Un cambio de clima

El desencuentro entre el jefe del Gobierno alemán, Gerhard Schröder, y el del español, José María Aznar, que no se han visto durante las vacaciones del primero en Mallorca, insinúa un cambio de clima en las relaciones entre los dos países.Esta perturbación se palpa en el ambiente desde hace unos meses. Quedan lejos los días en que sus predecesores, Helmut Kohl y Felipe González, intercambiaban declaraciones de amor con sus "mi amigo Jermu" y "mi amigo Filip".

Entre Schröder y Aznar parece abierta una lucha por intereses materiales, muy inmediatos, en los que no hay mucho espacio para la...

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El desencuentro entre el jefe del Gobierno alemán, Gerhard Schröder, y el del español, José María Aznar, que no se han visto durante las vacaciones del primero en Mallorca, insinúa un cambio de clima en las relaciones entre los dos países.Esta perturbación se palpa en el ambiente desde hace unos meses. Quedan lejos los días en que sus predecesores, Helmut Kohl y Felipe González, intercambiaban declaraciones de amor con sus "mi amigo Jermu" y "mi amigo Filip".

Entre Schröder y Aznar parece abierta una lucha por intereses materiales, muy inmediatos, en los que no hay mucho espacio para las amistades.

Sobre el tapete se encuentra el contencioso de la venta a un consorcio de Estados Unidos de la empresa española de armamento Santa Bárbara.

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Los alemanes lo consideran casi una traición a los intereses europeos. Lo perciben como un caso, al revés, del de Superlópez, José Ignacio López de Arriortúa, que llegó a Alemania con los secretos de la General Motors.

Temen que la tecnología de su blindado más emblemático, el Leopard II, acabe en manos de la industria de armamento norteamericana. Esto enturbia sus relaciones con España.

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Tampoco contribuye a mejorar la química entre Aznar y Schröder la inclinación del presidente español hacia el primer ministro británico, Tony Blair, y la reticencia española ante las nuevas teorías sobre Europa del eje Berlín-París.

Por añadidura, no parece Schröder muy propicio a favorecer las ambiciones españolas de entrar en el G-8 de los países más ricos. Incluso se atribuye al canciller la frase de que no puede entrar en él quien todavía recibe fondos europeos de cohesión.

Bastantes indicios, pues, de un cambio de clima.

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