Editorial:

Desbarajuste

LO OCURRIDO el sábado en el aeropuerto de Barajas, con conatos de amotinamiento de los viajeros incluidos, es un aviso de lo que podría suceder si no se pone remedio a la desidia con que, en general, se gestionan los aeropuertos españoles. El motivo de la cancelación de un centenar de vuelos fue en esta ocasión la niebla, pero el caos producido puso de relieve los males de fondo tantas veces denunciados. Uno de ellos es la reiterada falta de medidas elementales de atención a los millares de personas que se ven atrapadas por la emergencia meteorológica, especialmente durante la noche; pero, sob...

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LO OCURRIDO el sábado en el aeropuerto de Barajas, con conatos de amotinamiento de los viajeros incluidos, es un aviso de lo que podría suceder si no se pone remedio a la desidia con que, en general, se gestionan los aeropuertos españoles. El motivo de la cancelación de un centenar de vuelos fue en esta ocasión la niebla, pero el caos producido puso de relieve los males de fondo tantas veces denunciados. Uno de ellos es la reiterada falta de medidas elementales de atención a los millares de personas que se ven atrapadas por la emergencia meteorológica, especialmente durante la noche; pero, sobre todo, la ausencia de un sistema de información eficaz que evite esa irritación añadida del viajero frustrado que no sabe a qué atenerse ni a quién dirigirse.Lo ocurrido es un síntoma de deficiencias estructurales de los aeropuertos españoles. Madrid y Barcelona encabezaban la clasificación europea de impuntualidad en el tercer trimestre del año, según un estudio de la Asociación Europea de Eurolíneas. AENA, la empresa pública que gestiona los aeropuertos, se ha apresurado a desacreditar esta estadística diciendo que recoge meras "opiniones" de las líneas aéreas; pero las cifras que ella suministra, supuestamente facilitadas por Eurocontrol, que arrojan mejores resultados, no pueden aceptarse como buenas; porque Eurocontrol no dispone de una medición propia y se limita a recoger las estadísticas que le suministra la propia AENA.

Es verdad que el problema técnico tiene su origen en el periodo 1993-1995, durante el cual la incorporación de nuevos controladores quedó paralizada; pero cuatro años después los aeropuertos no se han recuperado del retraso acumulado, y eso solamente puede explicarse por una planificación inadecuada y una gestión pésima. Incluso el plan de incorporación de nuevos controladores, que conseguirá en teoría que 741 más se coloquen detrás de las pantallas de aquí al año 2003, parece insuficiente al ritmo al que crece el tráfico aéreo.

Arias-Salgado y su equipo no saben o no pueden -hay que pensar que sí quieren- poner orden en los aeropuertos españoles. Sus únicas ideas conocidas son extemporáneas, como la de desviar parte del tráfico aéreo desde Barajas a Torrejón, o extravagantes, como la decisión inicial de suprimir los vuelos nocturnos como solución a los problemas de ruido: una solución que convertiría a Barajas en un aeropuerto de aldea. La situación española exige ya que se tomen medidas drásticas de forma urgente.

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