Mubarak apadrina los avances en el diálogo entre israelíes y palestinos

El presidente egipcio, Hosni Mubarak, asumió ayer en la localidad de Sharm el Sheij, a orillas del mar Rojo, el padrinazgo de la reapertura de las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos, después de haber sido testigo de una nueva cumbre entre Ehud Barak y Yasir Arafat, la tercera que celebran en poco menos de tres días. La solemnidad del encuentro y la trascendencia del proceso reemprendido no lograron, sin embargo, disimular las tensiones entre el primer ministro israelí y el dirigente palestino.

El presidente palestino, Yasir Arafat; el primer ministro israelí, Ehud Barak, ...

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El presidente egipcio, Hosni Mubarak, asumió ayer en la localidad de Sharm el Sheij, a orillas del mar Rojo, el padrinazgo de la reapertura de las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos, después de haber sido testigo de una nueva cumbre entre Ehud Barak y Yasir Arafat, la tercera que celebran en poco menos de tres días. La solemnidad del encuentro y la trascendencia del proceso reemprendido no lograron, sin embargo, disimular las tensiones entre el primer ministro israelí y el dirigente palestino.

El presidente palestino, Yasir Arafat; el primer ministro israelí, Ehud Barak, y Mubarak celebraron ayer una cumbre tripartita extraordinaria en Sharm el Sheij, para reactivar oficialmente el proceso de paz, bloqueado desde hace más de un mes y cuyas negociaciones se reanudarán el próximo 20 de marzo en Estados Unidos, bajo la tutela del presidente Bill Clinton.Estaba previsto que la cumbre tripartita fuera un acto protocolario con el que israelíes y palestinos agasajaran y demostraran su agradecimiento a Mubarak por los esfuerzos realizados en favor del proceso de paz en todos sus frentes y en el que se le iba a otorgar al presidente egipcio el honor de anunciar oficialmente la naturaleza de los acuerdos y los nuevos calendarios de negociación pactados en los dos últimos días. La reunión, además, iba a servir de paso para reconciliar a Mubarak y Barak, tras el inesperado viaje, hace dos semanas, del presidente egipcio a Beirut para apoyar al pueblo libanés ante los bombardeos israelíes y respaldar las acciones de la guerrilla islamista de Hezbolá.

Sin embargo, la secuencia del encuentro de Sharm el Sheij de ayer entre los tres líderes fue cuanto menos sorprendente: duró mucho menos de lo esperado, poco más de una hora, y culminó con unas palabras en solitario de Mubarak. El presidente egipcio efectuó una loa a la esperanza, reconoció que existían aún muchos problemas y un largo camino por andar, pero no explicó el contenido de los acuerdos entre israelíes y palestinos.

"Se han solucionado muchos problemas. Soy optimista ante el periodo que viene. Ciertas cosas van a ser anunciadas próximamente. Así lo espero. Pero aún hay problemas pendientes", afirmó Mubarak en un tono hermético que no dejó traslucir en ningún momento la naturaleza de los compromisos o de las desavenencias en las que se encuentran sumergidas ambas partes. Mubarak no admitió preguntas de los periodistas y dio por concluido el acto en pocos minutos.

El mutismo de los dos principales protagonistas, la cancelación de la conferencia de prensa usual en este tipo de actos y una serie de incidentes protocolarios, entre los que destaca la retirada precipitada de la bandera palestina e israelí que debía presidir la entrevista, constituyeron otras pruebas de que habían vuelto a aflorar las tensiones entre israelíes y palestinos.

Los periodistas que habían acudido esperanzados a la cumbre trataron de recabar información sobre lo sucedido que permitiera explicar el silencio de Arafat y Barak, lo que provocó las iras de uno de los consejeros políticos de Mubarak, Usama al Baz, quien se limitó a contestar: "Lo que nos interesa es la aplicación de los acuerdos firmados y los actos, antes que las palabras".

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Arafat, a su regreso a Gaza, no aclaró tampoco lo sucedido en la reunión tripartita, ya que se limitó a decir que "la cumbre confirma la importancia de aplicar lo que ya se decidió en Sharm el Sheij en el pasado [septiembre de 1999] y de hacer avanzar el proceso de paz". A decir de los observadores, estas palabras podrían dejar entrever que el desacuerdo con los israelíes se refiere al reconocimiento de un compromiso anterior.

El negociador palestino Yasir Abed Rabbo advirtió que el éxito de los contactos a alto nivel de esta semana se verá en los hechos y no en las palabras. "Estamos al principio del camino. No podemos hablar de éxito hasta que veamos los pasos sobre el terreno y su puesta en marcha real", manifestó a la prensa en Gaza.

Fuentes palestinas indicaron que la retrasada entrega de un 6,1% de Cisjordania se llevará a cabo de forma inmediata. Aunque no ha habido un anuncio oficial al respecto, el viceministro israelí de Defensa, Efraim Sneh, aseguró que van a escuchar a los palestinos respecto a los detalles de la retirada. "Consideraremos sus deseos al fijar el 6%", dijo Sneh a Radio Israel. Aun así, dejó claro que no aceptarán incluir en esa partida algunos pueblos próximos a Jerusalén, tal como desean los palestinos.

Para sellar un acuerdo final de paz el próximo 13 de septiembre, tal como se ha anunciado, aún quedan asuntos esenciales, como el estatuto de Jerusalén, las fronteras o los refugiados.

El pacto de los suburbios

El Gobierno de Ehud Barak no entregará por ahora a los palestinos los tres suburbios del gran Jerusalén (Al Ram, Al Azahria y Abu Dis) que desde hace tiempo reivindica Yasir Arafat, aunque no descarta la posibilidad de hacerlo, como moneda de cambio en las negociaciones del Estatuto Final, según aseguró ayer Danny Yatom, asesor de Seguridad del primer ministro.Abu Dis, con alrededor de 9.000 habitantes, está llamado a convertirse en la capital del futuro Estado de Palestina, según se desprende de un pacto secreto suscrito entre israelíes y palestinos en 1997, filtrado parcialmente a la prensa y bautizado con el nombre de Documento Beillin-Abu Mazen, en honor de los firmantes del acuerdo.

La Autoridad Palestina está construyendo en el término municipal de Abu Dis, a caballo entre Cisjordania y Jerusalén, un edificio de enormes dimensiones en el que, según todos los indicios, se podría alojar el Parlamento una vez declarado el Estado palestino.

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