Tribuna:

El precio de los gritos

El Ayuntamiento de Granada, que está gobernado por una mayoría de progreso, está tramitando una ordenanza que prohibe cantar o gritar -¿de terror, de hambre, de soledad, de belleza?, ¿de qué o por qué motivos está justificado aullar o canturrear?- en la calle por la noche bajo amenaza de una multa que oscila entre las 25.000 y el millón de pesetas. Las protestas por el bullicio de la movida han inspirado esta regla más propia de los bandos que editaban los alcaldes en los albores de la democracia que de una coalición liberal.Estoy convencido de que los patrulleros municipales no van a rastrear...

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El Ayuntamiento de Granada, que está gobernado por una mayoría de progreso, está tramitando una ordenanza que prohibe cantar o gritar -¿de terror, de hambre, de soledad, de belleza?, ¿de qué o por qué motivos está justificado aullar o canturrear?- en la calle por la noche bajo amenaza de una multa que oscila entre las 25.000 y el millón de pesetas. Las protestas por el bullicio de la movida han inspirado esta regla más propia de los bandos que editaban los alcaldes en los albores de la democracia que de una coalición liberal.Estoy convencido de que los patrulleros municipales no van a rastrear las esquinas de los barrios ni a hurgar en el fondo de la madrugada en busca de gritos o tangos de borracho que cuesten medio o un millón de pesetas. La disposición, como todas las disposiciones con un trasfondo disparatado, sólo cobra sentido como símbolo del maremágnum ideológico y pobreza de recursos que sufre el equipo de gobierno, una entelequia producto de la suma de socialistas moderados, comunistas cautelosos y un andalucista inclasificable.

La nueva ordenanza de ruidos, al margen de su eficacia, es alegóricamente reaccionaria. En realidad, el año transcurrido desde las últimas elecciones municipales ha estado tachonado de resabios no ya conservadores sino abiertamente beatos o cazurros.

Si la política cultural es que lo que define la ideología de las administraciones locales, la de Granada ha sido una mezcla inextricable de sesiones de boxeo, de magia, Manolo Escobar y coros y danzas. No ha habido un solo guiño radical en todo un año de gobierno de progreso, sino todo lo contrario.

Gabriel Díaz Berbel, el anterior alcalde, el primer día que llegó al Ayuntamiento, vino acompañado con la imagen de una Virgen de las Angustias. Fue un adelanto de lo que vendría después: santos, caballos y atardeceres. También él abocetó una ordenanza de ruidos que prohibía pregonar los jureles a las pescaderas. Pero desde la Virgen al jurel todo era plenamente coherente.

¿Pero cómo se denomina esa simbología predominante en el Ayuntamiento de Granada con alcalde socialista, José Moratalla? El consejero de la Presidencia, Gaspar Zarrías, ha declarado que el PSOE puede ser un partido de izquierdas, pero no su política, que debe ser de centro izquierda. Zarrías ha planteado un arduo problema de catalogación: determinar qué es una idea de izquierda y qué otra de centro izquierda, definir los límites, dibujar las fronteras.

Esa empresa, como todas las derivadas de planteamientos excéntricos, como la aludida normativa contra el cante, es lógicamente irresoluble. ¿Qué criterios debe emplear un guardia para considerar un cántico merecedor de una multa de 25.000 pesetas o de 500.000? ¿Criterios de solfeo? ¿De contenido? ¿De género? ¿O es una determinación que debe adoptarse con criterios de centro izquierda por políticos de izquierdas incursos en una coalición de progreso?

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