El Ayuntamiento ordena la clausura del mayor 'hipermercado del sexo' por carecer de licencia

La Gerencia Municipal de Urbanismo ha decretado el cierre del Club Social Barajas, el mayor hipermercado del sexo de Madrid, con 150 camas, porque el establecimiento carece de licencia de funcionamiento. Los técnicos de Urbanismo, acompañados de la Policía Municipal, acudirán hoy a precintar el local. Los propietarios del club y las chicas que trabajan ahí deberán desalojar el inmueble a la llegada de la policía. El local lleva abierto desde el pasado diciembre. El establecimiento está situado en el kilómetro 13,1 de la carretera de Barcelona, en sentido Madrid.

El Club Social Barajas o...

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La Gerencia Municipal de Urbanismo ha decretado el cierre del Club Social Barajas, el mayor hipermercado del sexo de Madrid, con 150 camas, porque el establecimiento carece de licencia de funcionamiento. Los técnicos de Urbanismo, acompañados de la Policía Municipal, acudirán hoy a precintar el local. Los propietarios del club y las chicas que trabajan ahí deberán desalojar el inmueble a la llegada de la policía. El local lleva abierto desde el pasado diciembre. El establecimiento está situado en el kilómetro 13,1 de la carretera de Barcelona, en sentido Madrid.

El Club Social Barajas ocupa una parcela de 3.541 metros cuadrados que está rodeada por una valla pintada de color rosa. Tiene unas 150 habitaciones con cama, televisión y baño, según informó ayer la Gerencia Municipal de Urbanismo. Además, dispone de restaurante, una sala de fiestas y un aparcamiento con capacidad para unos 200 vehículos. Los propietarios del local tienen previsto convertirlo en un gran centro con peluquería, restaurante, marisquería, restaurante erótico, gimnasio, joyería y tienda de prensa, según la publicidad del local.El Club Barajas se levanta sobre suelo urbanizable no programado, donde no está permitida la actividad hotelera ni la de restaurante, ni tampoco la de sala de fiestas. Antes era un club deportivo, con dos pistas de tenis, conocido como Los Troncos, según publicó ayer Abc. Ese club sí contaba con licencia de actividad.

Los actuales propietarios del Club Social Barajas se lo compraron en 1998 a los propietarios del polideportivo y reformaron el local. "Lo hicieron por las bravas, sin tener la preceptiva licencia de obra", afirmó ayer el gerente de Urbanismo, Luis Armada. Los propietarios sacaron una licencia de obra menor para reformar el interior del club deportivo. "Pero esa licencia es insuficiente para la obra que al final han realizado", explicó ayer Luis Armada.

En diciembre de 1999 se estrenó el prostíbulo. Desde entonces funciona sin licencia. A este club se le conoce como La Frenada porque la entrada apenas se ve con suficiente antelación y los clientes tienen que pegar un frenazo para no pasarse el local. "Este complejo requiere del permiso de Carreteras porque tiene una gran incidencia y peligrosidad sobre el tráfico", añadió Armada.

Los trabajadores ignoran el cierre

Kilómetro 13 de la carretera de Barcelona. Diez de la noche de ayer. En el aparcamiento del Club Social Barajas hay unos 80 coches, aunque caben unos 200. La gran mayoría son vehículos de lujo.Un encargado del local indica en qué plaza aparcar. Al entrar en el establecimiento, una puerta de cristal se abre automáticamente. Nada más pasar hay tres empleados de seguridad con pequeños auriculares para comunicarse entre sí. Nada de lo que ocurre en el interior del establecimiento les pasa inadvertido. La entrada cuesta 2.000 pesetas, consumición incluida.

Al bajar las escaleras, la sala, inmensa, sorprende con sus cuatro largas barras con camareros vestidos con camisa negra y chaleco claro. Hay unas cien chicas. Rubias, morenas, altas, bajas. Eso sí, todas vestidas con trajes muy ceñidos y escotados, o mallas transparentes. Sobre la barra central hay una pasarela donde una chica suramericana baila alrededor de un poste metálico brillante hasta quedarse desnuda. La mayoría de los clientes son hombres de mediana edad, vestidos con traje y corbatas.

Las mujeres revolotean sobre los hombres: "Invítame a una copa", solicitan. La invitación cuesta 3.000 ó 5.000 pesetas, depende de la marca de la bebida que pidan. Tras las copas, puede llegar el sexo. "Son 10.000 pesetas la media hora". Lorena, una joven suramericana de unos 18 años, lo decía ayer con voz sensual, pegando su cuerpo al del cliente.

Los camareros que atendían la barra ignoraban la existencia de una orden municipal de clausura.

Las mujeres preguntadas ayer por este periódico también ignoraban el cierre inminente decretado por el Ayuntamiento. "Volver el fin de semana", decían.

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