Pujol controla la revuelta de las bases de CDC contra el apoyo a la investidura de Aznar

La dirección pedirá hoy a los cuadros del partido libertad para decidir el sentido del voto

Jordi Pujol busca hoy el respaldo de su partido para apoyar la investidura de José María Aznar. La cúpula de Convergència Democrática de Catalunya (CDC), que ha controlado una revuelta de parte de sus bases y cuadros -contrarios a dar su sí a un PP con mayoría absoluta al no ser consultados-, tratará de conseguir en el consejo nacional del partido, máximo órgano entre congresos, tener las manos libres para el apoyo a la investidura de Aznar. El comité ejecutivo de CDC se declaró ayer mayoritariamente partidario de que sea la dirección -el secretariado permanente- la que finalmente decida.
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Jordi Pujol busca hoy el respaldo de su partido para apoyar la investidura de José María Aznar. La cúpula de Convergència Democrática de Catalunya (CDC), que ha controlado una revuelta de parte de sus bases y cuadros -contrarios a dar su sí a un PP con mayoría absoluta al no ser consultados-, tratará de conseguir en el consejo nacional del partido, máximo órgano entre congresos, tener las manos libres para el apoyo a la investidura de Aznar. El comité ejecutivo de CDC se declaró ayer mayoritariamente partidario de que sea la dirección -el secretariado permanente- la que finalmente decida.

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La protesta surgida en distintos sectores del partido ha obligado a la cúpula -el secretariado permanente, integrado por ocho personas- a replantear su estrategia inicial. Pujol ha desarrollado durante toda esta semana una ofensiva mediática y ha dado marcha atrás a su intención primera: que se apoyara sin debate el sí a Aznar. El primer rechazo se produjo en la reunión de la ejecutiva del pasado lunes. La dirección midió mal la capacidad crítica de los cuadros.El último capítulo de ese replanteamiento se vivirá hoy. Jordi Pujol intentará -y todos apuntan que lo logrará- convencer a los casi 300 delegados convergentes de que la dirección necesita salir fortalecida para votar con total libertad en el Congreso de los Diputados. Previamente, ayer por la tarde, el presidente catalán así lo expuso en el comité ejecutivo de CDC, en una reunión que duró más de cuatro horas. En la sesión se produjeron dos turnos de intervenciones de la treintena de miembros del comité ejecutivo. Al final se decidió trasladar al consejo nacional la idea de que se deje libertad a la cúpula y al Grupo Parlamentario, a Pujol en definitiva, para que decidan el sentido del voto en función del comportamiento político del PP. La dirección sigue inclinándose por el sí.

Durante toda la semana, el partido de Pujol ha tenido que poner toda la carne en el asador para calmar a unas enfurecidas bases y cuadros intermedios. La rebelión no sólo se ha producido, como ya es habitual, en el sector más nacionalista, sino que se ha extendido por gran parte del territorio y entre representantes del sector moderado.

Algunas direcciones locales y comarcales han aprobado iniciativas para votar en contra de la investidura. Todo esto ha obligado a Pujol a poner en marcha toda su capacidad de maniobra: el jueves con los miembros de la Fundación de Barcelona (moderados); el secretario general, Pere Esteve, lo hizo el viernes con los sectores más nacionalistas, y los barones territoriales entre las direcciones comarcales.

Más que el voto afirmativo a Aznar, lo que ha crispado a las bases es la forma que ha utilizado la dirección para anunciarlo, es decir, sin debatirlo previamente. El pasado lunes, la comisión permanente de CDC (el núcleo fuerte del partido) decidió apoyar la investidura y así se lo hizo saber a la ejecutiva unos minutos después, para difundirlo públicamente a través de los medios de comunicación. El mismo día, Pujol ordenaba a los Grupos Parlamentarios de CiU en el Congreso y en el Senado que se abstuvieran de consensuar con el PP el reparto de las vicepresidencias de las mesas en ambas Cámaras, para no dar la imagen de pacto con los conservadores. Paradójicamente, anunciaba el voto afirmativo de CiU a la investidura.

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"Lo de esta semana ha sido un psicodrama, pero al menos ha servido para fomentar el debate interno, algo que ya habíamos olvidado en Convergència". Así resumió ayer un dirigente del ala más nacionalista de CDC lo sucedido estos últimos días.

La disidencia ha tenido otra consecuencia: que la dirección de Convergència reconozca sin sonrojarse que Cataluña se encuentra en precaria situación en el Parlamento y necesita los votos del PP para sacar adelante sus propuestas parlamentarias. O sea, apoyo de CiU a la investidura de Aznar a cambio de que el PP vote con CiU en el Parlament.

Trias pide libertad

Las diferencias han afectado también al propio Grupo Parlamentario en el Congreso, cuyo jefe de filas, Xavier Trias, ha conseguido finalmente imponer sus tesis, pero pagando un alto precio. Trias es partidario de que los órganos de dirección de Convergència den plena libertad al grupo para decidir el sentido del voto tras el discurso de Aznar en el debate de investidura, informa Lluís Visa. Ayer mismo lo recordaba en Lleida: "Yo soy partidario del sí, pero no de un sí incondicional. Le haré [al presidente del Gobierno] un conjunto de peticiones en materia de financiación autonómica y de autogobierno, y al final nuestra postura dependerá de sus respuestas".

En cambio, otros miembros del propio grupo, por ejemplo Josep López de Lerma y los democristianos de Unió, apuestan por que sea la dirección del partido la que decida sobre el voto a la investidura de Aznar.

Para culminar esta semana negra de Pujol, el portavoz del Gobierno en funciones, Josep Piqué, pidió ayer que el Gobierno de CiU acometa una reforma de la ley de política lingüística, tras el conclicto surgido en la Universidad Rovira i Virgili. Con todo, Pujol dijo que estas afirmaciones ponían en peligro las relaciones entre el PP y CiU. Sin embargo, a renglón seguido se apresuró a afirmar que esas advertencias no incluían el voto afirmativo a Aznar.

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