Editorial:

Dilema del prisionero

Los nacionalistas vascos no violentos están desconcertados. Han ido tan lejos en las concesiones al nacionalismo violento que tienen la sensación de no poder volver atrás; pero tampoco pueden ir más lejos en la vía soberanista. No pueden volver al punto anterior a Lizarra porque en estos 14 meses han arrastrado a su partido fuera del consenso estatutario y no sería creíble que los responsables de esa aventura encabezaran ahora el regreso al autonomismo; pero tampoco pueden seguir haciendo concesiones porque el siguiente paso exigido por ETA -convocar unas elecciones al margen de la legalidad e...

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Los nacionalistas vascos no violentos están desconcertados. Han ido tan lejos en las concesiones al nacionalismo violento que tienen la sensación de no poder volver atrás; pero tampoco pueden ir más lejos en la vía soberanista. No pueden volver al punto anterior a Lizarra porque en estos 14 meses han arrastrado a su partido fuera del consenso estatutario y no sería creíble que los responsables de esa aventura encabezaran ahora el regreso al autonomismo; pero tampoco pueden seguir haciendo concesiones porque el siguiente paso exigido por ETA -convocar unas elecciones al margen de la legalidad en territorios de dos Estados de la Unión Europea- no sólo es "estrambótico", como dijo Egibar, sino imposible de cumplir por el PNV y EA. Sería además políticamente suicida, pues significaría acatar el liderazgo de ETA al frente del nacionalismo.No saben cómo salir del dilema, y por eso se aferran a la esperanza de que en el mínimo plazo, hasta el viernes, dado por los encapuchados, sea ETA quien rectifique. La hipótesis de que se lo exija HB es racional: es lo que haría una organización radical inteligente y con alguna autonomía respecto a su brazo armado. Pero lo característico de ETA es que todo lo que ocurra aparezca como efecto de la lucha armada, y el margen de HB es, en el mejor de los casos, mínimo.

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Así pudo comprobarse ayer en las patéticas respuestas de Arnaldo Otegi a Gabilondo en la SER: dijo que sería "una injusticia" pedir a ETA que no cumpliera su amenaza, porque los "saboteadores" del proceso han sido los demás. Ya la víspera, el mismo portavoz había dicho que la amenaza de ETA no debía interrumpir ese proceso, y que todos los acuerdos y compromisos siguen en pie. Si la vuelta de los atentados no interrumpe "el proceso", es que éste no es de paz, sino de imposición de su programa con el pretexto de la paz. Y la cuestión no es si HB mantiene sus pactos, sino si lo hacen los nacionalistas democráticos con HB una vez rota la tregua que los hizo posibles.

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El principal de esos pactos es el de legislatura que sostiene al Gobierno de Ibarretxe. El lehendakari hizo ayer un llamamiento a la ciudadanía para que se movilice pidiendo a ETA que no cumpla su amenaza de reanudar los atentados. Sería una novedad que ETA aceptase un ámbito vasco de decisión diferente al de los cinco encapuchados de la foto. Pero Ibarretxe está obligado a encabezar la resistencia al chantaje; mediante la movilización cívica y también dejando claro que no está dispuesto a gobernar con el respaldo de Josu Ternera.

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