Editorial:

Nazis nada bucólicos

NINGUNA LEY puede impedir que personas de ideología nazi, o de cualquier otra, compren las casas de un pueblo abandonado y vivan en ellas. Pero quienes han comprado el pueblo de Los Pedriches, en Valencia, no son simplemente unos particulares más o menos coincidentes en un mismo ideal de vida campestre. Son miembros activos de uno de los grupos británicos más significativos de la internacional negra, que propugna una Europa limpia de negros y judíos y de inmigrantes en general. Y que, llegado el caso, engrosa las filas de la ultraderecha española en su conmemoración nostálgica del 20-N.El inte...

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NINGUNA LEY puede impedir que personas de ideología nazi, o de cualquier otra, compren las casas de un pueblo abandonado y vivan en ellas. Pero quienes han comprado el pueblo de Los Pedriches, en Valencia, no son simplemente unos particulares más o menos coincidentes en un mismo ideal de vida campestre. Son miembros activos de uno de los grupos británicos más significativos de la internacional negra, que propugna una Europa limpia de negros y judíos y de inmigrantes en general. Y que, llegado el caso, engrosa las filas de la ultraderecha española en su conmemoración nostálgica del 20-N.El interés de estas personas por instalarse en Los Pedriches no es, pues, bucólico ni turístico. Tampoco sus actividades se inspiran en este tipo de vida. Desde que los neonazis británicos llegaron al apacible pueblo valenciano, éste se ha convertido en refugio y lugar de descanso de militantes de diversas organizaciones neonazis, tambien españolas, que acuden a visitar a la "comuna de soldados voluntarios", como definen en sus notas internas a los cuadros enviados a España.

Existen, pues, aspectos en el comportamiento de estos individuos que merecen la atención de la policía. Porque no son unas personas privadas, sino la organización a la que pertenecen y que les financia la que realmente está establecida en la localidad valenciana.

Quienes compraron Los Pedriches, cediéndolo luego al grupo británico, son dos neofascistas italianos, condenados en rebeldía en su país por militar en una organización implicada en el atentado de Bolonia, en 1980, en el que murieron 85 personas. Hay, pues, motivos para que los pasos que sigue Scotland Yard no se pierdan en España. A éste y a otros grupúsculos hay que hacerles comprender de forma rotunda que España no es ningún paraíso donde puedan actuar al servicio de una ideología xenófoba y racista, incubadora de odio y violencia.

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