RELEVO EN EL KREMLIN

Putin tiene el camino libre hacia el Kremlin

El camino de Vladímir Putin hacia la presidencia de Rusia está despejado. La dimisión por sorpresa de Borís Yeltsin el último día del milenio ha puesto en sus manos todos los mecanismos del poder, y es seguro que los utilizará. Su posición de partida es inmejorable, con una popularidad que ni siquiera hace imposible que evite una segunda vuelta en las elecciones, previstas para marzo. Frente a él sólo tiene rivales eclipsados porla estrella ascendente de este antiguo espía. Ígor Shabdurasúlov, vicejefe de la Administración presidencial, consideró ayer que la derrota de Putin es imposible.
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El camino de Vladímir Putin hacia la presidencia de Rusia está despejado. La dimisión por sorpresa de Borís Yeltsin el último día del milenio ha puesto en sus manos todos los mecanismos del poder, y es seguro que los utilizará. Su posición de partida es inmejorable, con una popularidad que ni siquiera hace imposible que evite una segunda vuelta en las elecciones, previstas para marzo. Frente a él sólo tiene rivales eclipsados porla estrella ascendente de este antiguo espía. Ígor Shabdurasúlov, vicejefe de la Administración presidencial, consideró ayer que la derrota de Putin es imposible.

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Cuando se le pidió que comentase la opinión generalizada de que los rivales del jefe de Estado interino no tienen ninguna posibilidad real de victoria, contestó: "Eso se acerca mucho a la verdad". Tampoco descartó que Putin pueda obtener el 50% de los votos, lo que evitaría una segunda vuelta.Según Shabdurasúlov, lo más probable es que Putin no haga una campaña electoral clásica, sino que se limitará a trabajar como primer ministro y presidente interino. Ese mismo procedimiento funcionó perfectamente para promover en las legislativas el nuevo partido inventado por el Kremlin, Unidad, y a su líder, Serguéi Shoigú, que ganó millones de votos al viajar a Chechenia como ministro para Situaciones de Emergencia.

Yeltsin, de 68 años, que siempre ha mostrado un gran dominio de la puesta en escena, eligió muy bien el momento del anuncio de su renuncia. Cuando todo el mundo estaba pendiente de los desastres que amenazaban a esta temible superpotencia nuclear por el efecto 2000, dejó en evidencia a todos los convencidos de que nunca dejaría voluntariamente el poder.

Una vez que Yeltsin demostró que no era así, han proliferado las explicaciones: era el momento adecuado; había que aprovechar el tirón de popularidad de Putin, de 47 años; quién sabe si las cosas empezarán a ir mal en Chechenia; las legislativas han demostrado la capacidad de maniobra y manipulación desde el poder; la oposición está desorganizada; el presidente y la familia consiguen la inmunidad... Sin embargo, habría que estar dentro del cerebro de Borís Yeltsin para saber la motivación última de su renuncia, que, desde luego, no ha sido ajena a su vocación por los golpes de efecto.

Puede que a estas alturas esté ya un poco arrepentido porque los focos de la atención pública se han desplazado hacia alguien, Putin, que él rescató del anonimato, como a tantos otros, pero del que no se ha deshecho, como en tantas ocasiones en los dos últimos años, cuando eliminó a cuatro primeros ministros. Yeltsin ha cedido el mando a Putin cuando éste lo tiene todo a su favor. Las legislativas del 19 de diciembre, convertidas en primera vuelta de las presidenciales, demostraron que su sola sombra convierte en oro todo cuanto cubre. Unidad, al servicio de Putin, sin programa ni ideología claros, pasó del cero al infinito en unas semanas y se convirtió en la segunda fuerza de la Duma, por detrás únicamente de los comunistas.

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Putin sólo tiene enfrente a dos rivales de los que preocuparse. Uno es el comunista Guennadi Ziugánov, de 55 años, probable candidato presidencial de su partido, el más fuerte y organizado. Si no hay sorpresas, Ziugánov está predestinado a pasar a la segunda vuelta y a sufrir entonces una severa derrota frente a Putin, peor que la que le infligió Yeltsin en 1996.

Hasta tal punto no existe sensación de peligro rojo, que el poder del Estado ni siquiera se tomó la molestia de hacer campaña contra los comunistas. El partido tiene un techo limitado e, instalado en el sistema, no muestra auténtica vocación de poder.

Enemigo a batir

Todavía hoy, el enemigo a batir es Primakov, de 70 años. El ex jefe de Gobierno, ex ministro de Exteriores y ex jefe de espías, se forjó una excelente reputación cuando dirigió el Gabinete y, por primera vez en la compleja transición rusa, logró el apoyo de la Duma y un consenso al que asoció a los comunistas. Suficiente, todo ello, para despertar los celos de Yeltsin, que se deshizo de él en mayo.

El presidente no se fiaba de Primakov, y menos aún cuando se asoció a su gran enemigo, el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, de 63años. El ex primer ministro se convirtió en cabeza de lista del bloque Patria-Toda Rusia (PTR), que Luzhkov forjó con influyentes líderes regionales. Primakov era la carta a jugar contra el Kremlin, pero la guerra de Chechenia, la emergencia de Putin y el juego sucio contra Luzhkov redujeron las posibilidades de PTR, casi doblado en votos por Unidad, sin que alterara ese resultado el anuncio de la candidatura presidencial de Primakov.

Hoy, el ex primer ministro, al que la televisión estatal mostró durante la campaña como poco menos que un anciano enfermo capaz de vender a Rusia por un plato de lentejas, lame sus heridas e intenta recomponer su imagen para convertirse en un rival serio de Putin. No lo tendrá fácil.

Aparte de Primakov y Putin, los únicos dirigentes de algún peso que ya se han proclamado candidatos a la presidencia son el liberal Grigori Yavlinski y el ultranacionalista Vladímir Zhirinovski. El primero, de 47 años, ha purgado en las urnas su pecado de soberbia, su purismo y su alergia a las alianzas. Con menos del 6% de los votos, ha reducido a menos de la mitad sus escaños. Zhirinovski, de 53 años, que obtuvo un resultado similar, es prácticamente seguro que, como en otras ocasiones, se venderá al Kremlin por un plato de lentejas.

[El ex presidente soviético Mijail Gorbachov calificó ayer el nombramiento de Putin como presidente interino de Rusia como "una buena transferencia de poderes", pero afirmó que la democracia en ese país necesita ser defendida, informa France Presse].

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