Tribuna:

Megalómano

JAIME ESQUEMBRE

Hace años, cuando no se conocía muy bien el funcionamiento de la democracia, la directiva de la Unión Musical de Benidorm se dirigió al Ayuntamiento de la localidad turística en reclamación de uniformes para los músicos. El entonces concejal de Cultura por el Grupo Independiente, Vicente Pérez Devesa, hoy alcalde del PP, aprovechó la ausencia del titular de la alcaldía para exigir una audición en exclusiva para determinar la calidad de las interpretaciones y, a partir de ella, la convenciencia o no de realizar la inversión. De la nota del examen, y del acierto en la elec...

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JAIME ESQUEMBRE

Hace años, cuando no se conocía muy bien el funcionamiento de la democracia, la directiva de la Unión Musical de Benidorm se dirigió al Ayuntamiento de la localidad turística en reclamación de uniformes para los músicos. El entonces concejal de Cultura por el Grupo Independiente, Vicente Pérez Devesa, hoy alcalde del PP, aprovechó la ausencia del titular de la alcaldía para exigir una audición en exclusiva para determinar la calidad de las interpretaciones y, a partir de ella, la convenciencia o no de realizar la inversión. De la nota del examen, y del acierto en la elección de las piezas, dependería pues que la banda sonara uniformada o de paisano.

Eran, repito, los inicios de la democracia, cuando todavía los vicios de un sistema totalitario contaminaban la labor de los políticos de derecha. A fuerza de tesón, razón y bofetadas, Pérez Devesa renegó de sus ramalazos autoritarios y se convirtió a la democracia, gesto que le ha permitido sobrevivir a media docena de partidos hasta recalar en la alcaldía de su pueblo.

Veinte años después, otro concejal de Cultura, también del PP, ha decidido emular a aquel Pérez Devesa asilvestrado que consiguió enemistarse con los devotos de Santa Cecilia. Se trata de Pedro Romero, concejal de la cosa en Alicante y periodista, mal que nos pese a muchos.

Romero anda a la greña con el director de la Orquesta Sinfónica de Alicante, que se creó hace unos años a iniciativa suya. En su megalomanía sin límites, este concejal mantiene el convencimiento de que las ideas están sujetas a derechos de autor, y ahora pretende cobrar royalties.

Resulta que como el directivo le ha salido contestatario, ha decidido sustituirlo, sin caer en la cuenta de que se trata de una entidad privada, aunque viva y dependa de las subvenciones.

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"La Orquesta Sinfónica es mía, porque yo la creé, y después de los alicantinos", declaró ayer el ínclito munícipe. Lo peor es la creencia de que le asiste la razón, cuando lo que precisa es someterse a un programa de choque de desintoxicación antiabsolutista.

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