Tribuna:LA CRÓNICA

Paisaje con cárcel SERGI PÀMIES

La Associació de Veïns de l'Esquerra de l'Eixample acaba de cumplir 25 años sin haber alcanzado uno de sus sueños: que la cárcel Modelo desaparezca del centro de la ciudad. La otra noche, puse a prueba mi capacidad de resistencia, volví a pasar por delante de la cárcel y, como siempre, sufrí un encogimiento anímico y testicular. Si es tan siniestra vista desde fuera, ¿cómo debe ser desde dentro? La reivindicación de los vecinos pretendía convertir el solar de la Modelo en un espacio público, recuperado para el barrio y en el que, de algún modo, se recuerde simbólicamente la presencia de este m...

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La Associació de Veïns de l'Esquerra de l'Eixample acaba de cumplir 25 años sin haber alcanzado uno de sus sueños: que la cárcel Modelo desaparezca del centro de la ciudad. La otra noche, puse a prueba mi capacidad de resistencia, volví a pasar por delante de la cárcel y, como siempre, sufrí un encogimiento anímico y testicular. Si es tan siniestra vista desde fuera, ¿cómo debe ser desde dentro? La reivindicación de los vecinos pretendía convertir el solar de la Modelo en un espacio público, recuperado para el barrio y en el que, de algún modo, se recuerde simbólicamente la presencia de este monumento al horror y a la represión.Muchos tenemos familiares o amigos que estuvieron en el trullo, generalmente por motivos políticos. La Modelo es el centro de represión franquista por excelencia, nuestra capital territorial del dolor. Tu padre te puede contar cómo se celebraba el día de la Mercè, con los hijos de los presos corriendo por el patio en una cínica jornada de "puertas abiertas" y un recluso que se ponía a cantar Capote de grana y oro. Y Vázquez Montalbán puede completar este testimonio con la descripción del padre Lahoz, "una verdadera institución, un personaje rodeado siempre de esposas y madres rojas que trataban de interceder por sus hijos, maridos, novios, amantes encarcelados". Pero junto a esta memoria penitenciaria políticamente correcta está la otra, que no brilla en los currículos, de los presos comunes. La Modelo es también ese campus del delito, con tejados por los que deambulan amotinados presos que se autolesionan vomitando síndromes de abstinencia de todo tipo.

Porque, conviviendo con las buenas intenciones de los vecinos que aspiraban a convertir este sombrío lugar en parque, estaban los más airados, que acudían a la asociación para quejarse de que, junto a la cárcel, se vivían escenas intolerables. No se trataba de vejaciones políticas, sino de asuntos bastante más pedestres. Los vecinos se quejaban de que las novias y mujeres de los presos se acercaban a la cárcel medio desnudas para que, desde las ventanas, los presos las vieran y se estimularan. "¡Se masturban allí mismo!", protestaba una vecina. Gritos, molestias y pequeños tumultos acompañaron a un vecindario que no se atrevía a mirar por la ventana. La memoria de la Modelo es también la de Pepe Rubianes, que, en uno de sus primeros espectáculos, escenificó el asesinato del mafioso Raymond Vaccarizi. El asesino, disfrazado de cura, subía a un ático de la calle de Entença y, con un rifle con mirilla telescópica, le volaba la tapa de los sesos al gángster. Quizá fue también desde ese piso donde el fotógrafo Carles Ribas disparó su cámara para inmortalizar a Javier de la Rosa y su bocadillo. Existe la Modelo de Xirinacs, apostado en medio de la acera, pero también la de esos jóvenes que, una noche de fin de año, fueron brutalmente disueltos por la policía al finalizar una concentración en la que reclamaban libertad para los presos.

Existe la Modelo y su onda expansiva, bares en los que se envuelven bocadillos y se acumulan cartones de tabaco con destino a la quinta galería, y neones que insinúan un ratito de sexo para los que salen de permiso de fin de semana con nombres tan irónicos como Models. Y, junto a tanta memoria escrita de la Modelo del antifranquismo anarquista, comunista, nacionalista o republicano, otros testimonios igualmente imprescindibles. En la autobiografía de Howard Marks (Mr.Nice, Cáñamo Ediciones), el que fue uno de los mayores traficantes de marihuana del planeta, conocido como Marco Polo, recuerda su paso por la Modelo, a finales de los ochenta, en unos términos que en nada se parecen a la retórica ni de los que estuvieron dentro por razones políticas ni de los resignados vecinos: "Nos dieron una bienvenida extraordinaria y nos dijeron que la Modelo nos encantaría. Allí se podía conseguir de todo: alcohol, toda clase de drogas, prostitutas en los vis-à-vis e incluso teléfonos móviles. Una mirada al patio confirmó la existencia de cierto régimen liberal. Grupos marroquíes, nigerianos y gitanos españoles jugaban abiertamente con dinero de verdad y se fumaban porro tras porro. Los radiocasetes estaban a todo volumen. Varios yonquis se estaban chutando". Más descriptivo e informativo, imposible.

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