Editorial:

Europa sigue

Las demandas de Viena no han conseguido que la Unión Europea levante su castigo al Gobierno de Austria por la entrada del partido de Haider. Pero en medio de la crisis, la UE se lanza a un ejercicio complicado: reformar sus instituciones para adaptarlas a una Unión futura de 27 o 28 Estados miembros. La Conferencia de Gobiernos que ayer se abrió en Bruselas debe alcanzar antes de fin de año una decisión unánime. Lo que implica que Austria también tendrá que dar su visto bueno en este asunto y en las negociaciones de ampliación a las que hoy se incorporan los seis países que habían quedado reza...

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Las demandas de Viena no han conseguido que la Unión Europea levante su castigo al Gobierno de Austria por la entrada del partido de Haider. Pero en medio de la crisis, la UE se lanza a un ejercicio complicado: reformar sus instituciones para adaptarlas a una Unión futura de 27 o 28 Estados miembros. La Conferencia de Gobiernos que ayer se abrió en Bruselas debe alcanzar antes de fin de año una decisión unánime. Lo que implica que Austria también tendrá que dar su visto bueno en este asunto y en las negociaciones de ampliación a las que hoy se incorporan los seis países que habían quedado rezagados (Eslovaquia, Letonia, Lituania, Bulgaria, Malta y Rumanía) frente al pelotón de cabeza (Polonia, República Checa, Hungría, Eslovenia, Estonia y Chipre).Pero no es una Austria reacia a la ampliación el mayor problema a la hora de negociar esta reforma. Se entrecruzan intereses nacionales diversos: Estados grandes frente a pequeños, el Norte frente al Sur, delegaciones que defienden una reforma amplia frente a otra estrecha; partidarios de una mayor integración europea frente a otros que la frenan. Y, sin embargo, la UE no puede dar marcha atrás. No tiene más remedio que ir a la ampliación y a la profundización, aunque ésta no sea para todos, sino para los que quieran y puedan según el principio de la llamada cooperación reforzada. Lo ocurrido con Austria indica también que éste es el camino más sensato y que, además, la UE debería examinar más a fondo la posibilidad de un mayor control de los principios democráticos en los Estados miembros y del respeto a los derechos humanos con una Carta que se pueda esgrimir ante los tribunales; algunos Estados se resisten a dar este paso.

Austria sigue bilateralmente castigada por los otros 14. Pero que los ministros no se saludaran no impidió que ayer se adoptasen en Bruselas decisiones significativas para poner en marcha los organismos que, al menos temporalmente, deberían facilitar la gestión de las crisis internacionales por la UE: un comité político y de seguridad (COPS), un organismo militar con representantes de los Estados Mayores nacionales y un grupo de asesores militares para el señor Pesc, Javier Solana, quien no ha perdido el tiempo, aunque esté por ver si la realidad institucional no acaba siendo un sucedáneo de la voluntad política.

Es en Kosovo y en la política hacia Yugoslavia donde la UE más se juega su credibilidad exterior. La ayuda económica al territorio tarda, y de los casi 5.000 policías comprometidos en un principio y absolutamente necesarios para calmar la violencia allí desatada, sólo ha llegado la mitad. La situación ha tenido que deteriorarse hasta el límite para que la UE se comprometiera a un mayor esfuerzo. Por otra parte, parece sensato que los Quince levanten la prohibición de vuelos a Yugoslavia y al tiempo refuercen las medidas para controlar los dineros del régimen de Milosevic en el extranjero. Pero cabe preguntarse si las sanciones económicas contra Yugoslavia no están dificultando, en vez de ayudar, un cambio de régimen y la labor de la oposición.

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