Lord Cadbury y los chocolates de la reina

Los dilemas de conciencia de lord Cadbury se estudian en las escuelas de empresarios. Los equilibrios del magnate de los chocolates con la Corona británica han inspirado los códigos éticos por los que se rigen la mayoría de grandes empresas anglosajonas. Ocurrió en 1899, cuando la reina Victoria le adjudicó el envío de chocolatinas a los soldados que participaban en la guerra de los boers. El empresario desaprobaba abiertamente la lucha contra los colonos holandeses en Suráfrica, pero tampoco quería ganarse la enemistad de tan importante cliente. Al final optó por fabricar los chocolates, envo...

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Los dilemas de conciencia de lord Cadbury se estudian en las escuelas de empresarios. Los equilibrios del magnate de los chocolates con la Corona británica han inspirado los códigos éticos por los que se rigen la mayoría de grandes empresas anglosajonas. Ocurrió en 1899, cuando la reina Victoria le adjudicó el envío de chocolatinas a los soldados que participaban en la guerra de los boers. El empresario desaprobaba abiertamente la lucha contra los colonos holandeses en Suráfrica, pero tampoco quería ganarse la enemistad de tan importante cliente. Al final optó por fabricar los chocolates, envolverlos con la fotografía de la reina y renunciar a los beneficios. Facturó sólo los costes de materia prima, mano de obra y transporte, y concilió de esta manera negocios y conciencia.Hoy, más de un siglo después, Adrian Hayhurts Cadbury, presidente de la multinacional Cadbury Schweppes, defiende ante los foros internacionales los límites éticos del beneficio. Hace pocos días lo hizo en Madrid ante los empresarios que asistieron a la Conferencia Anual de Ética Económica organizada por el Instituto de Empresa. "¿Cuándo se convierten los regalos en sobornos?", se preguntó. "Yo uso dos reglas para probar si un pago es admisible: ¿consta en una factura interna? y, sobre todo, ¿molestaría al receptor que se mencionase el obsequio en las publicaciones de la compañía? En el fondo, todos sabemos si un regalo es aceptable o no".

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La empresa que dirige Cadbury no es, con todo, la más estricta en su código ético. Otras, como IBM o Unisys, especifican las normas hasta el punto de fijar en 50 dólares (cerca de 8.000 pesetas) la cantidad moralmente aceptable por regalo. El grupo Pepsico lo rebaja hasta 25 dólares. Y sólo pueden quebrantar la norma -siempre con permiso- si abren mercado en países donde el soborno o el pago de comisiones forma parte del sistema o éste funciona con sobreentendidos que favorecen la opacidad. Ninguna de las tres empresas ha querido pronunciarse sobre si España está más cerca de la norma o de la excepción.

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