", "derruido", "derruido".

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Un trabajo considerable para una sola persona. Octavi parece dejarse llevar lejos por su propio celo conservacionista, por ejemplo, cuando reprocha que la reciente ampliación del Museo Picasso "ha alterado notablemente la estructura de Casa Mauri, haciendo desaparecer el artesonado barroco de uno de los salones". Y sin duda algunos de los edificios listados en el catálogo bien están derruidos. Pero parece que al leer éste asistamos a una catástrofe. Octavi afirma que así es: "Cada edificio modernista es una obra de arte en sí misma, desde los planos del arquitecto hasta los detalles del último artesano, y lo que es peor, la nueva arquitectura que viene a sustituir a esas casas es de pésima calidad, especialmente las del Incasol (Instituto Catalán del Suelo) de la Generalitat, que las hace en serie, todas iguales y con materiales de baratillo".

"Hay que romper el muro de silencio sobre las obras en el casco antiguo", dice, "quiero que se produzca un debate público".

Veïns en Defensa de la Barcelona Vella: esta asociación se reúne los martes a las 21.00 horas en la iglesia de la Ajuda, calle de Sant Pere més Baix, 18, 4º piso.

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