Tribuna:LAS CLAVES DE LA JORNADA

Demócratas a la violeta

La noticia comenzaba a demorarse más de lo habitual, pero al fin ha llegado: este año no podrá celebrarse acorde con lo previsto la conmemoración nacionalista y festiva del 25 de Abril, evocativa de la derrota de Almansa, como es sabido. La Diputación de Valencia, y su presidente para el caso, ha denegado el preceptivo permiso para ocupar la plaza de toros, marco tradicional del patriótico y lúdico festejo promovido y animado por Acció Cultural del País Valencià. La prohibición no es enteramente arbitraria. Se fundamenta en un informe de la oficina de Restauración de Bienes Culturales de l...

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La noticia comenzaba a demorarse más de lo habitual, pero al fin ha llegado: este año no podrá celebrarse acorde con lo previsto la conmemoración nacionalista y festiva del 25 de Abril, evocativa de la derrota de Almansa, como es sabido. La Diputación de Valencia, y su presidente para el caso, ha denegado el preceptivo permiso para ocupar la plaza de toros, marco tradicional del patriótico y lúdico festejo promovido y animado por Acció Cultural del País Valencià. La prohibición no es enteramente arbitraria. Se fundamenta en un informe de la oficina de Restauración de Bienes Culturales de la citada corporación, un departamento que, al margen de sus plausibles funciones y relieve en organigrama administrativo, luce una denominación de lo más atinada por el anacronismo que destila. Tanto como la misma Diputación, pero esto no viene a cuento.Según el funcionario responsable, y el presidente que asume su dictamen, procede denegar el permiso en razón de las gamberradas -el informe las describe eufemísticamente como desperfectos causados en el recinto taurino- que se produjeron en ocasiones precedentes. Vandalismo lamentable que, en efecto, requiere algún correctivo y, sobre todo, ciertas medidas previsoras. La vitola reivindicativa de la festividad no autoriza tales desmadres, condenados por la inmensa mayoría de los concurrentes, individuos lúdicos y pacíficos que resultan así penalizados por los excesos de cuatro exaltados. Pensamos nosotros que este riesgo quizá se hubiera podido obviar mediante unas enérgicas admoniciones por parte de los organizadores y las correspondientes pólizas de seguros.

Pero está claro, o nos lo parece, que el propósito no ha consistido tanto en neutralizar a los alborotadores como en cargarse la fiesta nefanda de los nacionalistas menos complacientes con la merengada nacionalera. Ahora sólo falta que el delegado gubernativo halle un pretexto para impedir la manifestación cívica y de este modo la efeméride histórica se reduce a un par de artículos periodísticos, o ni eso siquiera. Por fortuna para la causa nacional de cuño catalanista todavía existen plumas aguerridas que los combaten con saña. Es gracias a sus críticos y a los vetos, mucho más que a las urnas o a la presencia pública, por lo que el nacionalismo indígena se prolonga y hasta se arma de razones.

Y en este punto, precisamente, es donde se equivoca la Diputación, como en otros trances recientes la Feria Internacional de Valencia a propósito de los Premis Octubre, para los que también negó las instalaciones después de concertadas, o la TVV siempre, incumpliendo un elemental deber informativo. Negándole el pan y la sal a este segmento nacionalista -el único a tener en cuenta, por otra parte-, así como a la entidad que lo anima, no sólo devalúan su aireada fe democrática, sino que movilizan la solidaridad de los demócratas y liberales que, profesos o no de la causa valenciana, sí lo son de la democracia y les alarma, además de indignar, toda arbitrariedad. Pero al repetido presidente de la Diputación estas observaciones deben sonarle a música dodecafónica, él pertenece a la profusa legión de demócratas a la violeta, conversos y sólo de boquilla a la causa constitucional.

Anotado el error político que a nuestro juicio supone denegar el coso taurino, cuando tantos otros acontecimientos similares acoge, bueno será subrayar la conveniencia de tener la fiesta en paz. El desmadramiento no es por estos lares, especialmente, un argumento persuasivo ni aleccionador para una ciudadanía que, como la capitalina del cap i casal, sintoniza poca y mal con el nacionalismo más auténtico. Darle pretextos a la carcundia, por más que los desmanes sean mínimos y aislados, no significa otra cosa que ahondar la sima y postergar sine die la oportunidad del reencuentro con la mayoría social, algo insoslayable por arduo y lejano que se prefigure. De tronados y estultos ya andamos más que sobrados.

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