Tribuna:

Reflexiones sobre la cumbre de Seattle

La mayoría de noticias que nos llegan estos días de la III Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio que se celebra en Seattle guardan más relación con los disturbios provocados por los grupos de manifestantes a la puerta del centro de reuniones que con las deliberaciones que tienen lugar en el interior del mismo, algo de vital importancia para la economía mundial, en general, y la valenciana, en particular.El desarrollo de la economía valenciana ha estado tradicionalmente vinculado al comercio exterior debido principalmente a su excelente localización geográfica, en plen...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La mayoría de noticias que nos llegan estos días de la III Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio que se celebra en Seattle guardan más relación con los disturbios provocados por los grupos de manifestantes a la puerta del centro de reuniones que con las deliberaciones que tienen lugar en el interior del mismo, algo de vital importancia para la economía mundial, en general, y la valenciana, en particular.El desarrollo de la economía valenciana ha estado tradicionalmente vinculado al comercio exterior debido principalmente a su excelente localización geográfica, en pleno centro del denominado Arco Mediterráneo, y a la larga tradición de relaciones comerciales mantenidas con los países de su entorno. Actualmente, asistimos en la cumbre de Seattle a una nueva ronda para la liberalización del comercio mundial que va a afianzar la tendencia a la internacionalización y globalización de la actividad económica. Temas que están presentes en la agenda de trabajo de Seattle como son el futuro de las subvenciones a la agricultura, la consecución de unas condiciones laborales dignas en los países menos desarrollados, el desarrollo de políticas ambientales o la prestación de garantías a favor de las inversiones extranjeras por los países receptores, son cuestiones que afectan a todas las regiones del planeta.

La etapa de crecimiento económico que atravesó la economía mundial durante la década de los ochenta estuvo presidida por la progresiva internacionalización de la actividad económica. La misma crisis económica de principios de los noventa estuvo acompañada de un crecimiento superior del comercio exterior que de la producción, circunstancia que ha vuelto a poner de manifiesto que la tendencia de internacionalización ha seguido consolidándose.

Dicho proceso de globalización de las relaciones económicas se vio fuertemente reforzado con posterioridad con la entrada en vigor en 1995 de los acuerdos derivados de la Ronda de Uruguay, que supusieron el establecimiento de un nuevo orden internacional en materia de comercio y la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en sustitución del GATT. La Ronda de Uruguay, precedente de la actual de Seattle, ha comportado la institucionalización de la liberalización de los mercados de bienes y servicios.

Como resultado de la liberalización que resulta de las cumbres internacionales como la de Seattle, los argumentos competitivos experimentan una evolución. Sin olvidar los costes, las nuevas formas de competir basadas en la diferenciación (calidad, servicio, marca, innovación, adaptabilidad de los productos a los requerimientos de los clientes) están adquiriendo una mayor relevancia. La mejora de las comunicaciones y transportes, que es una de las causas mismas de la globalización, y la posibilidad de ubicar las plantas de producción en aquellos lugares donde se encuentren los inputs más baratos, provocan la difícil sostenibilidad de las ventajas comparativas fundamentadas en los costes relativos de los factores de producción.

Las ventajas competitivas basadas en la diferenciación están adquiriendo, por tanto, un carácter de orden superior. Son ventajas más difíciles de imitar y, por consiguiente, más sostenibles en el tiempo, debido a que requieren técnicas y capacidades más avanzadas. Así, estas ventajas se sustentan en la disposición de un personal más especializado y con una elevada formación (capital humano), acumuladas en marketing (capital comercial) y en una adecuada cultura empresarial y estructura organizativa que faciliten el desarrollo de los anteriores aspectos, tanto en el interior de la empresa como a través de relaciones estrechas con proveedores y clientes (capital organizativo).

El reto de la globalización no es sino el reto de la competitividad y en este nuevo marco las estrategias empresariales y las políticas regionales deben influir considerablemente. La especialización productiva valenciana debe converger hacia la calidad y la diferenciación de los productos, la innovación y, ante todo, hacia la capacidad de exportar esos productos. En este contexto, han de ser prioritarias las actuaciones tendentes a modernizar y hacer más competitivas las empresas, a desarrollar su cooperación para obtener la adecuada dimensión operativa, a promover su desarrollo tecnológico y productivo, a mejorar la cualificación de los recursos humanos y a potenciar las infraestructuras de carácter económico. De ahí, el importante esfuerzo inversor que ha realizado la Generalitat Valenciana en los presupuestos del año 2000 en todo lo relativo al impulso a los procesos de I+D e innovación tecnológica y el fomento de la competitividad empresarial.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

No quiero finalizar sin hacer mención al fuerte contenido social que presenta la cumbre de Seattle. Según datos de la OMC, las exportaciones de los países menos desarrollados suponen una cuarta parte del 1% del total del comercio mundial, por lo que no debemos contemplarlo como una amenaza para nuestras economías, sino que hay que fomentar y propiciar el desarrollo de estos países. Tal y como se pregunta el director general de la OMC, Mike Moore, "¿acaso es mucho pedir que se les brinde la oportunidad de elevar su nivel de vida mediante un sistema de comercio global?". La Comunidad Valenciana, como región perteneciente a la Unión Europea, debe ser sensible a las necesidades de estos países, ya que las relaciones bilaterales con los países menos desarrollados no sólo pueden ir en una dirección, sino que deben aportar beneficios a todas las partes implicadas. Esperemos que esta cumbre siente las bases de una mayor globalización de la economía pero también de un comercio más justo.

Vicente Rambla Momplet es consejero de Economía y Hacienda.

Archivado En