Tribuna:

El desfile

Vi el lugar que se ha reservado para el desfile militar de hoy, en un pliegue de las faldas de Montjuïc, y, por el enmascaramiento del paraje y la descentralidad de su ámbito, nada más parecido en Madrid que la zona de la Casa de Campo donde se tolera que se aposten las baratas prostitutas de otras etnias.Al Ejército se le ha trasladado a esa lateralidad porque hay algunos sectores en Barcelona que no soportan siquiera su vista, como sucede también con estas pobres rabizas que llegan de Libia y se pasean por el filo de las cunetas. En uno y otro caso, el espacio marginado que se les atribuye d...

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Vi el lugar que se ha reservado para el desfile militar de hoy, en un pliegue de las faldas de Montjuïc, y, por el enmascaramiento del paraje y la descentralidad de su ámbito, nada más parecido en Madrid que la zona de la Casa de Campo donde se tolera que se aposten las baratas prostitutas de otras etnias.Al Ejército se le ha trasladado a esa lateralidad porque hay algunos sectores en Barcelona que no soportan siquiera su vista, como sucede también con estas pobres rabizas que llegan de Libia y se pasean por el filo de las cunetas. En uno y otro caso, el espacio marginado que se les atribuye denota la victoria de un nuevo puritanismo o el triunfo de una ética higienista que no desea atender la naturaleza real de ciertos problemas y prefiere, como hacen los niños mimados, patalear antes que volver a pensar.

En realidad, los grupos del antidesfile habrían preferido que no existiera de ningún modo el ejército, igual que las gentes muy beatas desearían el exterminio de la prostitución. Un maximalismo junto a un puritanismo, o mejor: un angelismo junto a un estilo infantil. A esta cultura pueril y quejica, muy actual, corresponde una moral sin sacrificio y los gestos continuos de una ética sin dolor. La oposición al desfile militar de Barcelona pertenece al mismo espíritu que anima a disfrazarse de pez para combatir la caza de delfines, al talante que induce a montar bailes contra el sida, maratones para erradicar el cáncer o recitales de rock para aliviar el hambre en Etiopía. El pensamiento único de los capitalistas neoliberales se compagina con el pensamiento simple de los izquierdistas triviales. Nada más fácil que declararse antimilitarista o pacifista, puesto que eso lo somos todos sin esfuerzo alguno. Nada menos costoso que rechazar las armas o las guerras. A lo mejor, la identidad ideológica de estas organizaciones resulta ser tan fláccida que busca completarse con seguros rellenos de obviedad. Pero la protesta social, la subversión o la contracultura son otra cosa que estas "mañacadas"; demasiado burdas para la inteligencia, demasiado pueriles para mejorar el porvenir y descaradamente oportunistas o manipuladas localmente como para inspirar respeto.

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