Apenas un silbido

Las deterioradas relaciones diplomáticas entre España y Chile, consecuencia del proceso abierto al ex dictador chileno Augusto Pinochet y su detención en Londres, impregnaron el desplazamineto de la delegación española de cierto estado de ansiedad.Antes de llegar a Chile, el delegado español del grupo, Carmelo Paniagua, bromeaba, tratando de ocultar una cierta preocupacisn, y hablaba de vestir en el país sudamericano con chándales rosas por aquello de que los colores rojo y amarillo de la indumentaria oficial no delataran su en esas circunstancias comprometido origen. Hasta llegar a Santiago,...

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Las deterioradas relaciones diplomáticas entre España y Chile, consecuencia del proceso abierto al ex dictador chileno Augusto Pinochet y su detención en Londres, impregnaron el desplazamineto de la delegación española de cierto estado de ansiedad.Antes de llegar a Chile, el delegado español del grupo, Carmelo Paniagua, bromeaba, tratando de ocultar una cierta preocupacisn, y hablaba de vestir en el país sudamericano con chándales rosas por aquello de que los colores rojo y amarillo de la indumentaria oficial no delataran su en esas circunstancias comprometido origen. Hasta llegar a Santiago, se produjo cierta preocupación; sin embargo, una vez que bajaron de la escalerilla del avión, la tranquilidad y la cordialidad se impusieron sobre cualquier tirantez. Tuvieron, eso sí, una discreta aunque constante vigilancia. Aun así, en la ceremonia de inauguracisn se registró un solitario silbido, que desentonó precisamente por su soledad. Un hombre mayor fue el único en demostrar su disconformidad con la presencia del equipo español en ese acto. Los triunfos trajeron los lógicos aplausos, y estos no fueron escatimados por los aficionados locales, que supieron reconocer los méritos de estos deportistas. Además, la Casa Navarra se encargó de que los triunfos fueran correspondidos con la recompensa gastronómica típica de la hospitalidad navarra.

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De Chile, sólo se han quedado pequeños detalles de cómo son sus habitantes. Califican a los chilenos de personajes tristes: se quedaron con que casi todo los habitantes de la capital iban vestidos de negro. De hecho, Araceli Larrea comentó su sorpresa al comprobar cómo le miraban al dejar su hotel y salir a la calle. Vestía un chándal color verde bastante indiscreto, y la observaban con descaro. Algo que ni siquiera le había ocurrido en la conservadora Pamplona.

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