Tribuna:

Un descanso para nuestras andanzas

MANUEL ALVARVamos a poner punto final. Al repasar las listas onomásticas que se pueden sacar de los repartos hay algo que resulta incontrovertible: los andaluces occidentales constituyen mayoría abrumadora entre los repobladores de Ronda, de Cártama, de Álora, de Benalmádena y de Casarabonela. En definitiva esa gente hablaba "sevillano" y "sevillano" es lo que ahora siguen hablando los sucesores de aquellas personas, y de todas las que vinieron después, pero que se las asimilaron.

Y eso que los cómputos se han hecho dejando aparte a las gentes llegadas de tierras de Badajoz, tan vincula...

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MANUEL ALVARVamos a poner punto final. Al repasar las listas onomásticas que se pueden sacar de los repartos hay algo que resulta incontrovertible: los andaluces occidentales constituyen mayoría abrumadora entre los repobladores de Ronda, de Cártama, de Álora, de Benalmádena y de Casarabonela. En definitiva esa gente hablaba "sevillano" y "sevillano" es lo que ahora siguen hablando los sucesores de aquellas personas, y de todas las que vinieron después, pero que se las asimilaron.

Y eso que los cómputos se han hecho dejando aparte a las gentes llegadas de tierras de Badajoz, tan vinculadas en muchas cosas con la norma andaluza occidental. Ya he dicho que aparte quedó Comares, por voluntad de Francisco de Coalla y las mercedes que se le otorgaron.

Los escribas reflejan en sus páginas una lengua que proyecta ya la norma lingüística de Sevilla. No extraña, pues, que la difusión de las formas culturales de la gran metrópoli se produjera como la mancha de aceite sobre el agua: los hombres que de ella salieron -no sólo de ella, sino de las tierras que a ella se vinculaban- llevaron una realidad andaluza.

En el vocabulario, a pesar del carácter muy restringido con que tiene que manifestarse, hay arcaísmos (naturalmente, desde nuestra perspectiva), voces que nunca llegaron a la lengua común o que se restringieron a los usos de un determinado grupo, otras ausentes hasta hoy de los repertorios lexicográficos y, por último, algunas cuya documentación se adelanta -y a veces mucho, y aun muchísimo- con respecto a lo que suelen darnos los repertorios de máxima solvencia.

Por último, hagamos mención del valor muy significativo que en estos repartos tienen las medidas de superficie. Hasta su extinción del mundo árabe, y más allá todavía, el léxico -sobre todo el de las cosas concretas e inmediatas- quedó marcado por lo que fue la terminología de los moros.

La historia se fue haciendo así, como los Repartimientos nos han permitido exponer en todas estas páginas. Sin brillo, pero día a día. Al correr un poco el telón hemos visto los más viejos testimonios de lo que hoy son y no son estas tierras de Málaga. Lo que fueron y siguen siendo, lo que fueron y ya no son y, para otra ocasión queda, lo que son, pero no fueron.

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Los moros perdieron su lengua y luego se perdieron. Los cristianos traían la suya tamizada por los cedazos de Córdoba y de Sevilla, y así se quedó. Habla de Castilla aprendida en labios andaluces, y escondida la algarabía que para poco iba a servir. Algo como aquello que contaban las viejas tras el fuego y que puede servir de meditación para el descanso: "algarabía de allende, que el que la sabe la habla, y el que la habla no la entiende".

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