La nariz de la ciudad

La madrugada del lunes, dos de las 25 estaciones medidoras de la contaminación atmosférica (la gran nariz de Madrid) registraron un insólito aumento de tolueno, hidrocarburo tóxico cuya presencia normal en el aire váscula entre 10 y 12 microgramos por metro cúbico. Los técnicos de Medio Ambiente del Ayuntamiento se desayunaron el lunes con unos índices que certificaban que, durante 10 minutos, de cinco a cinco y diez de la madrugada llegaron, en la estación de la plaza de Gregorio Marañón, a 1.200 microgramos de tolueno por metro cúbico de aire. No se temió por la salud pública, dado que la su...

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La madrugada del lunes, dos de las 25 estaciones medidoras de la contaminación atmosférica (la gran nariz de Madrid) registraron un insólito aumento de tolueno, hidrocarburo tóxico cuya presencia normal en el aire váscula entre 10 y 12 microgramos por metro cúbico. Los técnicos de Medio Ambiente del Ayuntamiento se desayunaron el lunes con unos índices que certificaban que, durante 10 minutos, de cinco a cinco y diez de la madrugada llegaron, en la estación de la plaza de Gregorio Marañón, a 1.200 microgramos de tolueno por metro cúbico de aire. No se temió por la salud pública, dado que la subida había durado poco tiempo, pero tampoco se encontró una explicación racional a un fenómeno tan extraño. "Pensamos que alguien nos estaba gastando una broma", explica Francisco Moya, responsable municipal de la red de contaminación. Al final, la causa hubo que buscarla en el disolvente de la pintura que emplean los operarios para señalizar los carriles de la Castellana.Las estaciones medidoras repartidas por la ciudad parecen, de lejos, contenedores de papel con una antena parabólica. Cuestan, de media, más de seis millones de pesetas. De forma cúbica, encierran un mecanismo complicado que necesita unos técnicos especializados no sólo para saber leer los informes que vomitan, sino también para tenerlas a punto. "El manual de mantenimiento de las estaciones es un tocho de 400 páginas", señala Moya.

Las estaciones son laboratorios en miniatura conectados informáticamente con el centro de la red. El aire entra por dos conductos. Uno de ellos se encarga de medir las partículas en suspensión, contaminante sólido con fuerte carga tóxica que viaja por la atmósfera y procede del tráfico, del polvo del suelo, de los incendios o de la incineración de basuras. La estación detecta su nivel en el aire casi de la misma manera que trabaja la máquina del café: por medio de un filtro que continuamente atrapa las partículas y que comunica su peso a la central.

La otra chimenea colocada encima sirve para comunicar el exterior con los medidores de gases contaminantes: uno de los más peligrosos es el dióxido de azufre (SO2), expulsado a la atmósfera por las calefacciones de carbón o los motores diesel, y cuya presencia en Madrid ha bajado ininterrumpidamente desde 1980. La estación medidora descubre este gas al aplicarle automáticamente una radiación especial que consigue que las partículas de SO2 se coloreen. Por esa segunda chimenea también entra el aire que, después de pasar por dos conductos, ilustra sobre la cantidad de ozono troposférico, producido por la mezcla de los rayos solares y los contaminantes que expulsan los coches.

Para medir el tolueno se usa un método aún más complicado: el aire pasa por un conducto de cristal delgado como un alfiler, pero largo y enroscado como un tirabuzón. Las reacciones químicas que presenta son examinadas y traducidas por un sistema informático que a su vez remite los datos a la central.

Los métodos mecánicos ilustran, pero no explican. De ahí la estupefacción de los técnicos al ver el lunes el pico de tolueno. Hasta que una vecina, al enterarse por la prensa, llamó el martes al Ayuntamiento. Moya la atendió: "Dijo que había olido a pintura de madrugada en la plaza de Gregorio Marañón, que si los que pintaban la Castellana no tendrían algo que ver con todo ese lío del tolueno...". Y se acabó el misterio.

¿Fallo o exceso de celo?

Dos estaciones registraron y transmitieron el pasado lunes un nivel alarmante de tolueno en el aire que, según se comprobó después, estaba provocado por la pintura de las calles ¿Es un fallo del sistema o un síntoma de que funciona perfectamente? Francisco Moya, responsable de las estaciones medidoras, asegura que el hecho demuestra "que el sistema marcha bien". "Lo que pasa es que sólo se mide tolueno desde hace dos años y por eso ha sido la primera vez que nos ha pasado eso. La próxima no habrá despiste", asegura. Los ecologistas, con algo de retranca, aventuran catástrofes en las mediciones cuando empiece la Operación Asfalto en el verano. En el Ayuntamiento se van a preparar para esta incidencia y solicitarán la relación de calles y horarios a fin de explicarse después fenómenos extraños. "Seguro que la Operación Asfalto afecta a los hidrocarburos", pronostica Moya.

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