Editorial:

Literatura virtual

El éxito del relato corto que Stephen King comenzó a vender desde Internet hace poco más de un mes -medio millón de compradores en 48 horas- ha desatado por enésima vez los responsos sobre la literatura. El aura que rodea la escritura provoca pánico ante la distribución digital, pero los cambios en los procesos industriales -en nuestro entorno inmediato se anuncian ya varias aventuras de edición electrónica- no tienen por qué ser más nocivos o benéficos en la cultura que en otros sectores. La experiencia literaria de King no es nueva, lo llamativo ha sido su éxito, apoyado en factores como la ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El éxito del relato corto que Stephen King comenzó a vender desde Internet hace poco más de un mes -medio millón de compradores en 48 horas- ha desatado por enésima vez los responsos sobre la literatura. El aura que rodea la escritura provoca pánico ante la distribución digital, pero los cambios en los procesos industriales -en nuestro entorno inmediato se anuncian ya varias aventuras de edición electrónica- no tienen por qué ser más nocivos o benéficos en la cultura que en otros sectores. La experiencia literaria de King no es nueva, lo llamativo ha sido su éxito, apoyado en factores como la popularidad del autor y el ajuste del producto, 66 folios, un texto breve para no cansar si se lee en la pantalla o no gastar el triple de lo que cuesta bajarse la novela de Internet, menos de 500 pesetas.Quienes basen la inmortalidad de la literatura en la incomodidad de leer en un ordenador están usando un argumento que envejece a marchas forzadas. La próxima comercialización del papel electrónico permitirá cargar un libro de 300 páginas con el texto que se desee, leerlo tranquilamente en el metro o la cama y descargarlo cuando se quiere consultar otro título en el mismo soporte. La literatura seguirá siendo buena o mala, se lea en un pergamino o en una plataforma de bits. Y quien busque el placer objetual de un libro con olor a tinta continuará pudiendo disfrutarlo. Por otra parte, publicar un texto en la red no exige convencer a una editorial. Otra cosa distinta es que los demás sepan que la obra existe, y ahí lo seguirán teniendo mucho más fácil los autores conocidos, respaldados por una editora de prestigio o con dinero para la mercadotecnia.

Muchos escritores explican cómo el uso de un editor digital de textos les ha cambiado el acabado de su escritura: pueden buscar palabras redundantes sin quemarse las cejas, corregir un párrafo sin tener que repetir un folio o mejorar sin pereza arquitecturas sintácticas. Los audiolibros permiten escuchar una novela mientras se conduce. Las nuevas tecnologías son transformadoras. La bondad o maldad del camino que se recorra con ellas dependerá de la cultura de uso que se imponga.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En