SEMANA SANTA 2000

La Costa del Sol, vista desde un cable

No llega al cielo, pero casi. El nuevo telecabina que une Benalmádena Costa (Málaga) con la cima del monte Calamorro deja al turista junto a las nubes, a 721 metros de altura sobre el nivel del mar y con un viento que puede mandar a cualquiera de vuelta al pueblo de un soplido. Son 2.564 metros de recorrido que, en aproximadamente 15 minutos, permite divisar toda la Costa del Sol; más de 40 kilómetros de playas, de agua y también de enormes edificios y grúas. Pero predomina el azul, el azul del mar.Las vistas son fantásticas, tanto en el trayecto como en la cima del Calamorro. Allí, abrigado y...

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No llega al cielo, pero casi. El nuevo telecabina que une Benalmádena Costa (Málaga) con la cima del monte Calamorro deja al turista junto a las nubes, a 721 metros de altura sobre el nivel del mar y con un viento que puede mandar a cualquiera de vuelta al pueblo de un soplido. Son 2.564 metros de recorrido que, en aproximadamente 15 minutos, permite divisar toda la Costa del Sol; más de 40 kilómetros de playas, de agua y también de enormes edificios y grúas. Pero predomina el azul, el azul del mar.Las vistas son fantásticas, tanto en el trayecto como en la cima del Calamorro. Allí, abrigado y alerta para que un golpe de viento no nos lleve de vuelta al origen antes de lo previsto, se puede revisar la geografía costasoleña: a la derecha, Mijas Costa y Fuengirola; abajo, Benalmádena y Torremolinos; a la izquierda, Málaga y Vélez Málaga. Según quienes han participado en la construcción del teleférico, en días excepcionalmente luminosos también se ve el Atlas marroquí y Sierra Nevada y Almuñécar, en Granada.

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La idea de este proyecto es del alcalde de Benalmádena, Enrique Bolín. Corría el año 1995 y era época de campaña electoral. Bolín pensó que el Calamorro suponía "una atalaya privilegiada frente a la Costa del Sol", por lo que se hacía imprescindible construir un telecabina. Claro que primero había que hacerse con el monte. Se trataba de comprar 1,5 millones de metros cuadrados de suelo forestal. El valor superaba los 1.000 millones de pesetas, pero, milagros de las administración, 120 millones en metálico fueron suficientes; el resto se cubrió con la compensación de impuestos futuros a los propietarios de los terrenos.

Una vez en posesión del suelo a sobrevolar, era fundamental inventar algo para ocupar a quien llegara arriba. Se diseñaron rutas para caminar y montar en bicicleta; se idearon miradores. Pero faltaba algo más. El Parque Temático del Cielo fue la solución.

Se trata de un área de 3,5 hectáreas en las que se ubicarán zonas de paseo, un restaurante, una estación y un observatorio meteorológico y un planetario. Además, un club de parapente ha presentado un proyecto para ofrecer vuelos por la zona. Se trata, a toda costa, de rentabilizar las 900 pesetas que cuesta el viaje para un adulto. Pero esto son proyectos. Quien suba ahora tendrá únicamente la posibilidad de gozar con las vistas.

Cinco años y 770 millones más tarde de la promesa, el teleférico está en marcha. El viernes pasado, los técnicos dieron los últimos permisos para que el aparato funcionara. Al día siguiente, el sábado, comenzaron los primeros viajes.

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Siempre en marcha

Desde entonces, las cabinas no paran aunque no tengan pasajeros. Como dice un técnico municipal, "nuestro mejor reclamo es que estén siempre dando vueltas". La inauguración oficial no tiene fecha todavía, pero se espera para aproximadamente dentro de un mes, cuando todas las obras iniciadas en la cima del monte estén terminadas.

Los más de 5.500 metros de cable que van y vienen desde la salida, junto al parque de atracciones Tivoli World, hasta arriba de la montaña, se sustentan sobre 26 torres. La más alta mide 27 metros y está anclada en pleno parque de atracciones. Las obras han durado más de dos años, retrasadas por la dificultad de conseguir los permisos.

Algunos trabajos han sido especialmente complicados. Por ejemplo, llevar materiales a zonas de orografía intrincada. Los ingenieros barajaron varias opciones para esos transportes. Primero pensaron alquilar los servicios de dos helicópteros de carga rusos. Aviación Civil no dio los permisos porque, según cuentan en el Ayuntamiento, "se caen muchísimo".

Desechadas las últimas tecnologías, se olvidaron del cielo y miraron a la tierra. Allí vieron un burro y una mula que han llevado sobre sus lomos algunos de los momentos más difíciles de la construcción. Donde no han llegado las máquinas han llegado los jumentos. Éstos, una vez acabada la faena, descansan tranquilamente junto a la estación terminal del teleférico. En el futuro puede que se les acabe esa paz: en el consistorio están pensando en agradecerles sus servicios enjaezándolos y poniéndolos guapos para que los turistas puedan inmortalizarlos con sus cámaras.

La instalación estará abierta todo el año. Las previsiones son muy optimistas; 300.000 usuarios anuales que, en algo más de dos años, habrán amortizado el coste de la obra. Sólo cerrarán los días en los que el viento supere los 55 kilómetros por hora. En cualquier caso, haga abajo frío o calor, arriba el viento, al menos esta semana, no ha descansado. Tanto que los trabajadores están quejosos de la poca ropa con que se les ha dotado: hace un par de días, un empleado le pedía a otro funcionario municipal "más abrigo o nos morimos de frío". También los padres abrigaban a sus chiquitos. Un poco más abajo, los burros, siempre los más duros, ni se inmutaban.

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