Reportaje:PANEL DE AGOSTO

Sorpresas en el subsuelo

Arcilla roja, yeso gris, viajes de agua, galerías y criptas para enterramientos dibujan el mapa subterráneo de Madrid, perforado hasta 1.665 metros

Descender al subsuelo de Madrid es una aventura sazonada de sorpresas. Se trata de una especie de universo boca abajo, dispuesto en capas. Su primer escalón se encontraría a unos 32 kilómetros de profundidad. Es el espesor que los geofísicos de la Universidad Complutense atribuyen a la corteza de la Tierra, justo bajo el suelo madrileño. Más allá quedaría el manto, el ardiente núcleo de ferroniquel y silicatos, otro manto, otra corteza y Wellington, Nueva Zelanda. En teoría, nuestras antípodas distarían de Madrid unos 12.730 kilómetros en línea recta.Sin ir tan lejos y según documentación de l...

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Descender al subsuelo de Madrid es una aventura sazonada de sorpresas. Se trata de una especie de universo boca abajo, dispuesto en capas. Su primer escalón se encontraría a unos 32 kilómetros de profundidad. Es el espesor que los geofísicos de la Universidad Complutense atribuyen a la corteza de la Tierra, justo bajo el suelo madrileño. Más allá quedaría el manto, el ardiente núcleo de ferroniquel y silicatos, otro manto, otra corteza y Wellington, Nueva Zelanda. En teoría, nuestras antípodas distarían de Madrid unos 12.730 kilómetros en línea recta.Sin ir tan lejos y según documentación de la Universidad Complutense, la mayor profundidad alcanzada en el área de Madrid por la acción, perforadora, del hombre fue lograda en un sondeo geominero realizado por la Empresa Nacional Adaro en torno al año 1970 en las inmediaciones de Tielmes; esta localidad se encuentra a unos 40 kilómetros al sureste de la capital, cerca de la ribera del Tajuña. La prospección alcanzó 1.665 metros.

¿Qué se halló a esas profundidades? Los materiales geológicos que surgieron en torno a los 1.550 metros fueron arcillas rojas, yesos grises claros y anhidritas. Pero en lo más hondo de ese foso -exactamente a 1.652,96 metros de profundidad- fue localizado granito, el mismo componente pétreo que aflora a ras del suelo en otras latitudes de Madrid, como Alpedrete y El Escorial.

La presencia masiva de granito determinó, precisamente, la elección del interior de la basílica del Valle de los Caídos - muy cerca de donde está enterrado el general Franco-como paraje idóneo para instalar en 1979 una estación de la red sísmica nacional, considerada entonces única por sus condiciones: sobre todo, por su silencio, necesario para transmitir analógicamente sus registros. Hace algún tiempo, la salida rutinaria de un operario de la red a la basílica causó tal impresión a una mujer visitante de la tumba del dictador que sufrió, por su causa, un ataque cardiaco. Pero el área de Tielmes no es la granítica y norteña falda del Guadarrama, a 1.290 metros de altitud, sino la zona yesífera del sureste de Madrid, a unos 540 metros, sin piedra a la vista.

La cota exterior más alta de Madrid capital se encuentra en la zona de Fuencarral, con 741 metros sobre el nivel del mar, y la más baja, en la ribera del Manzanares, junto a la depuradora de La China: 552 metros. Estos 189 metros de declive han sido decisivos para el aprovechamiento de manantiales y de aguas subterráneas, mediante los viajes de agua, otra de las particularidades del subsuelo de Madrid. Abastecieron a la ciudad durante diez centurias, hasta la creación del Canal de Isabel II, mediado el siglo XIX. Sus bóvedas enladrilladas y sus arquetas aún pueden verse, indemnes, en algunos puntos de sus itinerarios, reabiertos en torno a 1920 para combatir una sequía: fueron cerrados inmediatamente porque el abandono de sus galerías contaminó las aguas, cuya ingesta causó una mortífera fiebre tifoidea.

Las bóvedas de los viajes de agua fueron imitadas por los albañiles que durante la guerra civil, desde 1936, trazaron por el subsuelo de Madrid toda una red de túneles espaciosos y frescos para proteger a la población y a los combatientes de los bombardeos de la artillería y la aviación nacionalistas. Las galerías conectaban un enclave subterráneo del mando republicano en la plaza de Chamberí, a través de la calle de Génova, con el hoy Cuartel General del Ejército, en Cibeles.

Por cierto, otra de las sorpresas del subsuelo capitalino se encuentra bajo este área, donde existe un centro blindado de control de situaciones de crisis. El recinto dista unos centenares de metros de la cámara acorazada donde el Banco de España guardaba celosamente sus depósitos de oro. El dispositivo de seguridad de esta fosa incluye, para situaciones de emergencia, su inundación por las aguas del llamado arroyo de la Castellana, que discurre desde Tetuán bajo la gran avenida madrileña. Su copioso caudal reventó la cimentación de un estacionamiento que en los años 80 tuvo que ser recimentado con gigantescas zapatas, bajo el paseo de Recoletos.

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Mención especial merecen las criptas de iglesias que albergan enterramientos. Así, a diez metros de profundidad, bajo la iglesia de la Concepción, entre las calles de Goya y Núñez de Balboa, reposan casi en secreto los restos de la escritora gallega Emilia Pardo Bazán. La cripta de la catedral de la Almudena recibirá, el próximo octubre, los restos de la reina María de las Mercedes, esposa de Alfonso XII. Muerta durante 1878 en plena juventud, fue enterrada en El Escorial, pero en su testamento dispuso su deseo de descansar en la catedral madrileña.

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