Viajar como un presidente

Todavía viaja con una comitiva de 180 personas, la mitad de las cuales son guardias de seguridad. Aún se traslada en un desfile de limusinas blindadas seguidas de docenas de coches de guardaespaldas, junto a más de 2.000 kilos de productos alimenticios rusos, tres toneladas de equipo de comunicaciones (la mayoría del cual es de baja tecnología), más un médico, enfermeras y jefes de personal. Y cuando Borís Yeltsin se registra en un hotel, la directiva tiene muy en cuenta que siempre tenga a su alcance dos botellas de vodka helado, una de Absolut y otra de Stolichnaya. Yeltsin, el primer ex pre...

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Todavía viaja con una comitiva de 180 personas, la mitad de las cuales son guardias de seguridad. Aún se traslada en un desfile de limusinas blindadas seguidas de docenas de coches de guardaespaldas, junto a más de 2.000 kilos de productos alimenticios rusos, tres toneladas de equipo de comunicaciones (la mayoría del cual es de baja tecnología), más un médico, enfermeras y jefes de personal. Y cuando Borís Yeltsin se registra en un hotel, la directiva tiene muy en cuenta que siempre tenga a su alcance dos botellas de vodka helado, una de Absolut y otra de Stolichnaya. Yeltsin, el primer ex presidente de Rusia, ha actuado desde su llegada a Jerusalén el miércoles como si aún estuviera en activo. "No es un ex presidente ni un antiguo presidente", explica su portavoz, Dimitri Yakushkin, con elaborada paciencia. "Es el primer presidente de Rusia y siempre lo será. Todo este despliegue es un signo de respeto y honor hacia él".

Yeltsin voló a Jerusalén, para celebrar allí la Navidad ortodoxa, a bordo del avión oficial que usaba como presidente. En el ostentoso Hilton de Jerusalén se instaló en la suite Rabin, cuyo precio es de 2.500 dólares por noche (más de 400.000 pesetas). Y como no quiso tomarse ningún riesgo debido a su delicada salud, un equipo de ambulancias estaba preparado las 24 horas del día para socorrer cualquier emergencia que pudiera sufrir el recién estrenado ex presidente ruso.

En la cocina del hotel, los agentes de seguridad israelíes no quitan ojo a los cocineros mientras preparan la comida de Yeltsin. De esta manera, no resulta extraño que a su llegada a Tierra Santa el primer presidente de Rusia asegurase sentirse "como un santo".

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