Tribuna

Final de un sueño

La Cumbre de Helsinki de la Unión Europea comienza hoy con muchas incertidumbres, pero también con una certeza. Es el hecho de que las relaciones con Moscú están en el peor momento de los últimos quince años, de que la luna de miel iniciada con la caída del muro está irremisiblemente rota y se impone una revisión de la política europea hacia Rusia. Esta evidencia no se podrá ocultar con tanta palabrería como se ha intentado en otros foros internacionales recientes, en especial en la cumbre de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE).Los europeos -y también el lobby mosc...

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La Cumbre de Helsinki de la Unión Europea comienza hoy con muchas incertidumbres, pero también con una certeza. Es el hecho de que las relaciones con Moscú están en el peor momento de los últimos quince años, de que la luna de miel iniciada con la caída del muro está irremisiblemente rota y se impone una revisión de la política europea hacia Rusia. Esta evidencia no se podrá ocultar con tanta palabrería como se ha intentado en otros foros internacionales recientes, en especial en la cumbre de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE).Los europeos -y también el lobby moscovita en Washington, encabezado por el vicesecretario de Estado, Strobe Talbott- han de reconocer finalmente que se ha acabado el sueño de ver en Rusia una democracia aun imperfecta pero que avanza en su intención de asumir los valores y principios europeos. Por si alguno no había caído en ello, ayer el presidente Yeltsin, en su festejo antioccidental en Pekín con el presidente chino, Jiang Zemin, le advirtió al presidente Clinton: "No olvide que Rusia tiene un arsenal lleno de armas nucleares". Es un leve recordatorio para aquellos que quieren dar lecciones de urbanidad y buenas maneras a Rusia a base de financiarle créditos que no reforman la industria, sino financian cuentas suizas de políticos y los nuevos sueldos al alza del generalato, ocupado hoy en hacer desaparecer Grozni.

Rusia se halla en un proceso de involución hacia actitudes imperiales despechadas, desprecio a las minorías y a los derechos del individuo y de una combinación de populismo chovinista y bonapartismo militar que auguran tiempos difíciles. Se confirman así todos los temores de sus vecinos históricos y deja en lamentable lugar al optimismo de quienes creían que la gran Rusia iba a recuperar doscientos años de evolución en unos cuantos de consumismo y libertad de ideas. La guerra en Chechenia es tan sólo una prueba más de ello, aunque sea la más estremecedora.

Los intentos de Rusia de hacer paralelismos entre la intervención militar de la Alianza en Serbia y Kosovo y la guerra de Chechenia son patéticos. Porque la operación de "tierra quemada" de Rusia contra los chechenos es un calco, en otras dimensiones, de la llevada a cabo por Serbia contra los albaneses y que fue causa de la intervención occidental. Por supuesto que Rusia es una potencia nuclear y que no existe posibilidad de aplicar contra ella los métodos utilizados contra Milosevic y su soldadesca. Pero este hecho ni anula los argumentos en favor de aquella intervención occidental ni supone que Europa y sus aliados tengan que mantenerse pasivos.

Rusia siempre ha despreciado la debilidad. Por eso le dolió tanto su derrota en Chechenia en la guerra entre 1994 y 1996. Porque demostraba su propia postración. Por eso ha logrado entusiasmar tanto a la población esta nueva campaña de desmesura. De ahí la redoblada crueldad tan aplaudida por el cuerpo electoral. En las inminentes elecciones parlamentarias va a ganar, sea quien sea, la contrarreforma. Y Europa habrá de convivir con una fuerza pobre, agresiva y rencorosa, que intenta dar consuelo patriótico en vez de bienestar a sus ciudadanos y soldados. La alianza con China, tan elocuentemente demostrada ayer en Pekín, no es sino una comunión de hostilidades hacia Occidente. La unión firmada con el presidente bielorruso, Lukashenko, el peor sátrapa de Europa oriental con Milosevic, es una declaración de intenciones. Y no las mejores. Atrás quedaron los rubores democráticos.

Así las cosas, la UE y EEUU debieran buscar otra aproximación más racional a Rusia. En Moscú como en Pekín tienen el poder, y lo tendrán, en un futuro previsible, fuerzas hostiles a los principios que rigen las democracias occidentales. Con la unión de Bielorrusia y Rusia tendrán frontera con Polonia, es decir, con la OTAN. Como amenazan a Georgia hoy, pueden amenazar mañana a Polonia. Entramos en tiempos difíciles. Convendría que la UE se diera cuenta, sobre todo porque Washington, en vorágine electoral, difícilmente producirá algo razonable de aquí a un tiempo. El mundo será multipolar porque la supremacía de EEUU es transitoria. Por eso Europa tiene que hacer un esfuerzo, también en su defensa militar, para dejar claro que su voz es oída. Y Rusia debe saber que sus intentos de intimidación no le saldrán nunca gratis.

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